María Becerra se prepara para lanzar Quimera, el álbum que promete marcar un antes y un después en su carrera. Pero detrás de la expectativa y la estética poderosa, hay una historia que la propia artista decidió contar con total honestidad: el disco nació en un contexto de dolor extremo, tras atravesar dos embarazos ectópicos y quedar al borde de la muerte en el segundo.

Cómo se gestó el nuevo álbum de María Becerra
En una charla reciente, la artista explicó que ese período la dejó sumergida en un “agujero negro de tristeza”. Intentar crear desde ese lugar, dijo, la confrontaba con una vulnerabilidad que no estaba lista para mostrar. “Estaba como en un agujero negro de tristeza y no quería que se me escuche así de vulnerable. No quería exponerme de esa manera. Nunca quise sacar esas canciones, ni las voy a sacar nunca”, confesó Becerra.
La imposibilidad de conectar con su propio dolor la llevó a buscar un camino alternativo. Y ahí surgió la clave del álbum: la creación de personajes que funcionaron como un refugio, un puente entre lo que sentía y lo que podía expresar sin romperse.

Quimera llega este 20 de noviembre y la expectativa es enorme. El proyecto aparece como el más personal, aunque paradójicamente se construyó desde personajes ajenos a ella. Justamente esa contradicción lo convierte en un trabajo tan singular: María encontró en la ficción un modo de contar una verdad que todavía dolía demasiado para enfrentarla de frente.
Los alter egos que dieron vida a Quimera
María contó que estos personajes no fueron solo un recurso creativo, sino una tabla de salvación. “Estos personajes fueron un escudo para mí”, reveló. A través de ellos encontró la manera de componer sin tener que exponerse emocionalmente en su versión más frágil.

Cada alter ego representa una energía distinta: Shanina, la más soñadora; Jojo, la intensa y rebelde; Maite, la seria y estratégica; y Gladys, la descontracturada y cercana. Esa combinación construyó el universo conceptual de Quimera, que no solo adelanta un sonido renovado, sino una narrativa interna donde todas esas identidades dialogan y se complementan.

El proceso, según la artista, “destrabó” su capacidad de escribir. Fue recién desde la piel de “otras personas”, como ella misma lo describe, que logró liberar melodías y letras que parecían inaccesibles mientras luchaba por reponerse emocionalmente.



















