No todos olemos lo mismo. Lo que para algunas personas son olores cotidianos y placenteros como el café, las flores, las tostadas o una rica comida casera, para otros pueden transformarse en un repulsivo hedor, llegando incluso a producirles náuseas.
Este trastorno se conoce como “parosmia”, un término médico utilizado para referirse a diversas distorsiones del sentido del olfato y es posible que podamos detectarlo si experimentamos una pérdida de intensidad del olor, lo que significa que no podemos reconocer toda la gama de aromas a nuestro alrededor debido a que hay una distorsión de los olores que nos gustaban, indicó la otorrinolaringóloga estadounidense Nicole Leigh Aaronson.
La mayoría de las veces, la alteración del olfato se acompaña de un trastorno del gusto y, en el último tiempo, hubo mayor repercusión por su asociación con el COVID-19, aunque la infección por coronavirus no es la única causa.
Otros trastornos:
- Hiposmia: reducción del sentido del olfato.
- Anosmia: la incapacidad de percibir olores.
- Fantosmia: oler algo que no está.
Causas de la parosmia
En la actualidad, se pueden señalar más de 100 causas para la parosmia, pero las más comunes, según información de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos son:
- Fumar.
- Pólipos nasales.
- Alteraciones hormonales.
- Traumatismos craneoencefálicos.
- Radiación por tratamientos contra el cáncer.
- Exposición a productos químicos o a medicamentos.
- Infecciones de vías respiratorias superiores, como sinusitis.
- Trastornos que afectan al sistema nervioso, como el párkinson o el alzhéimer.
Para darle solución a la parosmia, no hay un tratamiento específico, por lo cual los especialistas indican prescripciones acordes a lo que se supone que es la causa que dio origen al problema. A modo de ejemplo, a un fumador se le indicará cesar su tabaquismo, si hay pólipos nasales se procederá a su extracción y la sinusitis se tratará con antibióticos.
Qué ocurre en el cerebro de las personas con parosmia
La especialista Pinero Corredor indicó que para entender un poco más esta afección, hay que comprender cómo funciona el sentido del olfato. La capacidad de oler inicia en las neuronas sensoriales olfativas, que se encuentran en la parte interna superior de la nariz. Desde allí, conectan el estímulo con el cerebro, como explica el libro Fisiología humana de Fernández-Tresguerres y colaboradores.
Cada neurona olfativa tiene un receptor, que se estimula por las moléculas liberadas en el entorno. El mensaje llega al cerebro y allí se identifica el olor. Esta identificación implica cuestiones subjetivas, como los recuerdos. Es diferente a la identificación puramente química que se realiza, por ejemplo, en la industria alimentaria o en la de perfumería, como relata la Universidad Veracruzana.
Ahora, en una persona con parosmia no está del todo claro el proceso y depende de la causa subyacente. Sin embargo, los expertos coinciden en la asunción de que hay una pérdida parcial de las neuronas olfatorias, lo que provoca una percepción incompleta del olor. El síntoma más usual siempre es el cambio en la percepción de los olores de una manera desagradable. Los olores que nos agradaban se perciben como algo podrido o quemado. Una rosa o una flor pueden oler a heces. O pensamos que lo que estamos cocinando se está prendiendo fuego.