El vino es una bebida refinada, muchas veces, protagonista de las más importantes cenas íntimas, con amigos o de eventos sociales. Por eso, su elaboración y conservación debe ser precisa para garantizar el sabor justo al paladar.
Preservar el vino del contacto con el aire, evitar el oxígeno y el emplear de manera justa del anhídrido sulfuroso (sulfitos) evitan el desarrollo de microorganismos que encuentran su caldo de cultivo ideal en vinos debilitados, desequilibrados, con restos de azúcares, cortos de acidez o de alcohol y evitan que ocurra lo que comúnmente denominamos vino picado.
Para quienes poco saben de vinos pero les apetece una copa en ocasiones especiales, hay una serie de factores que pueden ayudar a detectar un vino picado y pedir el cambio inmediato.
Si el vino huele y sabe a vinagre de manera inconfundible, el vino se encuentra en mal estado y debe ser rechazado, solicitando su cambio pero el problema está cuando dudamos y no logramos darnos cuenta si realmente está picado o si, simplemente, su gusto es así. Veamos cómo nuestros sentidos pueden ayudarnos a definir la situación.
La vista
Si el vino está feo, lo más probable es que lo veamos turbio, carente de brillo y con una capa extraña en su superficie, esto último no ocurre en todos los casos.
El olfato
En caso de que esté picado vamos a sentir un intenso olor a manzana podrida, a quitaesmalte u otros productos químicos. Será tal vez el sentido que más no ayude a darnos cuenta.
El gusto
Un vino picado no tendrá sabor frutal y floral agradable, se resalta, precisamente, el ácido no frutal de la bebida y se sentirá la aspereza provocada por el acetato de etilo y el ácido acético. Si la primera señal es la acidez, sin dudas, está malo.
Si el vino lo vamos a comprar para compartir en una cena en casa es recomendable ir a una tienda o vinoteca que especialmente se dedique a la buena conservación de la bebida, es poco probable que haya problemas; si en cambio se pide en un restaurant, ahí sí debemos poner mayor atención.