Una pareja decidió mudarse de Buenos Aires a San Luis en busca de una vida más conectada con la naturaleza. El cambio no fue sencillo: tuvieron que enfrentarse a nuevos retos y reinventarse en un entorno más tranquilo y natural. Los protagonistas de esta historia son Paula Rufino y su esposo, Esteban Cirino. Sin embargo, fue en este contexto donde encontraron su pasión: los blends de té.
Cuando decidieron mudarse de Buenos Aires, la vida les presentó el primer desafío: adaptarse a un lugar donde la inmediatez y el ritmo acelerado de la ciudad no existían. Para una pareja acostumbrada a un entorno urbano, aprender a adaptarse al estilo de vida del interior del país fue un proceso lleno de retos.
“El primer desafío fue darnos cuenta de que habíamos tomado la decisión, adaptarnos a un nuevo lugar, donde hay otro ritmo, no hay una inmediatez como en la ciudad. Nos tuvimos que adaptar a eso y encontrar un equilibrio para estar cómodos, ya que somos muy activos”, explican.
La distancia de la familia también fue un obstáculo que enfrentaron, así como la necesidad de entablar nuevas relaciones en una comunidad que no los conocía. Además, el desarraigo se convirtió en un desafío emocional, ya que a pesar de estar en Argentina, la vida en San Luis resultaba radicalmente diferente de la capital.
El camino profesional también fue un reto. Tuvieron que reinventarse y buscar una forma de generar ingresos que les resultara satisfactoria y sostenible. Fue entonces cuando la elaboración de dulces caseros, inspirada en recetas familiares, se convirtió en el primer paso hacia una transformación más profunda.
La elaboración de dulces, que nació casi por accidente, fue la puerta de entrada al mundo del té. La madre de Esteban tenía una fuerte conexión con la tradición del té, lo que despertó un interés que pronto se convertiría en una pasión. Este mundo llevó a que Paulina decidiera formarse como sommelier de té, un sueño que había estado presente desde hace mucho tiempo. “Siempre fue algo que quise hacer”, sentencia Paulina.
La formación en el mundo del té no solo fue una meta personal, sino también una forma de consolidar el nuevo proyecto familiar: la creación de una fábrica de blends de té y hierbas. “Me capacité y aprendí no solo lo mínimo y necesario, sino un poco más para sentirnos seguros en la nueva propuesta”, aclara.
El vínculo con el té, sin embargo, no surgió de manera abrupta. Desde Buenos Aires, ya se había comenzado a cultivar el gusto por preparar té para amigos. “Nació como parte de un juego y como parte de algo que me generaba mucho placer, que era el momento de preparar el té para compartir con amigos. Siempre lo asocié con un momento de relajación, de bienestar, con un momento muy personal y de compartir”, agrega.
Pero el verdadero amor por esta bebida nació en la infancia, durante las visitas a la casa de la abuela, donde compartir una taza de té después de las comidas era una tradición. “Con el tiempo, descubrí y recuerdo que mi primer amor con el té tuvo que ver con mi abuela, con una experiencia con ella, en su casa, que se compartía un té después del almuerzo y la cena. Se compartía algo que yo le digo una pócima mágica. Se compartía entre todos una tacita con una bombilla, que tenía blends de té con hierbas. Disfrutaba muchísimo de ese momento de compartir ese jarrito mágico”, recuerda Paulina sobre aquellos tés.
Con el tiempo, esta pasión fue creciendo, y el sueño de tener una casa de té se materializó en San Luis, donde encontraron el espacio perfecto para desarrollar su proyecto: Los Caminos del Té. En la actualidad, la familia cuenta con una línea de 20 sabores de blends de té, además de otras mezclas sin té, pensadas para el mate. El proceso creativo detrás de cada mezcla se basa en la calidad de los ingredientes, provenientes de productores locales, y en el deseo de transmitir una sensación específica: relajación, estimulación o simplemente placer sensorial.
“Siempre hay un propósito como guía, que es lo que quiero contar, compartir y proporcionar a través de esa mezcla. Puede estar relacionado con el disfrute, con un momento de relajación, con que sea estimulante. Además de que está el componente artístico que disfrutemos en lo sensorial”, expresa.
Un hito importante en su camino fue la obtención de la certificación de Marca País, un reconocimiento que valoran como un premio al esfuerzo y al trabajo diario. “Recibirla fue como un premio a todo el trabajo y esfuerzo que día a día se brinda. Fue un mimo, algo muy lindo. Estamos en proceso aun de la colación de la marca en todos los packaging, es un gran honor pero una gran responsabilidad de ser una de las pocas marcas argentinas de representar al país por los valores y el aporte cultural que estamos haciendo con nuestra marca tanto en el mundo del té como con el de la yerba mate”, remarca la sommelier, quien junto a su pareja tienen en la mira la internacionalización de la marca, el cual es un proyecto en proceso, que esperan consolidar en los próximos años.
La constante capacitación ha sido una pieza clave en el éxito de esta empresa familiar: “Siempre fue un pilar capacitarme constantemente. Todos los años, desde hace 10 años, me inscribo en un nuevo curso, ya sea para el té, para lo terapéutico, para la yerba mate o para la cocina. Estoy en constante aprendizaje y me permite cada una de las cosas que voy aprendiendo en nuevos productos”. El aprendizaje continuo, combinado con la pasión por el té y la naturaleza, ha sido parte fundamental de su propuesta, que ofrece productos naturales y orientados al bienestar.
Es que la vida en San Luis ha influido profundamente en el enfoque de la familia hacia su negocio. El contacto diario con la naturaleza les ha permitido desarrollar productos que reflejan un estilo de vida más pausado y conectado con lo esencial. La desconexión del ritmo frenético de la ciudad ha sido clave para reconectar con lo natural, lo que a su vez se traduce en la calidad y autenticidad de los productos que ofrecen.
Para otros emprendedores que buscan combinar sus pasiones con un modelo de negocio, los protagonistas de esta historia ofrecen un consejo claro: encontrar un propósito en lo que se hace y confiar en que cada día puede traer algo positivo. Si bien los fracasos son inevitables, la clave está en transformarlos en aprendizajes y no perder de vista el propósito que los motiva. La pasión, el compromiso y la capacidad de visualizar un futuro basado en lo que se ama son los ingredientes esenciales para crear un proyecto sostenible y satisfactorio.
“El consejo es ese, buscar el propósito en lo que están haciendo para seguir adelante, no tener miedo, de todo se puede aprender y sacarse el peso del fracaso, si fracasamos seguro es porque algo mejor va a venir, transformar esa experiencia en algo positivo. Nosotros, en otros ámbitos, hemos fracasado para poder llegar hasta aquí. Cuando uno pone el corazón y está decidido, puede visualizar un propósito. Puede vivir de lo que ama y sostenerlo de la manera más liviana”, aseguran.