A la intensidad de verdes y turquesas que ofrenda la costa brasileña, Porto Seguro le suma un tornasol de amarillos, rojos y rosas plasmados en los monumentos y casitas preciosas de su casco antiguo. Declarada Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco, esta antigua ciudad carga sobre sus hombros parte importante de la historia brasileña, pues fue por aquí que entraron los portugueses a la región, en 1535, tomando contacto con sus pobladores originarios.
Más tarde, grandes cantidades de esclavos africanos fueron traídos a la "América portuguesa", dejando marcas profundas en la cultura del sur de Bahía, su música y su gustosa gastronomía. Los 85 kilómetros de aguas cálidas y arenas finas que la bordean, hacen de esta ciudad y sus playas un refugio inspirador para el descanso y la diversión, donde la comida huele a leche de coco, la naturaleza se desmadra en acantilados y las noches son patrimonio del calor y la música.
Trancoso, lujo y relax
La zona más exclusiva de Bahía se llama Trancoso, una villa pequeñita fundada por un colonizador portugués en 1586, que ahora es refugio para descansos fugaces de Messi y decenas de ricos brasileños y extranjeros. Durante casi cuatro siglos, Trancoso fue un apacible pueblito de casas de adobe colonial que quedaron abandonadas, pero en los años 70 fueron redescubiertas por hippies y el lugar ya no pasó desapercibido. Hoy, el caserío está pintado de colores y alberga un puñado exclusivo de posadas, galerías de arte y tiendas de ropa internacional, restós y barcitos con jardín al frente. El valor arquitectónico de la antigua Iglesia de Sao Joao dos Indios y de estas construcciones les valió ser declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Sus playas son un auténtico paraíso, como todas en la región.
Cidade historica
¡Oasis a la vista!
Si nos tomamos unos días en Porto Seguro, podemos hacer caminatas ecológicas y paseos en bote, pescar, comer riquísimo y visitar reservas indígenas y mercados de artesanías (¡los peines en madera y los collares de semillas son divinos!). En el Casco Histórico, sus casitas calcadas de colores (antiguamente cada tono aludía a una familia en particular) conforman un magnífico conjunto arquitectónico considerado por la Unesco en el 2000 Patrimonio Natural de la Humanidad. La vida nocturna es intensa en la Passarela do Álcool ("pasarela del alcohol") y en los paradores donde se hacen fiestas bajo las estrellas. Vale la pena visitar el parque marino "Recife de Fora", donde veremos variedad de corales y peces de colores, y las réplicas de los navíos portugueses.
Arraial d’ Ajuda
Un acuario bajo las estrellas
Este pueblito fundado por los jesuitas en 1549 realmente parece una isla. Las aguas del río Buranhém lo separan de Porto Seguro, y un ferry ofrece cruzar el breve trayecto cada media hora. En su centro hay una iglesia del siglo XVI y la encantadora Rua do Mucugê, que concentra bares, tienditas y hoteles. Los 20 kilómetros de playas de aguas cálidas de Arraial −algunas protegidas por arrecifes y casi páramos− están bordeadas de cocoteros y entreveradas con ríos y bellos acantilados. Sin duda, un buen programa para una noche estrellada es la Ilha dos Acuários, un curioso emprendimiento que reúne en una gran área verde nativa un acuario y una discoteca al aire libre con varias pistas.
Espejo escondido
Si queremos pasear, desde la exclusiva villa de Trancoso podemos tomar una excursión por el día a una playa semiescondida en la mata atlántica llamada Espelho. En sus pequeños bares pasan jazz y bossa nova, y el menú se improvisa según la pesca del día.