Por Jorge Luna Arrieta
Preguntarse lo que nos preguntamos. Pero también lo que no nos animamos a preguntarnos. Felipe Pigna y Darío Sztajnszrajber le dan vida a una charla entre la historia y la filosofía que nos permite conocer cómo la humanidad se fue pensando en términos tan concretos y fuertes sobre el amor, la religión, el poder y la muerte. Y ver cómo nos paramos cada uno de nosotros. La cosa será este martes, desde las 20.30, en Quality Teatro.
En la previa, el historiador Felipe Pigna le contó a Día a Día cómo es su relación con la filosofía: "Me interesa y me gusta mucho la filosofía, como a Darío también le gusta la historia. Es un vínculo que fue creciendo a lo largo de estos tres años que ya tiene esta charla que hacemos. Siempre leí filosofía porque es una disciplina absolutamente cercana a la historia. Nacieron juntas en Grecia y tienen muchísimo en común".
–¿Cómo surgió la idea?
–A partir de cruzarnos en distintos lugares y dando charlas en diversas mesas redondas. Además, los dos tenemos una matriz muy parecida de interesarnos en la divulgación y en que la gente conozca nuestras disciplinas. Para nosotros es un orgullo que tanta gente venga interesada en nuestras materias. Nos parecía bueno hacer algo en conjunto por esta interconexión que tienen ambas disciplinas.
–¿Por qué estos temas? ¿Quedaron muchos afuera?
–Sí, seguro. Pero estos tópicos nos parecieron muy abarcadores, temas que la humanidad también se plantea. Quizás el que menos se plantea es el tema de la muerte, por una cuestión de prejuicios y de todo lo que connota. Pero decimos que es bueno hablar de eso para mejorar y valorar la vida. También recorremos cómo fue vista la muerte a lo largo de la historia, cómo fue interpretada y cómo fue utilizada por las religiones como elemento para atemorizar a la gente y disciplinarla. O qué dijeron los filósofos sobre cada uno de estos temas, que nos parecen centrales para la humanidad.
–¿Alguno es más impactante que los otros?
–La gente se engancha con todos porque vamos dialogando mucho y también hay algo de humor. Es una charla entre amigos y no puedo decir que alguno de los temas sobresalga en comparación al resto. Es pareja, aunque la de la muerte causa un silencio y una escucha particular.
–¿Qué representa para ustedes que van muchos jóvenes a estas charlas?
–Mucho orgullo porque es un momento en el que se supone que no les interesa nada o que están todo el tiempo con sus aparatos digitales. Y después se quedan para preguntarnos qué libro pueden leer sobre tal o cual tema, o que hablen sobre autores, es muy estimulante para nosotros. Eso nos da mucha esperanza.
–Tu último libro sobre Mariano Moreno es un éxito. Es una alegría y una responsabilidad…
–Sigue siendo una gran alegría. Estuve tres meses primero en ventas y sigue estando entre los cinco más leídos del país. Tuve la suerte de recorrer mucho el país presentándolo y darme cuenta que el personaje recibe mucho cariño de la gente. Mariano Moreno es un personaje muy poco transitado, pero muy importante. La gente quiere conocer mucho más que lo obvio, que es el abogado, el periodista y no mucho más. Le dedico más de la mitad del libro a la formación intelectual que tuvo, en Chuquisaca, porque es importante que la gente entienda esto del pensamiento antes que la acción. Gente como Belgrano, como Moreno, como San Martín se prepararon muchísimo para hacer lo que hicieron.
–¿La historia es responsable que no se lo reconozca tanto?
–Es un héroe civil, en un país en el que el 80 por ciento de sus héroes es militar. Pero con ideas muy fuertes y revolucionarias para la época, ideas políticamente incorrectas para lo que era la mentalidad de ese momento. Y todavía hoy es políticamente incorrecto. Es una persona que a ciertos círculos de poder les sigue molestando, como también lo es Manuel Belgrano. La historia y un poco más son responsables que no conozcamos tanto de Mariano Moreno.
–¿Cómo ves a la educación?
–Hay que hacer una profunda reforma educativa. Los docentes hacen lo que pueden. Estoy en permanente contacto con ellos, que vienen a mis charlas y me cuentan sus experiencias. Ellos, por su cuenta, tratan de modernizar la enseñanza, de hacerla más ágil, más acorde a los tiempos. Lo cierto es que seguimos con unos programas educativos que atrasan décadas, que son contenidistas cuando en el mundo los contenidos están bajando notablemente para pasar a la acción. Así como cuando vamos a la clase de química, hacemos química, en la clase de literatura, historia y filosofía hay que hacer literatura, historia y filosofía. No hay que llenarle la cabeza de la batalla de Waterloo y de la vida de los asirios, que poco le va a aportar a su vida. Y que se la va a olvidar apenas rinda el primer examen. El mundo apunta a que la gente aprenda a ser y a ejercer la disciplina.
–¿La grieta es exclusividad argentina?
–Está en todos lados. Hay que ir terminando con esta "originalidad" argentina que tanto daño nos hace. La grieta no es un fenómeno argentino. España la tuvo con su guerra civil., Europa con dos guerras mundiales, que costaron 60 millones de muertos. Somos un país bastante tranquilo, en cuanto a su vida política, si nos ponemos a comparar con otros. Los problemas actuales los deberíamos resolver vía discusión y vía propuestas de alternativas. Pasa que ahí entramos en cuestiones de personalidad, de soberbias muy nuestra, de no admitir la palabra del otro, de sentir que cada uno es el mejor.