Se frota los ojos, aprieta el puño y se pellizca para sentir la realidad, una realidad que lo acaricia, que le ha dicho "sos vos". Rodrigo Romero, de flamantes 30 años, natural de Río Cuarto, padre de tres hijos, de dos madres de quienes está separado, fue hasta los 28 un busca, un pibe que laburó siempre, que la remó, que tuvo que dejar el secundario "por vago pero también por necesidad" para llevar plata a su humilde hogar. Cuenta que hizo "de todo con tal de conseguir un mango": changas, cargó bolsas, trabajó en una verdulería, en un frigorífico, fue camarero, che pibe y albañil, su último oficio antes de que fuera –insospechadamente- elegido para protagonizar "El Potro, lo mejor del amor", la película que evoca el devenir vital de uno de los grandes mitos de la música popular argentina.
"El destino lo quiso", "se alinearon los planetas", "algo bueno debo haber hecho", son algunas frases que suelta Romero, en el mano a mano con Rumbos, a la hora de encontrar explicaciones de cómo su vida sacrificada y laboralmente inconstante pegó un giro de 180 grados con apenas un "enter" en la computadora.
¿Cómo fue ese "click" en el teclado?
Por Facebook me enteré, en octubre del año pasado, que estaban buscando al protagonista de una película sobre Rodrigo, así que envié fotos de mi perfil, que tengo archivadas, pero sin la más mínima esperanza. ‘¡Qué me van a llamar a mí!’, pensé. Pero, de repente, esa misma noche la producción me hizo una videollamada para conocerme y comenzó esta gran aventura.
¿Vos siempre fuiste fan de Rodrigo?
Para mí el Ro es mi Dios, el número uno del cuarteto a nivel nacional. Y me sé todo de su vida, de hecho en mis redes sociales tengo acceso a muchas páginas del Potro, y así fue cómo me enteré que estaban buscando a alguien que lo personificara. “Estamos buscando al actor principal para la película de Rodrigo; si sos parecido, envianos tu foto a tal lado...”, decía el cartelito.
¿Y te llamaron contra todos los pronósticos?
Increíble. Me llamaron, me plantearon ir conociéndonos, me empezaron a pedir un par de cosas y así empezó la relación, que desembocó en la película y en una vuelta de página en mi vida.
Romero se expresa bien, es locuaz, ampuloso, amable y simpático, y exterioriza una alegría y entusiasmo propios del novato que todavía no adquirió ningún tic del universo de famosos. Él dice que llegó a Buenos Aires "para comerse el mundo, pero con humildad, respeto, estudio y trabajo". Desde febrero vive cómodamente en el barrio Recoleta y si bien extraña a sus hijos Ruby, Ryan y Romeo (sí todos con R, como él) y la tranquilidad de su Río Cuarto natal, está cautivado por las luces de la gran ciudad, e ilusionado por el abanico de alternativas que pueden aparecerle.
¿Cómo vas llevando estos meses en la Capital?
Por un lado me resultan difíciles porque mis hijos están lejos, aunque los veo porque voy yo o me los trae mi vieja. Por otro, estoy que me como las paredes, tengo una ansiedad y un vigor contenido. Quiero hacerlo todo, me encantaría empezar por la música, pero también me moviliza actuar. Sé que si soy constante y disciplinado, las oportunidades van a llegar.
En mayo y junio fue el rodaje de "El Potro…". ¿Qué hiciste después?
Nada, no podía hacer mucho, porque firmé un contrato de exclusividad y confidencialidad con la película, por lo que debía comprometerme a eso. Si bien me llamaron para hacer algunos shows como cantante invitado y también, por intermedio de Jimena (Barón), Tinelli pidió que fuera al “Bailando”, tuve que guardarme, que estar recluido.
¿Cuándo vas a quedar en libertad de acción?
Calculo que en noviembre. Ahí sí estaré disponible, escuchando alguna oferta, ojalá. Estoy como león enjaulado, no veo la hora de sentirme libre, pero lo digo bien. Estoy súper agradecido a la oportunidad que me dieron, por lo que tengo que ser un caballero y respetar lo acordado.
¿Pero tu idea es quedarte a vivir en Buenos Aires?
Sí, quiero quedarme en esta ciudad, creo que puedo cultivarme, crecer, estudiar, porque intuyo que algo grande puede llegar a pasar.
“Voy a luchar hasta que me convenza de que no sirvo. Y si este sueño se termina, aceptaré las reglas del juego”.
¿Se tolera el día a día en la gran ciudad?
Reconozco que es fuerte, impacta y al principio estaba aturdido… sacudido por este monstruo que es Buenos Aires. Pensá que yo no conocía nada, llegué por primera vez en noviembre cuando vine para hacer un casting y me encontré acá, me sentía una hormiguita. También fue la primera vez que subía a un avión, una sensación increíble… Me sentía importante, me siento importante, pero bien, porque tengo muy en claro quién soy y de dónde vengo. Cuando vuelvo a Río Cuarto sigo siendo el Rodrigo Romero que tiene las manos curtidas y callosas, no soy el cordobés que triunfó en la gran ciudad.
¿No?
Más bien que no, yo no hice nada por mérito propio. Yo tuve la suerte de ser convocado sólo por un parecido…
¿Cómo vas digiriendo el cambio de vida?
Hace un año que estoy en este túnel maravilloso que no sé adónde me va a llevar. Yo soy dócil y dejo que el destino decida… Pero mientras tanto es un cambio de vida que saboreo mucho, que ya no me pesa y que aprovecho. Pensá loco que me senté en la mesa de Mirtha Legrand… no lo podía creer. (Pausa) Igual algo de esto yo siempre imaginé…
¿Imaginaste, en serio?
No esta posibilidad, nunca imaginé que sería algo así, con una película, ni en mis más hermosos sueños, pero yo quería un cambio de vida, sabía que tenía que hacer algo, quizás ligado a la música para poder darles una vida mejor a mis hijos.
¿Venía complicada la mano económicamente?
En este país siempre todo es cuesta arriba, imaginate a mí con tres hijos, separado de las madres, aunque debo reconocer que son dos leonas. Ellas siempre laburaron y en cada relación hemos formado un equipo buenísimo. Pero me costaba llevar el mango a casa, yo les decía a mis amigos que algo iba a cambiar la mano…
Diste el paso más difícil que es entrar…
(Interrumpe) No, ese no es… El más difícil es que te llamen por segunda vez, porque ahí sí uno se da cuenta si sirve o si no… Creo que demostré que poniendo el lomo se puede: pensá que para filmar laburé 14 horas por día durante dos meses. Era el primero que llegaba al set y el último que se iba. Pero no me importaba sacrificarme por mi ídolo, la verdad es que la peli la hubiera hecho gratis, pero tengo tengo tres bocas que alimentar.
¡14 horas por día!
Sí, sólo tres para taparme los tatuajes. Mirá (se abre la camisa y asoman un collage indescifrable estampado en su piel).
Con esos tatuajes podrías ser uno más de la serie "El Marginal"…
Uy, me coparía, no sabés. Yo creo que puedo llegar a tener un perfil para un programa así.
¿Qué pasaría si las puertas no se abren?
Insistiré, voy a golpearlas hasta que me convenza de que no sirvo, pero mientras pueda la voy a pelear. Y si este sueño se termina, aceptaré las reglas del juego. Sé que no tengo la preparación suficiente, aunque esa carencia la reemplazaré con voluntad y sacrificio.
¿Estarías preparado para volver a Río Cuarto con las manos vacías?
(Risas) No, loco, yo no estoy preparado para nada, si yo no soy actor, ni cantante… Además, de volver, no sería con las manos vacías. Tampoco voy a sentir que fracasé, porque sé que lo mío fue una casualidad. Yo lo quiero todo, pero no espero protagonizar una tira de Suar, lo tengo claro y estoy curtido porque mi vida fue dura, nadie me regaló nada.
Pero, ¿cómo hacer para no creérsela?
Es que yo nunca me sentí el Rodrigo, nunca creí que podría ser parecido a él, que medía como dos metros y yo apenas 1.70. Estoy muy lejos de ser como él. De verdad que todo este momento en la cresta de la ola no me pasa, porque yo no soy actor, no pienso como un actor, tampoco tengo su lógica ni sus ambiciones. Sigo siendo el mismo pibe, con ganas de mejorar, de cambiar, de estudiar y de aprender. Entiendo que es una oportunidad que no quiero desperdiciar.
¿El colegio secundario no lo hiciste, no?
Me echaron en primer año, era un bandido y largué todo, me puse a laburar y no paré más hasta el año pasado. Estoy súper arrepentido de no haber seguido estudiando, un boludo total, yo lo padecí, porque me costó un huevo aprenderme el texto de mi personaje. Me costaba estudiar de memoria, mi cabeza había perdido entrenamiento, pero lo pude lograr porque iba con el guión a todos lados.
¿Cómo fue convivir con experimentados como Florencia Peña, Fernán Mirás, Daniel Aráoz y Jimena Barón?
Me sentí cuidado por estas bestias… . Fernán era como mi papá, me guiaba, me orientaba; Flor era como una típica madre, se preocupaba por mí y me bajaba los decibeles, y Daniel era el cómplice, ese amigo cordobés que siempre es necesario…
¿Y Jimena, de quien el romance traspasó la pantalla?
Qué locura, culeao… Increíble esa historia de amor. Compartir un set con Jimena fue lo máximo, yo estuve enamorado desde siempre… Ella como actriz y cantante es mi modelo a seguir, es una mina de armas tomar, de arremangarse y laburar.
¿Se lo dijiste?
¿Cómo? ¡Olvidate! El primer día de rodaje a Jimena le dije que siempre había flechado con ella…
¿Y ella qué te dijo?
¿La Jime? Ella es lo más, muy sencilla y la tiene clarísima. Yo quiero ser como Jimena Barón pero en versión varón.
¿Cómo es eso?
Ella es laburadora, con un talento natural. Actúa, canta y arrasa en las redes. Me pasa el trapo pero es mi faro y quizás en diez años pueda hablarle de igual a igual.
Duró poco el romance…
Duró lo que tenía que durar… ¿Qué te puedo decir? ¿Quién me quita lo bailado?
¿Y cómo pensás que te salió la interpretación?
Yo obedecí todo lo que me decía Lorena (Muñoz), la directora, le metí mucha pila, quería que me saliera perfecto, pero sé que a todos no voy a conformar.
¿Qué pensás que diría el Ro si viera la película?
Me diría: “Te saliste con la tuya, hiciste lo mejor jugando y dejándolo todo. Ahora disfrutalo, culiao”.