Ganando en Bahía Blanca, empatando con Lanús y más todavía, perdiendo con Godoy Cruz, el Belgrano de Lavallén no había estado a la altura de lo que pretende su técnico y de lo que se podía esperar por la remontada del último tramo del 2017.
En cambio, el rendimiento con Vélez resultó más convincente. Después de un arranque furioso, para ponerse rápido en ventaja, le costó asimilar el golpe del casi inmediato empate de Vélez (doble golpe, porque el error le costó salir a Juan Brunetta y además, se rompió la racha de siete partidos sin recibir goles en el Gigante); y apareció en el segundo tiempo.
Por una mejoría general, y sobre todo por la figura de un Matías Suárez que ahora sí es el desequilibrio que Belgrano fue a buscar a Europa, la caricia de fútbol y la sacudida de gol.
En esa segunda mitad el Oreja definió con clase para el desnivel, y el Pirata pudo haber aumentado, convirtiendo a César Rigamonti en otro de los protagonistas de la noche. No lo supo liquidar ni cerrar, y por eso se quedó con las ganas.
"El segundo tiempo fuimos lo que realmente somos nosotros", referenció Lavallén. Y aunque lamentó que se escurrieron de las manos dos puntos "por un detalle", sabe que es el camino que debe seguir el equipo para sumar y gustar.