En mayo de 1982, el entonces subalférez Oscar Rodolfo Aranda viajó a las islas junto con el escuadrón de la Gendarmería, que sería bautizado como "Alacrán", y fue parte del heroico combate desigual contra las fuerzas británicas. De regreso al continente en el buque Canberra, trajo oculta en su chaleco la bandera argentina que hoy se conserva en el museo de esa fuerza de seguridad.
En mayo de 1982 Aranda se encontraba cumpliendo funciones como gendarme en la localidad santacruceña de El Calafate, cuando junto con una treintena de compañeros fue convocado para prestar servicio en las islas Malvinas, tras el estallido del conflicto bélico con el Reino Unido. Fueron trasladados en un vehículo Unimog hasta Comodoro Rivadavia y, desde allí, en un avión Hércules, que tocó suelo malvinense la noche del 28 de mayo. Ese fue el último vuelo que pudo ingresar a Malvinas.
Era en ese momento subalférez de la Gendarmería Nacional, fuerza de la que llegó a ser comandante general y a ocupar la Dirección General de Operaciones, antes de pasar a retiro en 2013.
Sobre por qué decidieron bautizar al grupo como "Alacrán", explica Aranda que "el alacrán es un bicho que pica y se va, ataca y se retira; ese era y sigue siendo el precepto de las tropas especiales de la Gendarmería". Decidieron plasmarlo en una bandera argentina de plástico, a la que adosaron con cinta de electricista negra la leyenda "Gendarmería Nacional. Esc. Alacrán".
El bautismo de fuego del Escuadrón Alacrán llegaría el 30 de mayo de 1982, apenas dos días después de haber aterrizado en Malvinas. La difícil misión que les tocó fue en el Monte Kent, en la isla Soledad, y el movimiento consistía, tal como recordó Aranda, en "el traslado de la sección de tiradores para prestar seguridad a una zona peninsular en la que podía haber un ingreso de tropas inglesas". "Había que llegar, permitir que nos sobrepasaran los ingleses, abrir fuego y volver combatiendo hasta la zona de ingreso a Puerto Argentino, con el objetivo de ocasionar la mayor cantidad de bajas posible", detalló. Sin embargo, el helicóptero en el que se desplazaban fue alcanzado por un misil, que rozó el rotor de la cola y provocó el desequilibrio del aparto. La pericia del piloto evitó que se estrellara y logró que el helicóptero cayera de nariz y se recostara sobre su puerta derecha.
Desde allí volvieron caminando a Puerto Argentino. A Aranda se le prendió fuego el uniforme, pero no tuvo heridas en la piel. Solo sufrió el desgarro de los músculos del estómago, ya que un compañero suyo se había abrazado a sus piernas al momento de salir del helicóptero. El escuadrón sufrió, en esa primera operación bélica, seis bajas: las del primer alférez Ricardo Julio Sánchez, el ya mencionado subalférez Guillermo Nasif, los cabos primeros Marciano Verón y Víctor Samuel Guerrero, el cabo Carlos Misael Pereyra y el gendarme Juan Carlos Treppo.
Aranda cumplió exitosamente con la última misión que le había encomendado su jefe cuando aún estaban en las islas Malvinas: traer de regreso al continente la bandera argentina del Escuadrón Alacrán.
El 19 de junio de 1982, tres días después del fin de las hostilidades, los miembros del Escuadrón Alacrán estaban de regreso en Puerto Madryn y traían consigo la bandera argentina, que hoy ocupa un lugar de privilegio en el Museo de la Gendarmería Nacional. "Yo sigo siendo el abanderado del Escuadrón y el subalférez de esa época", dice Oscar Aranda, quien también conserva en su actual despacho de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), en Ezeiza, el casco que utilizó en Malvinas.