Momentos de terror padecieron los integrantes de una familia del barrio Caballeriza, de Oberá, al ser agredidos por una patota que los lesionó, amenazó de muerte y ocasionó serios daños materiales en su vivienda. Incluso, uno de los atacantes ingresó al domicilio e intentó robar un equipo de música. El hecho se registró el último jueves, alrededor de las 20.30, en perjuicio de Richard Coito (41), su esposa y sus tres hijos menores de edad.
Ante la gravedad del caso, el jefe de familia anticipó su intención de vender su propiedad y mudarse a otro barrio, puesto que son víctimas de constantes ataques por parte de un grupo de personas que residen en el mismo barrio.
“Hace cuatro años nos mudamos a este barrio y siempre tuvimos problemas. El que más sufre es mi hijo mayor, de 17 años, porque no se junta con los que andan en la droga y otras cosas. Mi hijo es un chico sano, estudia y va a la iglesia, y eso les molesta. Le dicen pastorcito, lo golpean y amenazan”, lamentó el padre de familia a El Territorio.
El hombre adelantó que se irán del barrio y que su casa está a la venta. "No podemos seguir viviendo así y ya tomamos la decisión de mudarnos de barrio. Sufrimos demasiado, tengo miedo de reaccionar mal y perjudicar más a mi familia. Hay mucha gente buena en el barrio, pero los malos hacen lo que quieren y vivimos una pesadilla constante", afirmó.
Sobre la agresión del lunes, Coito fue contundente. “Nos atacaron porque somos evangélicos y no estamos metidos en la droga”, señaló.
Comentó que alrededor de las 18.30 regresó de su trabajo en construcción y se sentó a tomar unos mates con su señora en el frente del a casa. También estaban sus hijos. En un momento dado pasó un grupo de jóvenes y comenzaron a insultar, como es habitual, pero esta vez estaban más exaltados que lo habitual, según precisó y agregó que los agresores estaban completamente sacados y que una docena de personas atacaron su casa con palos y piedras. El muchacho de 17 años recibió un piedrazo en la cabeza, el padre lo cubrió y padeció una andanada proyectiles en varias partes del cuerpo.
“Fue una lluvia de cascotes y palos, rompieron los vidrios de un modular y una ventana. La casa es de madera y en un momento pensé que tumbaban. Cada tanto paraban y salían corriendo, pero después volvían. Así como tres veces y cada vez eran más”.
El propio Coito llamó al 911 y enseguida asistió una patrulla. Incluso, al arribar el móvil policial uno de los agresores abandonó un equipo de música que segundos antes sustrajo del domicilio asaltado.