"Yo sueño con el día en que el Estado nos reconozca como laburantes y que también dentro de las obras sociales de las personas con diversidad funcional exista un punto donde ellos puedan acceder a las trabajadoras sexuales. Tiene que ser una cuestión regulada por ley", explica Natalia Canteros en su cuenta de Instagram. La autora del libro "Puta Poeta", trabajó en peluquerías, call centers y en un periódico deportivo, pero eso no evitó que se enfrentara a no tener qué darle de comer a su hija, y allí decidió dedicarse a la prostitución.
Nina León, seudónimo con el que se hizo conocida en las redes sociales, es militante de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMA) y cuestiona la mirada que ve a la prostitución solamente desde el lado del sometimiento de la mujer.
"El discurso abolicionista que genera paranoia en la sociedad como si el cliente que nos contratara fuera solamente el macho violento que te viene a tirar dos mangos y que vos tenés que estar sometida haciendo lo que él quiera, deja por fuera a estos cuerpos. Ese discurso no solo nos violenta a nosotras idiotizándonos y desconociendo que consensuamos con el cliente, sino que también deja por fuera a las personas con diversidad funcional, que no forman parte de la estética hegemónica que te posibilita garchar en esta sociedad. Los gordos, los negros, los pobres", detalla la escritora en diálogo con Emilce Pizarro de Infobae.
Natalia es formoseña, hija de un empleado público y una docente, la menor de tres hermanos profesionales: un abogado y una licenciada en Sistemas. Estudió periodismo deportivo, trabajó en el diario Olé, en peluquerías y en decenas de call centers. También, en sus ratos libres, ayudaba a los que más lo necesitaban en barrios carenciados como el Barrio 31, la villa Rodrigo Bueno y la 21-24, de Barracas.
En 2017, había comenzado a militar por los derechos de las prostitutas pero, al darse cuenta de que no tenía qué comer, decidió comenzar a trabajar con ellas. "Pero además de empezar a militar por cuestiones de género, necesitaba llenar la alacena. Le conté a una amiga y ella me pasó contactos de trabajadoras sexuales para que me informara, para que no empezara en pelotas y bueno, lo hice", contó en una entrevista que brindó en diciembre.
Natalia es mamá de Cuba, de cuatro años y sus frustraciones también tenían que ver con tener que pasar más de 12 horas trabajando fuera de su casa y la necesidad de contratar a una persona que la cuide mientras ella no estaba.
"Yo no quería pasar 12 horas afuera de mi casa y tener que pagarle a una niñera que la conozca más a Cuba que yo. También había una búsqueda intensa en torno a lo sexual que ya traía en la escritura. Me genera mucha plenitud descubrirme desde la sexualidad y no sólo aliviarme a mí el alma, sino sentir que hago cosas para aliviar a un montón de personas que aparecen en mi vida, no solo en el trabajo sexual. Lo que voy conociendo mediante mi trabajo me da herramientas para poder hablarlas después con mis amigas, para abordarlas en el plano de la militancia. Tengo clientes fijos que me contratan más por psicóloga que por puta y eso me trae muchísima información", cuenta Nina.
Tras decidirse a probar suerte como trabajadora sexual publicó un aviso en una página que le habían recomendado el 7 de mayo de 2017. Luego, el 2 de junio marchó por el Día Internacional de las Trabajadoras Sexuales, pero se tapó la cara por miedo a ser reconocida en la oficina. Al otro día, participó del "Ni una menos" y caminó junto a las prostitutas. Esa noche tuvo su primer trabajo sexual e hizo su primer trío.
"No podía creer lo que había pasado. Pero la pasé bien, ¿qué voy a hacer? ¿Caretearla? Al otro día tuve otro cliente, lo vi a solas. Cero onda tuvimos. No hubo buena química. Pero después fui al supermercado y llené la alacena. No había vueltas que darle", recuerda sobre su debut en este trabajo que remarca, ella eligió.
Natalia es feminista pero está en contra del pensamiento de un sector que entiende la prostitución como explotación y piensa que no puede considerarse un trabajo. Por eso, ella lucha por no confundir a la trata de personas, el proxenetismo o la prostitución infantil con el trabajo sexual que una persona mayor de 18 años decidió ejercer.
Natalia ya escribía y tenía una curiosidad por los textos eróticos. Primero, comenzó tomando clases con el escritor Juan Sklar y fue en su taller literario que escribió sus primeros escritos de este género. Sin embargo, pasó un tiempo hasta que logró plasmar en papel lo que tenía dentro.
El seudónimo Nina León nació una noche, junto al primer texto erótico que la convenció. "Estaba mal. Sentada en el sillón, sola. Me quedé mirándome súper incómoda en el reflejo del vidrio del balcón. ¿Qué me está diciendo ese cuerpo que estoy viendo? De repente, empezó a aflorar un texto erótico. Estoy sola, nadie me va a juzgar, voy a escribir solamente lo que mi cuerpo me dice. A los 15 minutos me estaba masturbando con la mano izquierda y escribiendo con la mano derecha todo lo que se me cruzaba por la cabeza. Al final escribí Nina León. Le di punto final, tiré el cuaderno y me acosté. Al otro día dije: '¡¿Qué carajo pasó anoche?!'. Fue un quiebre", cuenta a Infobae sobre este primer escrito que fue el puntapié inicial para su primer libro.
Sexo Literario
Nina practica el sexo literario, el cual explica como escribir mientras se tiene sexo, antes o después. "Al principio quería crear demasiado adentro de un telo y a veces les decía a mis clientes 'Che, ¿te puedo regalar 15 minutitos, pero me dejás escribir un segundo?'. Me miraban como diciendo '¿Estás cortando un polvo para ponerte a escribir?' ¡Sí! Algunos me piden que les mande el poema que me salió cuando estábamos juntos", asegura.
"Mamá, soy prostituta"
Nina le contó a su mamá lo que hacía, seis meses después de su primer trabajo como meretriz, la mujer pensaba que daba talleres de escritura en un sindicato. Con su papá nunca lo habló, sin embargo, cree que ya lo sabe.
Sus hermanos también lo saben y lo aceptaron, pero Nina explica que no puede contarles detalles porque todavía están en un proceso de aceptación.
Por su parte, el papá de su hija lo supo desde el primer momento y en la solicitud del jardín escribió en profesión: "Trabajadora sexual/ escritora".
Un trabajo sin derechos
La prostitución es hoy una profesión que no está reglamentada, por lo que no tiene aportes jubilatorios ni derechos laborales, desde AMMAR pelean por un doble sinceramiento: el fiscal, que les permita facturar por su trabajo, y el de la sociedad. "Ni siquiera todos los clientes se quieren reconocer como clientes, menos los hombres, porque automáticamente la sociedad los apunta putañeros. Y sí, es putañero, pero aguante porque nos está dando de comer", reflexiona.
A Nina le pagaba la obra social un cliente pero tuvo que cortar el vínculo porque el hombre se enamoró de ella y ahora se quedó sin servicio de salud.
Sexo y discapacidad
Nina cuenta que existe una gran preocupación en padres y familiares de personas con discapacidad en torno a la sexualidad. Hay cuidadores que la contratan porque sienten que la persona necesita sentir placer sexual y ella revela que hay compañeras que están exclusivamente trabajando con personas con diversidad funcional.
"Hay cosas que tenés que evaluar antes, como por ejemplo la fuerza y si tendrás ayuda: me ha pasado ir a un encuentro y no poder aguantar la silla de ruedas. También no aguantar el peso del cliente", reconoce Nina.