La inmigración venezolana elige el Centro de la ciudad para vivir

Se debe a las mayores posibilidades laborales. Además, ahora se pueden conseguir productos típicos del país caribeño.

Pedro Abreu vende sus empanadas venezolanas en el subte porteño (Germán García Adrasti/Clarín)
Pedro Abreu vende sus empanadas venezolanas en el subte porteño (Germán García Adrasti/Clarín)

Cada vez se siente más la presencia de venezolanos en el país. No sólo es frecuente encontrarlos atendiendo supermercados, hostels, barberías, estudiando en la facultad y hasta tocando música en los subtes. Incluso, ahora ya se pueden encontrar en las góndolas de los comercios, productos típicos de ese país caribeño, como harina de pan, o caraotas negras, los característicos porotos. Según una nota de Clarín el Centro es el lugar principal de llegada, y ya después se van trasladando a otros barrios de la ciudad.

La mayoría de los inmigrantes deben tener varios trabajos para poder sustentarse (Constanza Niscovolos/Clarín)
La mayoría de los inmigrantes deben tener varios trabajos para poder sustentarse (Constanza Niscovolos/Clarín)

"El microcentro puede marcar un poquito la tendencia del típico barrio latino", cuenta a ese medio, Esteban Gregoradis, un venezolano que desde hace dos años y medio vive en Argentina y trabaja en "Parados Urban food", un restaurante de la calle Lavalle al 900. Pero para muchos, la vida en Argentina no es fácil: muchos deben tener más de un trabajo, además de combinarlo con el estudio.

"El 70 por ciento de los que viven acá tienen formación profesional y generan más de un ingreso. Muchos apuntaban a instalarse en Chile, pero Argentina es menos exigente con la documentación. Y ya no necesitamos publicidad: solo vienen amigos, familiares o vecinos de los que ya están", dice a Clarín, Carlo Vespa, otro compatriota que trabaja en el hostel Springfield, de Sarmiento al 1500.

"Parados Urban Food" es uno de los lugares de encuentro para la comunidad venezolana (Constanza Niscovolos/Clarín)
"Parados Urban Food" es uno de los lugares de encuentro para la comunidad venezolana (Constanza Niscovolos/Clarín)

Sin embargo, la distancia con la tierra natal, se siente. "Hay venezolanos que lloran mientras comen mis productos. Me ven, se acercan y me dicen que llevan meses o años sin comer nuestras empanadas. Se acuerdan de la escuela, de sus abuelitas, de sus casas. Genero recuerdos", cuenta Pedro Abreu, al mismo medio, quien poco a poco pudo crecer con su emprendimiento gastronómico de empanadas venezolanas.

Fue un proyecto que comenzó con 50 dólares, como vendedor ambulante en la calle, y que pronto se convertirá en un restaurante. "Hoy me volteo y sé que encontraré un venezolano. Pero lo más lindo que encontré es la tranquilidad social: en Buenos Aires puedo subirme a un bus de madrugada, y sé que no va a pasarme nada. En Venezuela a las 20 teníamos que encerrarnos en casa", concluye Pedro.