La llegada de Amaranto, el segundo hijo de Evaluna Montaner y Camilo Echeverry, el 1 de agosto de 2024, trajo consigo una serie de desafíos y ajustes en la vida familiar. A pesar de que el parto de Amaranto fue notablemente más rápido y menos complicado que el de Índigo, la reciente mamá tuvo que seguir un riguroso período de reposo que impactó profundamente su relación con su hija mayor, Índigo.
Evaluna estuvo alejada de su hija mayor, Índigo, por 40 días
Evaluna, bajo la recomendación de Dana, la partera de confianza de la familia, tuvo que guardar reposo absoluto durante 40 días para asegurar una recuperación completa tras el parto. Esta recomendación se debió a la necesidad de dar tiempo a su cuerpo para sanar adecuadamente, a pesar de que el nacimiento de Amaranto fue significativamente menos complicado que el de Índigo.
En contraste, el parto de su primera hija fue un proceso arduo, marcado por complicaciones como una presentación complicada que hizo que el proceso fuera más prolongado. Durante este tiempo, Evaluna se vio limitada a esfuerzos mínimos, sin poder levantar nada que no fuera su bebé recién nacido, Amaranto, que al nacer pesaba entre 6 y 7 libras. Esta restricción tuvo un impacto notable en la rutina diaria con Índigo.
La íntima conexión de Evaluna con su hija Índigo
El contacto físico entre Evaluna e Índigo había sido una parte fundamental de su relación. La mamá solía cargar a su hija para saludarla, despedirse, jugar, y realizar múltiples actividades diarias. La imposibilidad de levantar a Índigo durante el período de reposo creó una brecha en su vínculo, una situación que no solo afectó a Evaluna, sino también a la pequeña Índigo, que se vio privada de su contacto y atención habitual.
Sin embargo, el día 40 de reposo marcó un regreso muy esperado. Evaluna y su hija finalmente pudieron reanudar su relación cercana y física. En una emotiva narración, Camilo compartió cómo Índigo esperó ansiosamente el momento en que su madre podría nuevamente levantarla y jugar con ella como antes. La emoción del reencuentro fue palpable, y el momento fue capturado en video, marcando un hito en la historia familiar.
Camilo reflejó en su relato la importancia de estos momentos íntimos y cómo las pequeñas victorias, como el regreso del contacto físico, son recordadas con cariño. “Índigo sabía exactamente, y sin saber leer calendarios, cuál era el símbolo y el cuadrito exacto que indicaba el día en que su madre iba a poder meterse a la tina caliente”, describió Camilo, destacando la alegría compartida en La Colmena, el hogar familiar.