El aumento de casos de coronavirus pone en duda si las clases deberían o no comenzar de modo presencial. Vía Pérez consultó al Director del Colegio Nuestra Señora de Luján de Rosario, Luis Tesolat, Licenciado en Historia, Director y Fundador del Instituto de Educación para el Desarrollo Personal (INED), sobre qué cosas rescatamos de la pandemia desde el punto de vista educativo.
“Días atrás, una amiga me preguntaba: “¿cuándo volvemos a casa?”. Estábamos hablando sobre la vuelta a clases, la incertidumbre acerca de la presencialidad o la virtualidad y una larga lista de etcéteras. La pregunta que ella quería hacer era ¿cuándo volvemos a clases? pero, parece que el subconsciente la traicionó… De todas maneras, ese involuntario error de confundir colegio con casa me despertó algunas reflexiones, destacó Tesolat.
El fundador del INED comentó que hay sucesos que no dependen de nosotros, vienen dados, por ejemplo, la pandemia. “Ninguno de nosotros hizo nada para que surgiera el Covid-19, y mucho menos hemos tenido la intención de que este se transforme en un flagelo para toda la humanidad”. Se refirió a que depende de cada uno de nosotros cómo queremos enfrentarlo: “no podemos modificar lo que pasa pero sí el cómo queremos que nos pase. Entender esto es comenzar a ser un poco más felices. Cuántas veces nos preocupamos de cosas que nos exceden –”las grandes cuestiones de la humanidad”- olvidando que sólo está a nuestro alcance el día a día, el hoy y ahora, lo que llevamos en las manos”, subrayó el profesional.
Somos responsables de nuestra educación personal
“Que los sucesos nos afecten más o menos, y durante cuánto tiempo, es algo que compete a uno mismo. Dicho de otra manera: no somos responsables de la educación mundial, pero sí de nuestra educación personal y, si eres papá o mamá, de la educación de tus hijos, al menos hasta cierta edad”, añadió.
Tesolat se refirió a que el virus puede hacernos replantear si comenzarán o no las clases ahora, después o más tarde, si serán virtuales o presenciales, o como fuera, pero nada ni nadie puede impedir que nos eduquemos: ¿o sí?. “A veces tengo la sensación de que confundimos el “volver a clases” como antes –hoy esto está en manos del virus lamentablemente-, con el “volver a educarnos”, como si tuviéramos que pedir permiso a un Ministerio o a un gremio docente para recibir educación. Cada uno sacará sus propias conclusiones y sabrá si es libre o esclavo”, remarcó.
Durante muchos siglos la educación del Occidente estuvo en manos de filósofos y de sabios monjes en el Oriente y tanto unos como otros buscaban enseñar algo útil, o bien, enseñar a pensar y pensarse, considerado como lo más útil de todo, y la relación entre el educador y educando era la de maestro-discípulo. “Por aquellos siglos la humanidad era muy simple (palabra muy alejada de lo que hoy podemos considerar ignorancia), libre y con pretensiones claras: saber y saber hacer eran sinónimos de una existencia feliz. Nadie se preguntaba si se volvía al aula para aprender. Y se enseñaba. Y se aprendía. En aquellos primeros tiempos no había escuelas, ni colegios, ni universidades, ni Ministerios, pero los hombres se educaban”, explicó el docente.
Invitando a la reflexión continuó. “Con el tiempo los hombres dejaron la simpleza. Los nuevos actores educativos se hicieron “indispensables”, tanto que parecen decirnos “sin mí no podéis hacer nada”. ¿Será a ellos a quienes les preguntamos si habrá clases o si volveremos a clases? ¿Acaso nos dejarán volver a clases? Quizás la pandemia nos esté mostrando, con toda su crudeza, que debemos cambiar el viejo paradigma de que sólo en tal o cual lugar se enseña y se aprende, o sea, se educa. Ampliemos la mirada y salgamos de la trampa de pensar que extra educationem curabitur aliquet ultricies nulla: fuera de las aulas no hay salvación (perdón, educación…)”.
Un llamado a repensar la manera de educar
El Licenciado aclaró que esto no pretende ser una crítica a los gobiernos sino un llamado a repensar la manera de educar, y retomó con una pregunta: ”¿qué modelo de educación estamos necesitando? Lo que tenemos, ¿sirve, no sirve, sirve algo? Más que poner el foco en si debemos volver al aula como una especie de destino fatal, o una vuelta al viejo esquema que tememos dejar, o la disyuntiva de virtualidad y presencialidad, deberíamos replantearnos si vamos a enfrentar tiempos nuevos con modelos viejos, como si pensáramos que la solución que la nueva humanidad busca se decide en un volver a las aulas de manera presencial, virtual o híbrida”.
La última palabra la tiene el ser humano
En este marco, Tesolat, ejemplificó que hacemos lo mismo que el avestruz: “cuando tiene miedo y no sabe qué hacer, pone la cabeza en un agujero pensando que así el peligro desaparece porque no se ve. ¿Queremos ver o queremos ver igual? Vale la pena mirar donde antes no miramos, o donde dejamos de mirar, o pensar en los espacios vacíos que queremos llenar. Más que pensar desde lo que nos robó la pandemia la invitación es a pensar desde lo que nos mostró la pandemia: la supervivencia del hombre requiere que la educación se adapte. Y eso, al igual que en los primeros tiempos de la humanidad, depende de cada uno y de cada una: la última palabra no la tiene la pandemia sino el ser humano”, finalizó.