Por la mirada de Vera viaja una dulzura familiar, un parecido que no pasa de largo. Es la hija menor (26) del Flaco Luis Alberto Spinetta, uno de los padres del rock nacional, y también salió artista como sus hermanos, Catarina, Dante y Valentino. Es compositora, cantante y actriz. Es madre de Eloísa, de tres años. Se siente parte de una camada de músicas y músicos "que no tiene que impresionar a nadie" y de una generación de mujeres que puede "construir un mundo más igualitario, algo superador al machismo", dice con ojos de chispa. Vera se expande al ritmo de su época y de los proyectos interesantes que van surgiendo.
En 2014, con 22 años, se animó a conducir "En el carrousel", un programa de entrevistas a grosos de la música nacional, por el canal de la UNTREF, que resultó un compendio de charlas intimistas y perlas que se volvieron virales en las redes como la "Plegaria para un niño dormido" que le cantó emocionado Ricardo Mollo.
Por estos días, se siente motivada por el estreno en los cines de "Soledad", la ópera prima de Agustina Macri, en la que interpreta a María Soledad Rosas, la joven argentina que se volvió un mito de la cultura popular anarquista.
"Sole estaba en la búsqueda de la identidad propia, de la libertad de expresión, de la justicia. Hay algo en ella que sentí claramente al explorarla, una especie de búsqueda de la verdad, un fondo de sinceridad en las cosas", cuenta Vera a Rumbos mientras se deja caer en un sillón mullido de una librería del barrio de Chacarita, y se prepara un té earl grey.
La película de Macri aborda el último año de Sole Rosas y funciona como mirilla para entender su despertar político y la parábola que hizo su vida a partir del viaje a Europa, en julio de 1997. Estando en Turín con una amiga, Sole traba lazos con un grupo de okupas anarquistas (squatters), entre los cuales estaba Edo Massari, el militante del que iba a enamorarse profundamente.
¿Qué te conmovió de la vida de Soledad? ¿Por qué te interesó tanto interpretarla en el cine?
En Italia, Sole se topó con otra manera de vivir, muy diferente a la de su familia conservadora de Buenos Aires: supongo que le gustó que entre los anarquistas todo fuera de todos, la idea de crecer juntos compartiendo las cosas, la vida en comunidad. Los squatters toman viviendas desocupadas e intentan transformar el mundo desde la cultura y el arte. En Turín esa movida sigue viva, la mitad de los torineses son anarquistas. Cuando conocí su historia, la evolución que ella había hecho desde su origen hasta sus convicciones finales, pensé: "Qué hermoso ser ella, qué groso ser ella". Y fue premonitorio porque en 2016 surgió la posibilidad de este casting y me eligieron: fui a buscar a alguien que ya conocía.
En menos de un año en Italia, Sole dejó atrás su vida argentina, descubrió la militancia y el amor, cayó presa y se suicidó. ¿Cómo lográs como actriz conectarte con semejante intensidad?
Estuve preparándome en mi casa, sola, pensando, leyendo, sin bañarme… Y creo que también me conecté con ella desde los sueños, porque todas esas noches soñé mucho con Sole: ella me acompañaba en cada situación que yo viviera, la tenía siempre al lado mío, pero a la Sole de verdad, no mi versión de ella. Muy fuerte. Después trabajé mi personaje desde el libro de Martín Caparrós en el que se inspira el guión ("Amor y anarquía: la vida urgente de Soledad Rosas 1974-1988"), pero, sobre todo, desde otro librazo escrito por los compañeros anarquistas de Sole y Edo, "Le scarpe dei suicidi", en el que se transcriben charlas literales entre ellos.
Hay una imagen que a fines de los 90 dio vuelta el mundo y está bien recreada en la película: el momento en que Sole, esposada, le hace fuck you a los paparazzis. ¿Cómo se construye en el cine una escena que fue icónica en la vida real?
¡Ay, qué difícil esa escena! Es el momento en que Sole sale de la morgue de despedir el cuerpo de Edo, su compañero. ¡Ella estaba muy enojada! Pero resulta que cuando teníamos que filmarla, los extras italianos estaban en cualquiera, desconcentradísimos... Hacían de policías y yo les gritaba que me tenían que tironear, ¡pero ni bola! Creo que al final salió todo bien, muy emotiva la escena, porque yo venía con las tripas revueltas de filmar adentro de la morgue ¡y porque los quería reventar!
Agustina, la directora, es hija del presidente Macri, y el estreno coincide con un contexto nacional muy difícil. Esto despertó opiniones que despegan de lo artístico y se mezclan con el malestar de muchos argentinos. ¿Qué sentís con todo esto?
Que Agustina es una artista. Es brillante. Una persona luminosa que tiene mucho para dar. Nos hicimos muy amigas. Fuimos dos mujeres que contamos la historia de una mujer, Soledad. Para Agus es su primer película, y para mí, mi primer protagónico. Era un misterio cómo respondería cada una en su rol, pero nos tuvimos confianza. Ella tiene muy claro lo que quiere y, a la vez, es muy generosa, te da libertad, te escucha, confía. No es común en esta industria que acepten tu opinión o aportes para una escena.
Vera no duerme
Antes de viajar a Italia para el rodaje, la más chica de los Spinetta había comenzado a gestar un disco de canciones libres con dos amigos. "Los temas ya están hechos y estamos grabando. Pero por ahora algo muy tranqui, en casas de amigos, nada de estudio. Son canciones simples que estamos deformando con algo más electrónico. Estamos flasheando, buscando en cada juntada el sonido final", adelanta Vera.
¿Nos armás una playlist spinetteana familiar?
(Se ríe) A ver… De Luis, mi tema preferido es "Los libros de la buena memoria", un clásico que me hace bien y me conecta con la esencia de mi viejo. Cuando lo escucho, siento que está acá sentado. Y de Dante, un temazo de Illya Kuriaki que me mueve mal es "De qué me hablás". ¡Es un tema muy Dante!
Y ahora nos faltarían algunos temas tuyos.
¿Temas míos? Nooo, me da vergüenza… Todavía no sé ni cómo voy a llamar a estos temas nuevos, pero mientras, puedo recomendar una canción hermosa que me acompaña en la vida y me encanta cantar: se llama "Ana Luiza", del disco Matita Perê, de Jobim. Que los lectores lo escuchen y dejen correr todo el disco, que es zarpado porque está dirigido por Klaus Ogermann, un inmenso arreglador que hizo maravillas con la música brasileña.
¿Qué conexión tenés con la obra que dejó tu papá?
Mi viejo está 100 % presente en mi vida. Cuando escucho su voz en un tema siento que me está hablando, que en esas letras hay mensajes para mí, para que haga tal o cual cosa. Una suerte de diálogo más allá del tiempo. ¿Suena raro, no? No siento tanto su ausencia física si tengo esa conexión. Lo extraño mucho, pero él está acá.
¿Sentís que ahora hay artistas que expresen su profundidad poética?
Más allá de mi relación personal con Juan Saieg (novio de Vera y cantante de la banda Usted Señálemelo), juro que me están flasheando los músicos mendocinos. Hay mucho para escuchar por estos pagos, como Luca Bocci, y Simón y Perras on The Beach. También me gusta mucho el hip hop moderno deforme que hacen los flacos de la banda Jvlián, que escriben muy bien. Toda esta camada llega con un lenguaje nuevo, fresco, con poesía. No es comparable con la música de mi viejo porque la vida de nuestro país, de los jóvenes y las familias en los 70 era muy diferente. Otra cosa que me flashea es lo que está pasando en la Argentina con el trap, que mezcla electrónica con rap, reggaeton... Me gusten o no, se están dando expresiones muy nuestras. El panorama se está abriendo y está buenísimo.
¿Cuál vendría a ser la marca de época de estos músicos? ¿Hay algo que los amalgame culturalmente o a sus estilos?
Creo que el artista que gana ahora es el que hace algo propio, que no se parezca a nada. Y nos define justamente que no tenemos que impresionar a nadie.
¿Qué lectura hacés de los cambios sociales que se están dando a partir del feminismo? ¿Te sentís parte de una movida para que las mujeres vivamos mejor?
¡Sí, claro! Lloro con todo lo que pasa y me emociona que estemos despertando fuerte de este sueño eterno del patriarcado. ¡Cómo nos cuesta romper con los patrones de lo que debemos ser como mujeres! ¿Dónde está escrito cómo comportarnos en público, cómo ser ante un hombre o la maternidad? Pero nosotras también tenemos que transformar interiormente la mirada con la que fuimos educadas. Ahora nos toca deconstruir esta realidad que aprendimos para armar otra cosa más igualitaria, algo superador al patriarcado. Estamos atravesando un momento histórico para nosotras y me emociona aportar para que algo cambie. Dejar a nuestros hijos e hijas algo mejor, pero de orden natural, una experiencia de respeto, de amor y de igualdad.