El maquillaje es una parte fundamental del look a la hora de salir de casa. Las personas que se encargan de esta profesión están detrás de cada detalle, tendencia y hacen uso de su imaginación para destacar y crear auténticos diseños como un lenguaje visual. Julieta Bellina, es una maquilladora especializada en moda y celebrities con su impronta sustentable.

Julieta tiene 35 años y una carrera que habla por sí sola con su huella en cada desfile y producción. Estudió maquillaje y diseño de moda, lo que le permitió fusionar el arte, la estética y las tendencias. A lo largo de su carrera, se especializó en make up de novias y editoriales de moda con una marcada inclinación por los productos sustentables.
El mundo del maquillaje y la moda desde la mirada de Julieta Bellina
En diálogo con Vía País, la experta en maquillaje habló de su estilo propio, su carrera, y su paso a las grandes ligas de la moda del mundo.

- ¿Cómo empezó tu amor por el maquillaje? ¿Fue por la moda o algún vínculo con la infancia?
- De chica me la pasaba dibujando y pintando todo el tiempo. El arte siempre estuvo ahí, pero el click real llegó cuando tomé mi primer curso de maquillaje. Desde esa primera clase entendí que eso era lo mío: que el maquillaje podía ser una forma de expresión, un lenguaje visual.
Después me acerqué a la moda porque necesitaba entender cómo comunicar conceptos a través del arte. Empecé a maquillar en las pasarelas de la facultad, cuando aún estudiaba diseño, y descubrí la magia de crear una imagen completa: maquillaje, peinado y estilismo.
Con los años, ese amor por la imagen me llevó a explorar el maquillaje como medio artístico. De hecho, uno de los momentos más especiales de mi carrera fue cuando Michael DeVellis, fundador de The Powder Group y director de On Makeup Magazine, reconoció mi trabajo editorial. Me escribió personalmente para agradecer la propuesta y proponer una devolución creativa.
Otro reconocimiento muy significativo llegó desde Retratos Latam, una plataforma que celebra la identidad visual latinoamericana. Mi proyecto fue elegido por el equipo curatorial para participar en la votación pública por la portada de su 6ª edición. Me emocionó mucho, porque destacaron que mi trabajo “merece ser visto” y que mi mirada reflejaba la sensibilidad que buscaban para representar a la región.
- Tenes tu propio estilo y está relacionado con lo cruelty free, ¿se te complica a veces tener los productos?
Al principio muchísimo. Hace 10 años casi que no existían opciones cruelty free en el país. Cada vez que viajaba, aprovechaba para reponer el maletín. En pieles encontraba algo, pero en ojos o labios era casi imposible. Por eso terminé especializándome en piel: era lo que más podía explorar y perfeccionar. Mientras tanto, me formaba en técnicas internacionales y en dermocosmética para aprender a reemplazar productos y lograr los mismos resultados.
Hoy por suerte es muy distinto: hay más conciencia, más marcas responsables y un mercado que entiende el valor de no testear en animales. Mi estilo minimalista y luminoso se apoya mucho en eso: pieles naturales, glow, y detalles elegantes con un toque contemporáneo.

- ¿En qué es lo primero que te fijas a la hora de realizar un maquillaje en un evento?
Primero, me conecto con la historia detrás del evento: qué quiere transmitir la persona, qué energía se respira, cuál es la atmósfera del lugar. No pienso solo en colores o texturas, sino en sensaciones. Antes de tocar una brocha, hago una investigación visual y emocional. Me gusta entender la esencia del momento, si es una gala, una editorial, un desfile o una boda, porque cada uno tiene su propio lenguaje visual.
Luego observo los rostros, la luz del entorno, los géneros que se van a usar, y ahí empiezo a construir el maquillaje: desde la piel hacia el resto. La piel es siempre el punto de partida, el lienzo que define el equilibrio de todo lo demás. Es un proceso muy sensorial, donde mezclo técnica con intuición.
- ¿Por qué te decidiste dedicar al make up de novias, o tenés alguna otra temática que más te guste dentro del makeup?
Porque son dos universos completamente distintos, pero representan mis dos facetas más fuertes como artista. El maquillaje de novias me conecta con lo emocional. Es un trabajo de mucha sensibilidad, donde cada detalle tiene un significado. Busco crear una belleza atemporal, etérea y luminosa, que no oculte sino que revele.
En cambio, el mundo editorial me da libertad absoluta. Es donde puedo experimentar, jugar con el color, las texturas y los contrastes, y construir personajes o conceptos visuales que cuenten una historia. En las producciones siento que el maquillaje se convierte en arte puro: una herramienta narrativa que dialoga con la moda, la fotografía y el movimiento.

- ¿Cuál fue tu primera colección en desfiles importantes y con qué figura tenés anécdotas, alguna que recuerdes?
- Uno de mis primeros recuerdos fuertes fue en 2013, cuando maquillé a María Susini y Nequi Galotti. En ese momento no tenía idea de quiénes eran, y me resultó muy natural tratarlas como a cualquier persona. Creo que eso marcó algo en mí: la importancia de conectar desde lo humano, sin dejarme llevar por la fama o los nombres.
Otra anécdota que recuerdo con mucho cariño fue cuando estudiaba maquillaje y participé en un concurso de caracterización. Mi equipo ganó, y el jurado estaba formado por Fabian Medina Flores, Catherine Fulop y Flor de la V, así que fue un honor ser seleccionada por ellos.
- ¿Qué es lo más importante del maquillaje o lo que ve la otra persona, según tu criterio?
La conexión. Que la persona se sienta empoderada, bella y segura de sí misma. Mi objetivo siempre es que cada una se reconozca en el espejo y diga “esa soy yo”, pero con un toque de magia. Desde lo técnico, busco equilibrar el estilo personal con mi impronta: que se note que hay una artista detrás, pero sin robarle protagonismo a quien lo lleva.
- ¿Con qué celebridades o figuras te gustó más trabajar?
Cada persona con la que trabajo me deja algo distinto, pero hay experiencias que te marcan por la energía o el momento que se genera. Uno de los que más me gustó fue Joaquín Furriel. Lo maquillé y peiné para la tapa de la revista Convivimos, cuando estaba presentando su obra Ricardo III. Fue una experiencia muy distinta a lo habitual, porque al ser actor tiene una conciencia corporal y una sensibilidad que hacen que todo fluya con mucha naturalidad.
También tengo un recuerdo muy divertido de cuando trabajé con Milett Figueroa en El Cantando 2024. Es carismática, espontánea y tiene un humor contagioso; el clima en el camarín era una fiesta. Creo que esa alegría se reflejaba en el resultado final, porque cuando alguien se siente bien, se nota en la piel y en la mirada.
Y otra persona con la que fue un placer trabajar es Mica Vázquez, para una producción de la revista Las Rosas. Es imposible pasarla mal con ella: se ríe de todo, te hace sentir cómoda al instante, y tiene una energía tan liviana que el shooting se volvió una tarde muy divertida más que una jornada de trabajo.