Mónica Antonópulos: "Las mujeres estuvimos obligadas a enterrar nuestros sueños"

Una estimulante charla sobre la condición femenina, el recuerdo de su madre, la idealización de la maternidad y la corrección política actual que demanda "supermujeres".

Mónica Antonópulos: "Las mujeres estuvimos obligadas a enterrar nuestros sueños"

Hace quince minutos que terminó la función de "Late el corazón…" y Mónica Antonópulos cumple con su palabra y acepta el mano a mano con Rumbos. Llega con un ramo de flores, una sonrisa de alivio por el esfuerzo realizado en escena y cambia el chip para charla.

Es raro verte en una obra de teatro onda off, siendo una actriz popular en tevé y con obras teatrales comerciales…

Es lo que quería para este momento de mi vida. Necesitaba salir de eso tan obvio que es la zona de confort, quería, me urgía sentirme movilizada por la actuación, oficio que últimamente me estaba resultando cuesta arriba.

¿Estabas poco estimulada actoralmente?

Me sentía aburrida con los mismos papeles, sin motivación, adormecida, entre apática y abúlica… Si bien estaba cómoda, quería salir a explorar otras zonas de la actuación y no sabía cómo. Hasta que apareció “Late el corazón…” y viví la experiencia de formar parte de un equipo, de intercambiar ideas, que me pregunten y que yo pueda decir y opinar.

¿Por qué uno quiere salir de la zona confort?

Porque hacer siempre lo mismo desgasta, porque el confort es lindo cuando se gana en confort, no cuando se vive en el confort. La comodidad en estado constante carece de vitalidad, de movimiento y de esos altibajos necesarios que se requieran para no vivir como en “El día de la marmota”, película en la que Bill Murray hace exactamente lo mismo cada día.

Sé que andás bastante enganchada con la escritura , ¿en qué horarios te podés sentar a hacerlo?

Siendo madre de un bebé y de otro niño de 7 años, escribo en los horarios más inverosímiles… Tres, cuatro de la mañana se ha vuelto una franja recurrente, porque mi cerebro me despierta con alguna idea que no quiero dejar pasar, así que agarro la computadora que tengo al lado de la cama y me pongo a tipear…

“A lo largo de nuestro linaje las mujeres han enterrado sus sueños convirtiéndolos en secretos. Y una mujer silenciada es una mujer exhausta, atrapada en una especie de enredadera que la devora de a poco, hasta no dejar huella”, dice otro fragmento del sesudo texto de Antonópulos, quien reconoce que se siente sorprendida “porque no sabía que se me iba a disparar para ese lado. Pero me relajé y le di rienda suelta a mi cabeza de escritora amateur”.

¿Pensás que tienen algo de homenaje a las mujeres esas palabras?

Sí, a esas mujeres que crecieron y vivieron con el “no”, a esas mujeres que padecieron el domesticamiento, alejadas de su necesaria animalidad.

No es casual en épocas de movimientos feministas que piden a gritos por la igualdad…

Creo que sí, creo que es mucha casualidad, evidentemente debo querer estar sanando algo cuando digo “las mujeres han enterrado sus sueños convirtiéndolos en secretos”.

¿Estás hablando de vos?

No directamente… Puede ser de mi madre, una rubia hermosa que quería ser modelo y sus padres no la dejaban. La Lucy, divina en su adolescencia, con un pelo increíble, le cortaban el pelo como a un varón. Después, con los años, ya casada con mi padre, mi viejo le bajaba línea como lo hacía su propio papá, así que pobre mamá… se tuvo que reinventar los sueños.

No sólo tu madre, cientos de miles de mujeres han tenido que transformar sus sueños en secretos…

Qué tristeza, que castración, no hay derecho –exclama indignada–. Pero mi mamá lo pudo sobrellevar y cuando hablamos de eso con ella siempre me dice: “Todo tiene un costo hijita”. Refiriéndose a la continuidad del amor, a la unidad familiar… Había que resignarse y siempre la mujer debía hacerlo.

Vos fuiste modelo. ¿Sentís que, de alguna forma, reivindicaste a tu mamá?

Después de mucho tiempo, después de muchas terapias, me pude dar cuenta de que algo de eso hubo. Y mamá fue la primera en apoyarme. Claramente se trataba de una mina progre que no quería repetir modelos arcaicos.

¿Qué te dio esa "mucha terapia"?

Adultez, conciencia, algo de sabiduría, y me redujo la ansiedad y cierto malestar. Pensá que arranqué a los 17...

Mónica Antonopulos
Mónica Antonopulos

¿Por qué arrancaste tan temprano?

Porque siempre fue un lugar de reflexión, además de que soy una mujer que tiendo mucho a cuestionarme y a replantearme, ya que entiendo que el laburo en psicoanálisis es con uno, con uno –repite–, en vez de estar todo el tiempo señalando al otro. ¿Qué me pasa? ¿Qué quiero decir? ¿Qué proyecto en el otro? Siempre en primera persona.

¿Y cómo te cayó el debut de la maternidad a los 30?

Me llevó puesta, fue tremendo el sacudón que significó en mi vida. Porque es jodido ser madre, es difícil, la entrega física y psíquica son enormes, para después escuchar que el embarazo es un estado de ensoñación o que el primer año del bebé es soñado.

Esto que decís está lejos del relato habitual, que idealiza la maternidad..

Nadie pone en discusión ese amor que nunca antes sentiste por alguien, pero quedás hecha de goma. ¿Quién sabe ser madre? Vas aprendiendo sobre la marcha en un mundo que te exige que trabajes a los tres meses de parir y que estés flaca como una tabla.

Y eso que tu generación tuvo otras herramientas con las que no contó tu mamá, por ejemplo…

Ni hablar, claro. Yo tuve herramientas y medios para preguntar, generaciones atrás, pero no tantas, no podían ni preguntar, era así y punto.

Hubo seis años entre tu primer embarazo y el segundo. ¿Qué cambió?

Muchas cosas, creo. Yo siento que pude evolucionar. En el segundo pude elegir de verdad, en el primero creí que era como yo quería, pero nada que ver. El nacimiento de Camilo fue en una clínica con más servicio hotelero que apoyo humano; el año pasado, en el parto de Valentino, fue algo mucho más a la medida de lo que yo deseaba, con conciencia de cómo debe ser un parto natural, sin la presencia de tanto equipo médico que no hace más que confundirte.

Estás anunciada para la nueva tira de Pol-Ka, "Separadas", junto a Celeste Cid, Gimena Accardi, Marcela Kloosterboer, Agustina Cherri y Julieta Zylberberg…

Empiezo a laburar en ese proyecto ahora, a partir de noviembre. Ya me lo puse en la cabeza… Además me entusiasma el elenco con esas bombas diosas que van a estar allí. Me gustó lo poco que pude leer del libro, me interesa la autora Marta Betoldi y también me entusiasma volver a Pol-Ka después de tanto tiempo, más de diez años, cuando hice “Sin Código”.

¿Es bueno ser tenida en cuenta cuando la cabeza está en modo mamá?

Sí, más allá de que es difícil cambiar el chip, es reconfortante que te ofrezcan un laburo cuando hace tiempo que estás semi-retirada. Estamos atravesando un año difícil, por lo que súper agradezco poder trabajar.

Está la creencia de que los artistas viven en otra dimensión, que no tienen problemas económicos…

What??? No, no somos extraterrestres, tampoco vivimos en una burbuja. El dólar está para todos igual, ir al chino es un suplicio porque remarcan todo el tiempo… ¡¡comprar pañales!! es un dolor en el bolsillo, pagar los impuestos. Es una preocupación constante y es la primera vez que siento una angustia real, quizás porque tomo conciencia de lo difícil que es vivir en la Argentina teniendo dos hijos tan chiquitos.

Y en cuanto a volver al trabajo… ¿Es bueno mover las energías del rol de madre al de actriz?

Fundamental es no estar todo el día en mi casa, apoltronada. Es necesario refrescarse y volver a casa renovada, aunque serán maratónicas jornadas de grabación. Valentino va a tener 18 meses…. En cambio, con Camilo tuve que salir a sus cuatro meses porque las circunstancias así lo dispusieron.

¿Qué circunstancias?

Bueno, el entorno de ese momento, el laburo, las presiones y porque yo también suponía que debía hacerlo. Esta cosa ficticia de la mujer todopoderosa que es madre, trabaja y va al gimnasio es una payasada. Y en realidad estaba sobrecargada, nerviosa, agotada y no terminaba estando en ningún lugar.

Pegaste el volantazo emocional...

Sí, para esta maternidad me permití decir a muchas cosas que no, trabajé en cosas pequeñas y de poca duración y me mentalicé en que tenía que estar en casa, que no es nada sencillo. Pesa ser sólo un ama de casa… Pero ¡cómo, si yo soy actriz! ¿Qué va a pasar con mi carrera? Te asaltan un montón de miedos, de inseguridades, pero bueno, me mantuve firme.

¿Y cómo respondés a esos interrogantes?

Aparece la vos de mi vieja, que siempre me repetía: “Nunca dejes de trabajar y que te mantenga el hombre”. Claro, ella me lo decía para no repetir su historia y para que no tenga que pagar los costos de ser mantenida. Si bien es otro el contexto, esos temores cada tanto sobrevuelan.

¿Cómo te llevás con las frustraciones?

Me llevo bien, creo que es bueno toparse cada tanto con desilusiones, decepciones, desencantos, porque la vida es así, permanentes vaivenes. Yo a mi hijo Camilo le enseño que, a veces, está bueno que se frustre, es un trabajo muy difícil como madre, pero necesario para su crecimiento, para futuro.

¿Vos creciste con muchas desilusiones?

Yo crecí y evolucioné a partir de las frustraciones, porque frustrarse de grande es mucho más duro. Siento que la desilusión y la frustración son para despertar, para salir del adormecimiento.

¿Qué recordás de la vez que posaste para Playboy, hace más de diez años?

Uy, otra vida, otra Mónica, muy alejada de ésta. Hoy no me veo haciéndolo, me siento otra persona. Sí recuerdo que esa producción la hice porque era una de las condiciones para estar en la obra que hacía en aquel momento, “Extraña pareja”, con Pablo Rago.

¿Una condición?

Sí, porque como yo no era conocida, estar en Playboy iba a generar revuelo y promoción de la obra.

¿En ese momento querías ser conocida?

Evidentemente sí. Pero como decía, hoy tengo otra cabeza y otro vínculo con mi profesión. Doce años después de esa tapa de Playboy, quisiera volver a explorar y gozar del anonimato.

El cantautor uruguayo Jorge Drexler dice que la fama es la muerte…

Coincido… Es la muerte de un montón de pequeñas cosas que tienen que ver con la personalidad de uno, con la vida cotidiana. La libertad no tiene precio.