El queso es uno de los alimentos más consumidos por los argentinos. Este producto suele guardarse en la heladera envuelto en film o papel aluminio, sin embargo, este hábito resulta poco efectivo a la hora de preservar sus condiciones y que dure más tiempo. Existe una manera más fácil y eficiente de conservar este alimento.
Los materiales como el film, el papel aluminio o los envases de plástico no son los más adecuados para guardar el queso ya que favorecen la pérdida de humedad o provocan una acumulación excesiva de agua, lo que altera su sabor y su textura.

Cómo conservar el queso fresco y que no se pudra en la heladera
Como cualquier lácteo sin procesar, el queso requiere condiciones específicas para mantener sus propiedades. Aunque también existen motivos por los cuales puede descomponerse con mayor rapidez: cambios de temperatura, contacto con otros alimentos o aislamiento total del aire puede generar una capa dura, sabor rancio o la aparición de hongos.

La clave para conservar el queso de la mejor manera está en permitir que el producto respire, sin exponerlo directamente al aire. Por eso, la forma ideal para guardarlo es con una ventilación controlada y protección frente a la humedad excesiva.
Para conservar quesos (especialmente los semicurados o curados, como gouda, cheddar o parmesano) consiste en envolverlos con un papel especial para quesos. Este material se puede conseguir en fiambrerías grandes o tiendas especializadas y cuenta con una superficie porosa que regula el paso de aire y humedad, lo cual permite que el queso madure lentamente sin resecarse ni generar moho.
Sin embargo, si no es posible conseguir ese papel, hay algunas alternativas viables. Un truco casero para conservar el queso es envolverlo en papel vegetal o papel para hornear, que ofrece propiedades similares. Además, es muy importante evitar materiales plásticos como tapers o contenedores que cierren de manera hermética o impidan cualquier ventilación.

Una vez envuelto el queso en este papel especial, se recomienda guardarlo en un recipiente con tapa que no selle por completo, o cubrirlo con un paño de algodón limpio. Esto protege el producto sin cortar por completo el flujo de aire necesario. También puede utilizarse un frasco de vidrio o un táper, siempre que el cierre no sea total.
De esta manera, el queso se mantiene fresco durante más días, conserva su textura y evita alteraciones en su sabor o que se pudra, ya que se permite que el producto respire y continúe su proceso natural sin acelerarlo ni interrumpirlo.