Trabajadores de la línea B de subtes se mantienen en estado de alerta y asamblea permanente mientras esperan los resultados de estudios médicos que confirmen si fueron afectados o no por la presencia de asbesto en las formaciones.
Los empleados aseguran que esta situación podría traer consecuencias directas en el servicio, ya que los trenes que se rompen no se arreglan por el temor de los mecánicos a estar en contacto con las piezas que contienen el material tóxico.
En diciembre de 2018, la empresa estatal Subterráneos de Buenos Aires (Sbase) reconoció la presencia de piezas con amianto en los trenes que utiliza la mencionada línea. Se trata de un material poco perceptible, en forma de partículas en el aire, que si se respira a diario puede afectar el aparato respiratorio y hasta puede provocar cáncer.
En mayo del año pasado, Antonio Morán Canseco, un mecánico de los talleres de la red del metro de Madrid murió tras estar en contacto diario con este material. También Julián Martín Rebate falleció por este motivo, tras ser diagnosticado con cáncer pulmonar, y luego un jubilado del subterráneo madrileño perdió la vida en abril.
Todos ellos habían trabajado en los coches CAF 5000, los mismos que fueron comprados por el gobierno porteño en 2011 y que hasta hace poco tiempo circulaban en la línea B. El material sigue apareciendo en piezas de otras flotas, como los coches Mitsubishi que tienen más de 60 años de antigüedad.
Según los metrodelegados, solamente 17 de las 24 formaciones que deberían circular en la línea B continúan operativas. Sin embargo, desde Sbase aseguran que las formaciones en circulación son 21 y afirman que el servicio no corre peligro.