Esta chica que ves no existe, pero la siguen millones

Son personajes generados por computadora que tienen millones de seguidores en sus redes sociales, donde muestran sus vidas repletas de glamour, colaboran con firmas de alta costura y hasta se codean con famosos.

Esta chica que ves no existe, pero la siguen millones
Estrellas virtuales, influencer por computadora (Rumbos)

La primera vez que vi una foto de Miquela Sousa me costó entender de qué se trataba. Esta chica de 19 años nacida en Estados Unidos pero de ascendencia brasileña –que en las redes se hace llamar Lil Miquela– es sin dudas la instagrammer del momento. Con casi 3 millones de seguidores en Instagram, ya hizo publicidades para firmas de moda como Prada o Gucci, entrevistó a artistas en el prestigioso festival Coachella en California y hasta sacó varios hits en Spotify.

Con su nariz respingada, las mejillas repletas de pecas y el flequillo recto impoluto cortado a la mitad de la frente, Miquela podría ser una chica popular más como Bella Hadid o alguna de las hermanas Kardashian. Pero no lo es, al menos no exactamente, porque Miquela no es una persona de carne y hueso. Entones, ¿qué es? Algunos la llaman "robot sensible" y ella misma se reconoce como una popstar virtual, modelo y activista.

Lil Miquela es parte de un fenómeno que comenzó a ganar popularidad en los últimos tres años y que muchos denominan "influencers o instagrammers virtuales". Son Imágenes Generadas por Computadora (CGI, por sus siglas en inglés) creadas a partir de diferentes programas y softwares, como si fueran personajes 3D muy parecidos a los que se ven en algunos de los videojuegos más avanzados.

Lil Miquela (Instagram)
Lil Miquela (Instagram)

La diferencia con el personaje de un juego, es que estos robots tienen una identidad casi humana. Para su creación intervienen diseñadores, programadores y expertos en diferentes áreas que buscan un robot lo más realista posible que logre popularidad en las redes sociales para luego poder debatir y comunicar ideas, mostrar productos, representar marcas o promocionar lugares. Como los ya conocidos influencers, pero virtuales.

Así, Miquela va a fiestas, se saca fotos con sus amigos famosos como la cantante española Rosalía, muestra su cartera favorita de Moschino y apoya al colectivo LGBT y al movimiento Black Lives Matter en contra del racismo.

El creador detrás de esta estrella virtual es Brud, un estudio transmedia que en su propio sitio web se define como "creador de historias a través de personajes digitales". Ellos son también los inventores de otras dos estrellas virtuales muy populares, Blawko y Bermuda, pero no son los únicos. Distintas compañías idearon a sus propios personajes, cada uno con sus rasgos y particularidades, como el caso de Shudu, la primera top model sudafricana virtual, o Imma, una "it girl digital" de origen japonés.

Imma, una “it girl digital” de origen japonés (Instagram)
Imma, una “it girl digital” de origen japonés (Instagram)

Para entender cuándo comenzó este fenómeno, podríamos remontarnos a los primeros meses del año 2016, momento en el que Miquela hizo su primera aparición. Sin embargo, para Leonardo Murolo, doctor en Comunicación y director de la Licenciatura en Comunicación Social de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), el germen de estos "influencers virtuales" podría retrotraerse a muchos años atrás, con aquellas teorías de la comunicación de principios del siglo XX en las que se acuñó el concepto de "líderes de opinión", teorías que entendían a los medios de comunicación como una institución más para el mantenimiento del status quo a través de la persuasión y el convencimiento del público.

"Era una teoría muy lineal, bastante conservadora pero que se fue sofisticando y comenzó a entender que no era que a las masas se les decía algo y hacían algo, sino que los 'líderes de opinión' eran con los que uno empatizaba, que quizás era algún conductor de televisión o a quien leíamos en los diarios. Un entramado de la comunicación de masas que luego se consolidó mucho con la cultura pop y las redes sociales. Lo que hoy llamamos influencers o influenciadores existieron desde que existen los medios y el show business", explica el experto.

La pregunta que surge muchas veces es, ¿da igual si el personaje que seguimos y admiramos en Instagram existe en la realidad o no? ¿Es lo mismo un instagrammer de carne y hueso que uno virtual? Para Murolo "hay todo un debate desde el estudio de las tecnologías que es pensar lo real y lo virtual. Lo virtual no es presencial pero es real, porque todo lo que tenga consecuencias reales también es real".

Lil Miquela (Instagram)
Lil Miquela (Instagram)

En ese sentido, detalla que aunque personajes como Miquela o Blawko no son reales (por el hecho de que no existen en el mundo presencial), poseen características y estereotipos similares a los de otros personajes que sí conocemos como actrices y actores de Hollywood o músicos y artistas.

"Aunque sabemos que los actores de Hollywood son reales, en las redes se consume de ellos su vida privada, sus consumos culturales, sus formas de ser ricos, bellos y cool. Cuando se crean personajes ficticios con las mismas características, como los influencers virtuales, en ese escenario daría igual si existen o no porque consumimos de ellos cierto glamour de sus prácticas. Están construidos a imagen y semejanza de los modelos publicitarios y de los actores o figuras de Hollywood. Si lo que se consume es esa dimensión de ellos, no importa en definitiva la existencia presencial que a final de cuenta es lejana, porque nunca vamos a acceder a los famosos".

Para Tata Varela, fundador y director de la agencia argentina de publicidad Humo Rojo, "el influencer siempre termina siendo virtual porque termina influenciando en un mundo virtual. No importa si es una personalidad de carne y hueso o un perfil creado ad hoc, pero creo que tiene que ver con ese cambio de paradigma de comunicación y cómo las marcas buscan herramientas y plataformas para hacer llegar su mensaje".

Claroscuros del mundo digital

El auge y la masificación del uso de las redes sociales les dieron un papel cada vez más preponderante a los llamados influencers. De acuerdo a un reporte publicado a fines del año pasado por Izea, una agencia de marketing de Estados Unidos, el precio en Instagram de una foto promocionada pasó de valer 134 dólares en 2014 a 1642 dólares en 2019.

Los números varían en diferentes puntos del globo y dependerán mucho de qué trabajo haga cada influencer, cómo lo perciben las marcas y las regulaciones internas que existen para dicha nueva profesión en cada país.

Sin embargo, nada está asegurado en el mundo de las redes sociales y las estrellas virtuales también se vieron envueltas en algunas polémicas, como cuando varios medios se hicieron eco de un video de Miquela en el que ella contaba una experiencia personal de acoso sexual o las críticas hacia el inventor detrás de la supermodelo digital Shudu, por ser un hombre blanco de Inglaterra que había creado a un personaje de raza negra tomando como modelo a una muñeca.

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El hecho de que esta tendencia se dé ahora, en pleno siglo XXI, no es casual. Para Tata Varela, el fenómeno de los instagrammers virtuales responde a "un cambio en los paradigmas de comunicación, una comunicación mucho más digital y un usuario más conectado al teléfono que a los medios tradicionales. Y también es una manera donde las marcas se meten en un lugar donde está el usuario y están sus vínculos, porque las redes sociales son el lugar de encuentro con los amigos, con la familia".

Aunque en Argentina aún no existe una de estas "estrellas virtuales" propiamente dichas, Varela opina que hay marcas o comunidades que funcionan un poco como influencers virtuales, y da como ejemplo a la popular página de Instagram La gente anda diciendo, donde se comparten frases oídas en la calle. "El influencer virtual termina a fin de cuentas siendo una comunidad a la que le interesa algo en particular, ya sean frases o hasta bloopers de deportes. En definitiva lo que hace eso es hacer converger en un perfil virtual digital de redes sociales un interés que representa a mucha gente".

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Desde la perspectiva del doctor en Comunicación Leandro Murolo, el desarrollo de la ingeniería y la informática es una de las claves para entender el surgimiento de los influencers virtuales, pero también inciden otros factores como la existencia de un público masivo que ya está alfabetizado en el consumo de celebridades: esos rostros lejanos del cine y la televisión que comenzamos a seguir y en algunos casos a admirar.

"Eso se potenció a partir de las redes sociales. Nos metemos en las vidas privadas, construidas o no, de figuras conocidas que en Instagram muestran su casa, su familia, nos venden productos y estilos de vida y jugamos a 'como si' todo eso fuera real y mantenemos esa relación", explica.

Las identidades o las facetas del yo que cada persona muestra en sus redes sociales también han sido debate de muchos comunicadores y pensadores, y los influencers (virtuales o reales) entran a jugar con esa lógica del poder de la imagen.

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En ese sentido, Murolo opina que "pensar una identidad virtual por fuera de lo que realmente somos sería un error, dado que la creamos nosotros mismos y decidimos mostrarnos en las redes de esa manera. Probablemente sea un ideal del yo y mostramos lo mejor que somos o lo que quisiéramos ser. Buscamos ser interesantes, deseables, participar de la belleza contemporánea que sabemos que muchas veces es inalcanzable y ahí tiene su punto porque hay que consumir para lograrla pero nunca lograrla, porque sino se terminaría el consumo".

Y agrega: "En ese escenario los influencers virtuales participan de esa lógica cuando se construyen con atributos buenos y bellos. Son sujetos deseables e interesantes a quienes querríamos alcanzar, pero si no los alcanzamos por lo menos buscamos tener los mismos consumos que ellos y así nos asemejaríamos más".

Varios son los análisis sobre este nuevo fenómeno y las aguas se dividen entre quienes lo perciben con ojos más positivos o con cierta crítica. Lo cierto es que el surgimiento de este tipo de tendencias aviva aún más el fuego de las discusiones sobre el papel que ocupan hoy en día la tecnología y las redes sociales en nuestra sociedad, en un mundo donde los límites entre lo real y lo virtual se vuelve cada vez más difuso. Un indudable signo de los tiempos que corren.