Siempre tenemos algún amigo o familiar que se pone de mal humor cuando no comió por varias horas. La realidad es que enojarse cuando se siente hambre es algo tan común que en inglés tiene una palabra para describirlo: “hangry”, mezcla de “angry” (enojado) y “hunger” (hambriento).
Por este motivo, un equipo de psicólogos de la Universidad North Carolina at Chapel Hill, Estados Unidos, estudiaron por qué eso afecta a algunas personas más que a otras: al parecer, esto es algo más emocional que fisiológico.
En un experimento, cuyo resultado fue publicado en la revista Emotion, se les mostró a 400 voluntarios imágenes sobre las que debían decir si les transmitían sentimientos positivos, neutros o negativos.
Una imagen era un pictograma chino, algo completamente neutro para los occidentales, que debían evaluar además de decir si tenían o no hambre. ¿Conclusión? Los más hambrientos daban valoraciones más negativas, pero eso pasaba si ya antes habían visto imágenes desagradables, algo que no pasaba después de ver imágenes neutrales o positivas.
“Parece que las situaciones desagradables crean un contexto en el que el hambre nos afecta más negativamente”, explicó Jennifer MacCormack, una de las investigadoras.
En síntesis, si tuviste un mal día, es probable que el hambre te afecte más. Y, si bien el estudio se centró en el hambre, los investigadores creen que bien podría aplicar a otras sensaciones como el dolor y el sueño.