Empezar a definir qué cosas queremos es descubrir, al menos en parte, quiénes somos. Nuestra identidad no es un tema menor.
Quien no sabe quién es, se juzga a sí mismo a partir de la mirada de los demás y acepta el juicio ajeno sin cuestionarlo. No importa lo que diga la etiqueta que las otras personas nos quieran colocar: las etiquetas nunca las adhieren a nuestra frente; simplemente las dejan en nuestras manos y somos nosotros quienes decidimos qué hacer con ellas, si llevarlas a cuestas o pisotearlas.
Un argumento que nos alumbra es el del famoso cuento "El patito feo", de Hans Christian Andersen. Son muchas las personas que se sienten inadecuadas y tristes como aquel pobre patito, sencillamente, porque se juzgan a través de la mirada de los otros. Quienes no hayan leído jamás este cuento, permítanme contarles brevemente que se trataba de un patito que era diferente del resto y que, por tal motivo, recibía las burlas y el desprecio de los demás patitos. Era más grande que los otros, de color diferente, algo desgarbado, y por esta razón los demás lo veían como el más feo del estanque. Pero lo grave, por supuesto, no era lo que pensaban los otros patos: el problema real era que, de tanto escuchar los comentarios ajenos, él había terminado creyendo lo que esos otros le atribuían.
En el célebre cuento, el patito un día al fin descubre que él es, en realidad, un cisne, y que por eso se veía diferente. Y en cuanto descubre su verdadera naturaleza, ya no se queda con los patitos que tanto lo desairaban ni sigue esperando ser aceptado. Lo que hace es abandonar el estanque de los patos para irse con los suyos, con otros cisnes, al lugar que en verdad les pertenece.
Podríamos decir que en el estanque de los patos, el cisne se sentía como se sienten muchos seres que viven esperando la aceptación de los demás: triste, inseguro, desubicado en el contexto. Como sapo de otro pozo. Y esta es una cuestión importante, porque si nos sentimos "de otro pozo", lo mejor sería animarnos a buscar uno que nos resulte más a gusto, en lugar de seguir padeciendo.
Así como el patito del cuento, hay quienes no logran ser felices porque pierden el tiempo tratando de agradar a los demás; dejan de ser quienes son y viven detrás de un personaje, lo cual nunca resulta un buen negocio. Lo saludable es ser fieles a nosotros mismos, perseguir nuestros deseos, asumir quiénes somos y vincularnos con los otros desde una posición de autenticidad. Si no sabemos quiénes somos, los demás tampoco podrán definirnos. No podrán, por mucho que lo intenten, porque en definitiva, los patos no son capaces de advertir quién es un cisne.