Jonathan Romo era un vecino de 36 de años de la ciudad de La Falda. El pasado domingo 10 de julio fue arrestado violentamente en la vía pública y finalmente murió en la comisaría local. Días más tarde, la autopsia reveló que había muerto por asfixia mecánica.
La forma en que murió y los vídeos sobre su detención, guardan una profunda relación con el asesinato de George Floyd, ocurrido en mayo de 2020 en la ciudad de Minneapolis (Minnesota), Estados Unidos. En aquel momento la muerte de Floyd fue repudiada en todo el mundo y puso en tela de juicio el modo de acción que tiene la policía estadounidense, sobre todo para con ciudadanos de la comunidad afroamericana.
Lo cierto, es que en ambos casos se encuentran similitudes respecto al resultado de las autopsias, la forma en que se conocieron sus detenciones, la brutalidad policial y la discriminación.
Autopsias. El informe médico de Floyd indicó que la causa de muerte se generó tras “la sumisión, la restricción y la compresión del cuello” que sufrió cuando estaba siendo arrestado el 25 de mayo de 2020. Por su parte, la revisación forense de Jonathan Romo probó que el joven sufrió una muerte violenta y que su deceso se produjo por “asfixia mecánica”.
Discriminación. George Floyd era un ciudadano de raza afroamericana, y frente al despiadado accionar de la policía, el mundo entero puso en discusión la discriminación racial, que aún funciona en Estados Unidos. En cuanto a Romo, si bien la dimensión discriminatoria no aparece claramente, se ha puesto en tela de juicio la situación de adicción que padecía el joven.
Lo cierto es que la policía de Córdoba cuenta con un protocolo específico para tratar a las personas con algún tipo de adicción. Dicho protocolo no fue respetado, y lo más grave es que desde algunos discursos aún intentan legitimar el accionar policial, escudándose en algo así como que “la policía no puede lidiar con adictos”.
Policías implicados. Derek Michael Chauvin, de 55 años, fue identificado como el agente que inmovilizó en el suelo a Floyd y lo asfixió arrodillándose sobre su cuello. Sobre él pesaban 18 denuncias por abuso policial.
Respecto a los policías que participaron en la muerte de Romo, aún no se conoce la identidad, pero se supo que no es la primera vez que el vecino de La Falda, había padecido violencia brutal por parte de la policía, ya que en diciembre pasado les habían perforado un riñón a golpes. En aquel momento, el hombre realizó la denuncia correspondiente, sin embargo, desde la fiscalía correspondiente, comandada por Paula Kelm, no investigaron y el hecho quedó en la nada.
Asimismo, la noche que mataron a Romo, el Tribunal de conducta policial se hizo presente en la dependencia de La Falda y al otro día apartaron de su cargo el jefe de la departamental, Diego Bracamonte y a 6 policías, que posteriormente fueron detenidos.
Vídeos como pruebas. En ambos casos, una de las pruebas más contundentes para juzgar a la policía fueron vídeos filmados por transeúntes en la vía pública. El registro de la detención de Floyd permitió que la institución policial no pueda tapar el brutal accionar de los efectivos, aún sin que el detenido opusiera ningún tipo de resistencia. Cabe recordar que el hombre de 46 años fue asfixiado durante 8 y 46 segundos mientras rogaba a la policía que “lo dejen, que no podía respirar”.
En el caso de Jonathan Romo, el video que se conoció esta semana recuerda a las tristes imágenes del arresto de Floyd. Si bien el registro es un tanto más confuso y además, al menos para la prensa, no se habilitó el sonido, muestra claramente como los policías abusan de la víctima, quien está tirado en el suelo sin ningún tipo de intención de escapar o resistirse.
Lo cierto, es que el uso de los vídeos y la posibilidad que han brindado los smartphones, permiten registrar situaciones que dan cuenta de delitos, abusos y otras violencias. Se convierten en pruebas y aunque ponen en discusión muchas aristas de la ética periodística, no se puede negar que son una fuente testimonial de gran valor a la hora de hacer justicia.