Un martes 7 de enero con un clima ideal en Villa Carlos Paz, la temperatura no supera los 30 grados, el cielo se mantiene despejado y con diversas opciones para pasar una tarde diferente en la ciudad.
Muchos son los turistas que esperan que el famoso catamarán inicie su trayecto por las aguas del San Roque, el primer lago artificial de Sudamérica.
Con unos 13 kilómetros de largo, 6 en su parte más ancha, y con una superficie de unas 2.300 hectáreas, el mayor afluente de Carlos Paz despliega su esplendor con una profundidad máxima de 35 metros.
Aguas que transitan por diferentes zonas de la villa y que desemboca en una construcción que supera los 110 años, hablamos del concurrido dique, que fue construido para almacenar sus aguas, aportándole distinción a un ícono de nuestra ciudad: el lago San Roque.
Todo listo para comenzar con el viaje, Mirta y Ricardo vinieron desde Burzaco, una localidad ubicada en la provincia de Buenos Aires, ilusionados con pasear por ese espejo de agua que todos hablan y que acaban de conocer.
"La verdad que estoy deslumbrada, cada rincón de las sierras que recorrimos es precioso. El clima ayudó un montón y el que nos hablaba y guiaba, fue un amor. ¡Hasta nos hizo bailar!", exclama aún asombrada, Mirta, en diálogo con VíaCarlosPaz.
Acompañada de su marido Ricardo, decidieron visitar Carlos Paz a modo de anticipo por sus 49 años de casados. "Estamos felices de poder visitar esta hermosa ciudad, nos llevamos los mejores recuerdos", nos asegura Ricardo.
Ambos, viajaron a bordo del mítico catamarán junto a unas cien personas, la mayoría, visitantes de otras localidades y provincias, que se sumaron al viaje y participando efusivos en cada propuesta que el viaje les ofreció.
Mediante un micrófono, el capitán de la embarcación fue el encargado de contar cada uno de los rincones por donde pasaba, llegando hasta el dique San Roque y regresando, unas dos horas después, hacia la zona céntrica de la villa desde donde zarpó.
Al ritmo de música en vivo, los pasajeros, ellos que al principio eran absolutos desconocidos, empezaron a intercambiar danza, canto, y hasta gestos amistosos. A bordo del catamarán, uno de los íconos carlospacense.