Claudia Piñeiro: crónica de un horror demasiado habitual

En Catedrales, su nueva novela, Claudia Piñeiro cuenta la historia de una familia atrapada en el dolor y los secretos, tras un femicidio. Y en esta charla con Rumbos habla largo sobre ateísmo y religión.

Claudia Piñeiro: crónica de un horror demasiado habitual
Claudia Piñeiro, Rumbos

Claudia, en tus propias palabras, contale a nuestros lectores de qué se trata "Catedrales"...

La novela es una historia sobre una familia con tres hermanas mujeres. Hace 30 años, la menor de las hermanas, de 17 años, aparece muerta, quemada y descuartizada en un terreno baldío. A partir de ahí la familia tiene que reconstituirse de este crimen que, además, nunca llegó a ser debidamente aclarado. Es una familia muy católica y 30 años después del crimen, una de las dos hermanas se vuelve atea y se muda a España, donde pone una librería, mientras que la otra se convierte en fanática religiosa. Por lo que no se hablan. Y, en el medio, está el padre que sigue intentando averiguar qué paso realmente con su hija pequeña. La trama está contada a través de las voces de siete personajes: el padre, las dos hermanas, el hijo y el marido de una de ellas, un forense y una amiga de la víctima, que es la única que sabe lo que ocurrió.

La salida del libro coincidó con un femicidio en Catamarca muy similar al que se narra en la novela. ¿Cómo sentiste eso?

Fue bastante impactante. Obviamente no tiene nada premonitorio, ya que un crimen horrendo como éste es algo que sucede demasiado habitualmente en países como el nuestro. Creo que los escritores tomamos cosas que están en el aire y las bajamos a palabras a veces más rápido que otros.

Desde el mismo título, la novela parece rondar una reflexión sobre la religión...

Yo, a partir de los últimos debates que se dieron en la Argentina, me puse a leer mucho sobre el ateísmo, sobre la religión y sobre cómo los hombres que tienen poder sobre las religiones -porque son todos hombres- influyen en la vida de todas nosotras. No hay un cuestionamiento sobre la fe de cualquier persona individual que cree en Dios. Pero sí en cuanto a las reglas que nos impone una institución dirigida por hombres. Y no solamente a las fieles que pertenecen a su religión, sino sobre todo el mundo. También hay una parte de la novela que trabaja el tema del celibato, a través de un personaje –un ex seminarista- que se lamenta porque hubiera querido ser cura pero no puede aguantar el hecho de no tener mujer e hijos.

¿A la novela la pensaste originalmente como a un policial?

Para mí era una historia familiar en la que hubo un asesinato y eso la mete dentro de lo policial también. En este caso no es la típica búsqueda de un asesino, sino un caso que lleva 30 años sin resolverse y el único que sigue preguntándose qué pasó es el padre. Es un policial, pero que rompe con las premisas del género. Acá no importa tanto quién la mató y por qué, sino qué esconde, cuáles son los secretos, de esta familia