Se cumple un año del Decreto de Necesidad y Urgencia anunciado por el presidente Alberto Fernández, quien a través de cadena nacional anunciaba el ingreso del Aislamiento, Social, Preventivo, y Obligatorio (ASPO), en todo el territorio nacional. Horas antes de las 00 podia ver en mi ciudad solo personas corriendo. Farmacias, supermercados, kioscos y cajeros de bancos eran los más concurridos en busca de provisiones para esos días que serían largos (medida anunciada hasta el 31 de marzo inclusive), hasta yo, siendo profesional esencial pasé por las góndolas y crucé palabras con los vecinos, ese y los días siguientes cuando comenzó a terminarse el stock la gente volvió a sumarse en largas filas por alimentos, agua y papel higiénico.
En lo personal, viví situaciones de mucha emoción, cada noche bajar para filmar, ventanas y balcones de edificios donde nos uníamos con cada estrofa del “Himno Nacional Argentino”, con la esperanza que en pocos días todo volvía a la normalidad. Creo que pocos imaginaron lo que se tuvo que transitar. Ver las calles patrulladas de Fuerzas de seguridad, altoparlantes día y noche recordando resguardarse en sus casas, trabajar con modalidad remota, y la necesidad de querer reencontrarse con el otro cada día, fue sin dudas lo más difícil de sobrellevar.
Desde mi rol profesional y personal, al igual que cada ciudadano, la pandemia declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), nos hace cada día sobrellevar una nueva forma de vivir.
Hablar hoy, al cumplirse un año del ASPO, todos hablan de la incertidumbre, las múltiples consecuencias, laborales y de salud, y hasta la pérdida física de personas queridas. Desde VíaGualeguaychú quisimos saber qué piensan los vecinos, ciudadanos, profesiones, hombres y mujeres de diferentes edades, de este año atípico, y cuales son las expectativas.
En diálogo con Valeria Imas de 45 años de edad, quien trabaja en una entidad crediticia, nos dijo; “Yo el 18 de marzo, estaba trabajando en Buenos Aires, en la oficina, me entero del decreto, agarré mochilita del trabajo con la compu, otra con ropa y me vine para Gualeguaychú. No pensé que iba a ser tan largo esto, de hecho me traje una mochila con re poca ropa, cuando no podía volver a viajar a Buenos Aires tuve que salir a comprarme ropa aquí en la ciudad. En cuanto al encierro, estando aquí en mi ciudad, yo no lo viví tan mal, porque había cosas que podíamos hacer, como ir al campo o al río, lo pude sostener bastante bién. Si me hubiese tocado estar en Buenos Aires encerrada, hubiese sido muy diferente. Actualmente sigo trabajando “remoto”, no he regresado a la oficina, se supone que comenzamos en abril fase 3 y deberé viajar cada 15 días”.
José, empresario gastronómico de Gualeguaychú, con varios trabajadores a cargo, “Considero que fue una de las situaciones más difíciles que me ha tocado vivir. Inicialmente sentía la esperanza de ver el salon lleno, pero fueron pasando los días y eso no pasó. La incertidumbre de ver cada día cómo afrontar sueldos, impuestos y el no querer bajarme del barco. Pasaron muchas cosas por mi cabeza, y mucho dolor por no poder responder como empleador. Hoy somos 12 familias sin empleo, tuve que cerrar, vender la propiedad para pagar las deudas”. “Creeme que esto es muy doloroso, a mi me cambió la vida”, expresó el gualeguaychuense al finalizar.
Otro de los diálogos fue con Julieta, 23 años, estudiante universitaria: “El día que se decretó el aislamiento sentí tristeza. Fueron pasando los primeros días, y hasta me sentí tranquila, cuidada y en familia. Luego del primer mes comencé a ponerme mal, incómoda, preocupada, al tomar dimensión de la problemática”.
“Actualmente trato de ayudar a mi familia, que al igual que muchas personas, sufren necesidades, no solo personales sino económicas, mucha gente está desempleada. En mi caso no pude volver a vivir sola ya que sostener hoy un alquiler es casi imposible”. Y que pienso sobre el futuro; no planeo demasiado, creo que esto va para largo, solo deseo que mi familia esté bien y que pronto esto sea solo un mal recuerdo”, expresó la joven.
Carina 47 años, docente especial. “Estaba preparando material de mi trabajo en casa, sentí un poco de angustia y temor por no saber cómo sería todo. Al principio pensé que sería solo durante el invierno. Después me cuenta que era por más tiempo. Llevamos bastante bien el encierro en casa los adolescentes en momentos se resistían al hecho de poder encontrarse con sus amigos”.
“Hubo familias con niños y adolescentes con trastornos del espectro autista (TEA) con mucho stress y desgaste emocional. Como referente del grupo solicite en reiteradas oportunidades excepciones para que los chicos puedan realizar caminatas ahora también con el regreso a la presencialidad muchos chicos se vieron discriminados y que no se respeta lo acordado en el documento 9 de la provincia ni el artículo Nº8 de la resolución del CFE que dice que los alumnos que no puedan usar el barbijo de manera permanente deberán guardar mayor distancia (2 metros de docentes y compañeros), expresa Carina, agregando; “Nos costó un poco la VIRTUALIDAD sobre todo en lo escolar pero entendimos que era necesario”.
Finalmente comparto el diálogo con Mercedes, empleada de comercio; “Me enteré trabajando, fue muy triste, sacamos todo de vidriera y empapelamos, a las 20 horas nos fuimos a casa, llorando por supuesto, fue feo. Pero fui una privilegiada porque igual seguía cobrando. El encierro no lo sufrí mucho ya que buscaba cosas para hacer, pero la incertidumbre de no saber que iba a pasar, y el no ver las personas que uno quiere eso fue lo peor. Pero por suerte tengo trabajo, estoy sana y mi familia también”