La mendocina Mónica García, de 35 años, nació en San Rafael y estudió en Córdoba la carrera Farmacia en la Facultad de Ciencias Químicas. Posteriormente, se transformó en una excelentísima investigadora, con título de grado, doctorado y cuatro posdoctorados e ingresó como investigadora al Conicet.
Preocupada por el cáncer de mama -porque es la primera causa de muerte por tumores en mujeres- se propuso desarrollar plataformas nanotecnológicas que consisten en materiales “nano” e inteligentes que permitan bajar los daños colaterales de la quimioterapia, como las náuseas, los vómitos, la caída del cabello, quemaduras en la piel con este método; a la vez que dichos procedimientos actúen sobre el tumor.
De qué se trata su investigación
Mónica contó a diario UNO que analiza comparativamente materiales formulados en nanopartículas (nanómetro es 1000000 de veces más pequeño que un milímetro) que “tienen componentes que pueden detectar algunas señales o estímulos en la zona del tumor y actuar frente a ellos para liberar luego el fármaco en el sitio del tumor”.
Esto sucede porque “los tumores tienen características particulares que son diferentes a las de los tejidos u órganos sanos. Cuando estos materiales detectan esos estímulos internos se comportan como sistemas inteligentes (“materiales bioresponsivos)”.
Pero también actúan frente a estímulos o señales externas, como pueden ser la acción de un campo magnético (“imán”) o la acción de la luz, que hacen que se genere calor (hipertermia) en la zona del tumor, y lo que esto provoca es favorecer la liberación del fármaco en el sitio exacto de acción tumoral”.
Otra cuyo componentes es “un polímero que tiene la capacidad de direccionar estas plataformas específicamente hacia el tumor. Esto también aporta para que la terapia se dirija más selectivamente al sitio en donde se requiere la acción terapéutica”.
Por lo tanto, estos estímulos, “permiten que el fármaco anticancerígeno contenido en estas plataformas nanotecnológicas se libere y actúen en el tumor. Esto evita o minimiza el daño en otros órganos o tejidos sanos, reduciendo los efectos adversos asociados con la terapia del cáncer”.
Cómo se usan estas nanopartículas
Pueden pasarse de la sangre al tumor (esto se conoce como extravasación) y se pueden acumular allí para que el fármaco anticancerígeno actué. Según confía la especialista, estos aumentan su eficacia frente a las células tumorales de mama, por lo que se podrían utilizar dosis cuatro veces más bajas para el tratamiento.
Estas plataformas tienen la ventaja de ser compatibles biológicamente, es decir, que no afectan a las células de la sangre ni tampoco a las células normales de las mamas. Lo cual ofrecen mayor seguridad en el tratamiento, reduciendo los efectos adversos.
Los resultados obtenidos han sido muy alentadores y la intención es continuar con las investigaciones para evaluar el desempeño de estas plataformas. Además, dijo García que pueden ser utilizadas frente a otros tipos de cáncer, expandiendo su potencial terapéutico; además de poder cargar otro tipo de fármacos, por ejemplo, para el tratamiento de infecciones.
El objetivo es que este sistema se dirija al lugar puntual del tumor y actúe directamente sobre él, sin dañar otros órganos.