Está detrás de las huellas del puma desde que llegó al Parque Nacional Patagonia. Dice que a los guacamayos con los que antes trabajaba en los Esteros del Iberá, en Corrientes, les tiene cariño. Pero a estos felinos los ama. Su trabajo es observarlos, y sale a buscarlos por los cañadones todos los días. Casi siempre, cuando sucede, el encuentro es fugaz. Pero hace unos días tuvo suerte. Llegó cuando la familia estaba en plena siesta: una madre y sus cachorros echados al reparo del viento bajo un paredón rocoso. Sacó su celular y filmó todo lo que pudo. Leandro Vásquez tiene 35 años, es guardaparque y hoy trabaja para la Fundación Flora y Fauna Argentina (FFA) en un proyecto que busca restaurar los ecosistemas degradados con la recuperación de especies nativas.
Dentro del programa, en el que se monitorean distintos animales, la figura más codiciada es la del puma. Todos quieren saber más sobre el comportamiento de este felino en paisajes compartidos con el ser humano. Como sucede en este inesperado circuito natural que se extiende en la región del parque, al noroeste provincial y entre las localidades de Perito Moreno y Bajo Caracoles. Es un solitario tramo de la ruta 40 en el que todavía pocos reparan. Pero que, según los expertos, por su biodiversidad, en un futuro podría convertirse en el mejor escenario para el desarrollo de un modelo productivo inexplorado en la zona: el turismo de avistaje de fauna, con el puma a la cabeza.
"No tengo dudas de que eso va a ocurrir", dice confiado el biólogo Emiliano Donadío, que lleva varios años estudiando la situación del puma en la Argentina y que lidera desde la FFA un trabajo de investigación sobre restauración de fauna en el Portal Cañadón Pinturas, uno de los cuatro accesos al parque.
El objetivo de máxima, según Donadío, es reconectar a los turistas con la naturaleza, seguir con la creación de áreas protegidas y la restauración de ambientes. "Pero no se puede pensar en la conservación a largo plazo sin tener en cuenta algunas cuestiones. Por un lado, la necesidad de generar una actividad económica alternativa. Esa actividad es el ecoturismo, basado en la observación de fauna. Además, para ser más eficientes en la conservación, hay que terminar con los conflictos", señala. El científico se refiere a la disputa latente con los productores ganaderos de la zona, que ven en el máximo predador de la cadena un enemigo para sus ovejas. También, dice, acusan al guanaco -otro nativo de la región- por competir con los ovinos por las pasturas. Por eso, insiste, es tan importante este proyecto de investigación actual, que permitirá entender cómo estos mamíferos usan el espacio: cuáles son sus movimientos, por dónde se desplazan y cuáles son sus presas favoritas.
Monitoreo
Para eso, desde enero pasado se instalaron más de 30 cámaras trampa en distintos puntos y se capturaron seis pumas con la intención de monitorearlos en su hábitat. A todos se les colocaron collares que emiten señales de radio. En dos años, esos dispositivos se desprenderán solos, y toda esa base de datos será clave, según Donadío, para dar respuesta al conflicto.
Aún sin datos preliminares, pero con la experiencia de recorrer el campo todos los días, Vásquez aporta algunas impresiones: "Vemos que los pumas, sobre todo los machos, están muy establecidos en sus lugares. No se solapan entre ellos y se mantienen en una misma área de acción". Con los collares, agrega Donadío, se puede saber qué matan, cuándo lo hacen y dónde. Hasta el momento, afirman, la mayoría de las presas son guanacos. Lo que explica que el depredador tiene preferencia por los animales silvestres. También cazan choiques, peludos o armadillos. Y claro, ovejas.
Los pumas no son los únicos a los que la FFA les sigue los pasos. "Con los que no hay conflicto el objetivo es saber cómo usan el espacio para poder diseñar senderos que permitan la observación sin que eso tenga impacto sobre la fauna. Que los caminos no pasen por los lugares que detectamos que son elegidos para tener cría, por ejemplo. En cambio, sí se pueden trazar por donde hay suficiente disponibilidad de forraje para el pastoreo", señala Donadío.
Puna es una de los seis pumas monitoreados. Pesa alrededor de 42 kilos y tiene tres cachorros que alimentar. Los datos recolectados hasta el momento hablan muy bien de ella: demostró ser una gran madre y excelente cazadora, capaz de derribar guanacos de más de 100 kilos. Se pasea por los faldeos de las mesetas en los alrededores del Portal Cañadón Pinturas, dentro de los límites de la ex estancia Los Toldos, que es propiedad de la FFA.
"En los primeros encuentros siempre la veía irse. Apenas se daba cuenta de mi presencia huía, sobre todo si estaba con los cachorros. Eso es lo que aprendieron durante los más de 100 años que fueron perseguidos. El puma que sobrevive es porque sabe esconderse. Y eso se transmitió de generación en generación -cuenta Vásquez-. El trabajo de habituación que hay que hacer ahora llevará tiempo. Pero de a poco, a medida que los encuentros se repiten, cada vez se queda más. No deben asociarnos con un estímulo positivo, no negativo. Tenemos que ser parte del paisaje. Nada más. Tampoco es que la gente puede andar por cualquier parte. Hay senderos y zonas delimitadas. Pero los pumas se dejan ver".
Eso quieren que suceda en el Portal Cañadón Pinturas. Saben que no es fácil convencer a los ganaderos locales de que otro modelo productivo es posible.
Una zona con gran biodiversidad
La creación del Parque Nacional Patagonia, de 53.000 ha, fue sancionada por el Congreso en diciembre de 2014. La iniciativa tuvo su punto de partida en los esfuerzos de las ONG Aves Argentinas y Ambiente Sur por salvaguardar una porción del hábitat del macá tobiano, un ave endémica de Santa Cruz en peligro crítico de extinción. Hacia fines de 2011, la Administración de Parques Nacionales se comprometió con el proyecto. En marzo de 2013 se aprobó la ley de cesión de jurisdicción sobre las tierras de la provincia al Estado nacional. La meseta y sus alrededores exhiben, casi intactos, numerosos yacimientos arqueológicos de alto valor patrimonial.
Hasta el momento, la Fundación Flora y Fauna Argentina compró y donó alrededor de 34.000 ha, que hoy forman parte del Parque Nacional Patagonia. Otras 85.000 fueron adquiridas, y más de 55.000 se encuentran en proceso de adquisición, con el objetivo de ser donadas al Estado nacional para incrementar el territorio de este parque. El propósito es potenciar y completar un circuito patagónico al que se suma el lado chileno, que en un mismo recorrido exhiba la heterogeneidad de las ecorregiones patagónicas.
Fuente: Soledad Vallejos –La Nación