Ese domingo fue especial para el equipo, porque poníamos en marcha el viaje mas corto, pero el mas difícil en cuanto a logística, decidimos hacerlo parte en vehículo y otra parte en bicicleta.
Luego de hacer unos 14 o 15 kilómetros en camioneta, hay que dejarla unos nueve kilómetros antes de la isla, sobre todo por precaución, el terreno es inestable, puede verse muy solido pero es engañoso y el vehículo puede terminar enterrado en un lugar muy solitario y sin señal de teléfono.
Ya en marcha, y con viento a favor, emprendimos este maravilloso viaje, que a los pocos minutos ya nos sorprendió por la inmensidad de las salinas, son kilómetros de sal y que al final se pueden ver las costas de la laguna Mar chiquita.
Es sorprendente como sube y baja el nivel del agua, en algunos sectores, al mediodía y con viento del sur el suelo es seco y se formaron mini tornados de sal que hacen del paisaje algo espectacular. pero al atardecer el suelo se volvió húmedo y en algunos casos un mal paso puede hundirte hasta la rodilla.
La isla
Finalmente luego de una hora y media llegamos a la isla y el paisaje se tornó verde, por un monte muy espeso, que guarda recuerdos de viejos habitantes del lugar, que pueden ser de 50 años de antigüedad o tal vez, restos de miles y miles de años.
Las costas estaban custodiadas por gran cantidad de aves playeras, algunas migratorias y otras que viven su vida siempre en este lugar.
casi llegando a la punta de la isla, hay una casa, supimos que estaba ahí, porque nuestro guía Diego, nos dijo que había un eucalipto muy alto que tenia dos nidos de lora que indicaban el lugar de esta construcción, hecha de ladrillos y barro, con un aljibe para el agua. Estaba todo abandonado y abrazado por arboles autóctonos que le fueron ganando lugar a la construcción, como reclamando su pertenencia.
La punta de la isla es hermosa, tiene playas naturales de arena fina, tiene arboles secos y petrificados, de color blanco fruto de su exposición a la sal, el sonido de las olas, las aves y los arboles agitándose, solo nos llamó al silencio y a mirar ... solo a mirar y disfrutar.
El regreso fue una bendición, el viento que a la vuelta sería en contra, cambió, lo tomamos como un ultimo regalo de esta isla maravillosa. Uno de los viajes mas lindos que pudimos hacer, pero nos quedó una duda que no pudimos resolver... ¿Cómo será de noche?, vamos a tener que volver.