Esta vez el recorrido fue mas corto que la travesía anterior, así que el horario de salida fue pisando las 15 horas. Salimos por un camino rural muy transitado, seis kilómetros nos separaban del Arroyo Merlo, un lugar que en épocas doradas se podía pescar pejerrey.
Es un terreno hostil para bicicletas, se requiere de buena técnica y esfuerzo físico, el recorrido es sobre el limite entre el agua y la tierra y un paso en falso puede ser una caída al agua o a las espinas de la flora autóctona.
A mitad de camino nos encontramos con arboles petrificados por la sal, es un paisaje muy lindo y a la vez extraño, el cauce del arroyo estaba muy bajo entonces podíamos apreciar todos los arboles que había.
Una particularidad que encontramos fue un surgente de agua dulce en medio del monte, esto se debe a que muchos años atrás podría haber sido parte de una casa y que fruto de la gran inundación en 1979 quedo tapado por la vegetación, hay muchos de esos manantiales escondidos entre la reserva y que pueden salvarnos cuando nos quedamos sin agua.
Llegando al lugar se puede apreciar una extensa salina que finaliza en el Mar de Ansenuza, la experiencia es muy linda, el silencio y las aves playeras nos sumerge en la verdadera tranquilidad de la naturaleza.