En La Nación, Graciela Guadalupe analiza "El efecto Cristina" y el rol de Eduardo Duhalde en la figura de la expresidenta. Escribe: "Eduardo Duhalde lo suscribe: 'Si tuve problemas con Cristina, ya me los olvidé'. En psicología eso se llama negación. Es un mecanismo de defensa que invalida información desagradable de modo de poder seguir adelante como si nada de lo indeseable hubiera existido".
"¿De qué se olvidó Duhalde?" -continúa Guadalupe- "En primer lugar, de que fue el factótum de la llegada de los Kirchner al poder. Y, después, de haber dicho, por ejemplo: 'Cristina no está preparada para gobernar' (2008); 'su presidencia fue un error histórico que la Argentina va a pagar muy caro' (2010); 'va a terminar como Carlos Menem. Tiene muchos juicios'; 'me río porque es tan revolucionaria que cuando tiene que elegir a alguien para la línea de sucesión pone a Boudou'; 'Cristina no está bien. Néstor lo sabía' (2014); 'no puede ser candidata'; 'su candidatura es un chiste'; 'es el pasado, no lidera nada' (2016)".
Y cierra: "Duhalde, Alberto Fernández, Felipe Solá (...) Todos ellos han vuelto o están volviendo adonde, en su momento, huyeron espantados. Es el efecto Cristina, la fascinación por el 30% cautivo. ¿Y las críticas? ¿Y los cuadernos? Nada por aquí. Nada por allá".
En Clarín, Ricardo Kirsrchbaum asegura: "La candidatura de Lavagna ya es una realidad". Comienza: "Roberto Lavagna ha decidido ser candidato y no lo oculta. Una decisión que seguramente será bien recibida en los sectores que están esperando -y urgiendo- que alguien los saque del brete de la extrema polarización entre Macri y Cristina Kirchner".
Y analiza la mayor fortaleza del ex ministro de Economía: "Lavagna tiene buen cartel y lo que Macri denomina el círculo rojo (el establishment) lo tiene en consideración. Sus condecoraciones las obtuvo cuando con Duhalde, primero, y con Kirchner, después, gestionó la crisis con solvencia".
En Perfil, por su parte, Nelson Castro escribe "Lo que solo ve él", sobre Mauricio Macri. Para comenzar, se enfoca sobre el anuncio del presidente de que la inflación bajaría lentamente, y poco después la salid a la luz de la cifra de enero: 2,9%.
"El Presidente habla de un país que mucha gente no ve. El país de hoy se sufre. Mucho. Y no solo eso: se sufre cada día un poco más. Los precios y las tarifas no paran de subir. Esta semana fue el turno del transporte público: subterráneos, trenes y colectivos. Antes había sido la tarifa de electricidad. El mes que viene habrá más. Y nadie sabe si eso será todo", dice Castro.
"Las encuestas lo reflejan: la imagen de Macri, que había tenido un leve repunte en diciembre, volvió a caer. La calle grita ese nivel de creciente disconformidad. Y no estamos hablando de los piquetes que hartan en su permanente actitud de cortar las calles del centro y complicar la vida de miles de trabajadores que son rehenes de situaciones que les son ajenas. Tampoco de los muchos que se juntan a protestar contra el aumento de las tarifas en algunas esquinas porteñas apelando al sonido de alto estrépito político de las cacerolas. Estamos hablando del votante de Cambiemos que se ilusionó con un cambio que no llegó y que parece cada vez más lejano".