Cuando se habla de nido, en general uno tiende a referirse al hogar o a aquel lugar en el que creció y tuvo sus primeros contactos con el exterior en la infancia. Muchos padres lo vinculan al “síndrome del nido”, ese momento particular antes de la llegada del bebé en el que se prepara la casa para recibirlo.
Como contrapunto está el “síndrome del nido vacío”, cuando ese niño deja la casa familiar para adentrarse en nuevas aventuras como parte del mundo adulto.
En decoración y en el mundo de la arquitectura se habla del nido como sinónimo de casa, de ese lugar en el que uno tiene plena libertad a la hora de elegir la decoración, la pintura y la distribución de los espacios. Desde el sitio Arquitectura Y Diseño, plantearon al término como una vivienda en la que se respira “calidez, bienestar y calma”.
El efecto nido consiste, entonces, en alcanzar una sensación plena de estar a gusto en dicho ambiente, ya sea incorporando plantas, libros o cualquier objeto según quien habite ese lugar.
Cómo lograr el efecto nido
La periodista Cristina Ros recomienda empezar por el dormitorio: para llegar al efecto nido, sugiere colocar un cálido techo de madera con vigas a la vista, un cabecero firme pero suave y tonos claros o amarronados.
Por otro lado, la experta está a favor de sumar centros de mesa pequeños al juego del living. Lo ideal sería contar con una mesa de madera, sillas delicadas y un objeto central, como objetos de cerámica y flores naturales.
El sillón es uno de los elementos centrales a la hora de decorar una casa. El sillón esquinero o en forma de L es el mejor amigo del efecto nido ya que brinda ese efecto inmediato de comodidad y bienestar. Idealmente, es de color claro y agrega almohadones de colores más vibrantes.
Por último, se recomienda tener un rincón propio: podría ser un estudio, una habitación o una pequeña esquina en el living. Allí está permitido sumar cualquier objeto como lámparas cálidas, mesas ratonas o sillas modernas que aporten ese toque distintivo pero a su vez personal.