El trabajo, tal como lo conocemos hoy, ya no existirá dentro de un par de décadas. Especialistas de todo el mundo coinciden en que es solo una cuestión de tiempo que la tecnología sustituya buena parte de las actividades que realizamos actualmente los seres humanos. La llamada Cuarta Revolución Industrial (definida por la convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas) va a transformar radicalmente el mundo y uno de los grandes ejes de ese cambio va a estar en el ámbito del trabajo. El ser humano se desprenderá de muchísimas de las actividades que hoy realiza y eso impondrá dilemas gigantes vinculados a la autoestima, la manera de obtener el sustento y el uso del tiempo.
Debates como el de la Renta Básica Universal (un ingreso ciudadano que se recibiría simplemente por "existir") ya están sobre la mesa en muchos países desarrollados y anticipan los escenarios que enfrentaremos dentro de poco. No se trata de ciencia ficción, sino de una tendencia que se puede palpar ahora mismo en salas de cine que han reemplazado las boleterías por máquinas expendedoras de tickets y en el creciente número de empresas e instituciones públicas que prescinden de empleados para la atención al público en pos de sistemas de opciones pregrabadas o programas de respuestas automáticas. Ejemplos de este proceso de "sustitución" sobran en todos los sectores económicos y en el horizonte solo aparecen iniciativas que lo profundizarán, como el desarrollo de automóviles y camiones "inteligentes" por parte de firmas como Google, que no necesitarán conductores.
En la Argentina hay numerosos economistas, sociólogos y antropólogos que desde hace tiempo vienen analizando esta tendencia global e intentando comprender la forma en que podemos afrontarla desde nuestro país. Entre ellos se encuentra Eduardo Levy Yeyati, Doctor en Economía por la Universidad de Pennsylvania (EE.UU.) y autor de numerosos libros sobre las transformaciones económicas del siglo XXI, entre los que se destaca Después del trabajo (Sudamericana) .
¿Qué pasará con nosotros, Eduardo, seremos inevitablemente reemplazados por robots?
Hay muchas cosas pasando hoy en el mundo que lentamente están llegando a la Argentina y modificando la forma en que trabajamos, los trabajos en los que nos podemos emplear e incluso el modo en que entendemos al trabajo y el tiempo libre. La discusión más trivial del tema pasa por el robot que reemplaza al hombre. Eso es viejo, ya pasó. La Cuarta Revolución Industrial, lo nuevo de la discusión, tiene que ver con cómo la inteligencia artificial reemplaza ya no la mano del hombre, sino a su cerebro. Y esto implica que la inmensa mayoría de las ocupaciones van a tener algún grado de sustitución. Esto nos plantea cosas culturales muy interesantes como por ejemplo pensar hasta qué punto la trinchera final del trabajo humano va a estar asociada con lo más humano del hombre, que es la empatía, su comprensión, su cercanía, es decir, las características más sociales.
La inmensa mayoría de las ocupaciones actuales van a tener algún grado de sustitución.
¿Cuáles son los principales cambios en el mundo del trabajo en las últimas décadas?
Algunas de las actividades que se realizan en la mayoría de los empleos tienen que ver con cuestiones de clasificación, reordenamiento, el uso de las conexiones entre causa y efecto. Estas características pueden ser emuladas perfectamente por un programa. Para ponerlo en palabras más sencillas: por ejemplo, lo que hace ahora el programa de traducción de Google antes lo hacíamos nosotros: tomar un patrón y aprender a traducir una palabra por otra. Hoy, probablemente, lo que suceda es que la mayoría de las traducciones las haga primero el Google Translate y luego un editor termine de emprolijarlo. Entonces el traductor ya se vuelve redundante. Pero lo mismo pasa con el médico. Cuando uno va a verlo y le dice qué es lo que siente, el médico relaciona eso con un menú de posibles enfermedades asociadas a esos síntomas. Esa relación -entre síntomas y enfermedad- la hace hoy, incluso de manera más eficiente, una máquina. Entonces, el médico va a ser el tipo que me lo comunique, me contenga, me mire, me escuche, pero la máquina puede hacer todo lo otro.
Entre las 10 profesiones más amenazadas están los carteros y agentes de viaje.
¿Hay trabajos que podrían desaparecer en lo inmediato?
Sí, los ejemplos típicos son las cabinas de peaje -que gradualmente van a reemplazar a sus cobradores-, las cajeras de los supermercados, los call centers. Y hasta esta entrevista la podría estar haciendo una máquina. Entendida como un programa, eh. Podría tranquilamente mandarme un correo, pensar las preguntas, ajustar las citas, editar y publicar la nota.
La posibilidad de trabajar desde casa para cualquier empresa y lugar del mundo hará que la gente del interior no esté impulsada a emigrar como ahora.
¿Y re preguntar?
Sí, es un grado de sofisticación mayor pero sí, tranquilamente. Actualmente hay programas que programan otros programas. Así que creo que en todas las actividades humanas va a haber alguna de las tareas que podrá ser reemplazada. La actividad no va a terminar pero vamos a necesitar cada vez menos personas en esos trabajos. Entonces la pregunta que uno se hace es “¿qué vamos a hacer?” Bueno, algunas de las nuevas cosas que vamos a hacer van a estar asociadas a esto que mencionaba antes: cuestiones de cercanía, empatía. Envejeceremos más tarde, entonces necesitaremos más gente que nos cuide, vamos a tener más tiempo libre, si es que efectivamente la riqueza se distribuye de modo que podamos trabajar menos horas. Entonces demandaremos muchas actividades de esparcimiento, de diversión. De todas maneras es muy difícil pensarlo ahora, se me ocurre eso en función de lo que uno proyecta para los próximos años, yo miraría por ahí pero estoy dispuesto a sorprenderme.
¿Cómo nos manejaríamos con tanto tiempo libre?
La automatización o la sustitución del trabajo tiene dos aspectos: uno es, si trabajamos menos, ganamos menos entonces tenemos un problema económico. Supongamos que lo resolvemos, mediante un complemento, una transferencia: le sacamos a unos le damos a otros, y podemos mantener el poder adquisitivo trabajando menos. El segundo aspecto es qué hacemos con nuestro ocio, porque el guión que tenemos hoy en la cabeza está centrado en relación a la rutina del trabajo y si dejamos de ejercerlo no te digo que las personas colapsan pero lo viven como una privación, se deprimen, se aburren, genera violencia, apatía o anomia. Tenemos que cambiar el chip. Es fácil decirlo pero va a ser difícil hacerlo. Vamos a necesitar una transición para no deprimirnos. Por suerte todo en la historia se da de manera muy paulatina así que vamos a tener tiempo de reprogramarnos. Yo creo que esta transformación la van a ver mis nietos.
Ellos ya vendrán con otro chip.
Exacto. Mis hijas, que tienen veintipico, tienen una concepción del trabajo distinta a la que tengo yo, que a la vez es distinta a la de mi padre, que vivía para trabajar. Así que sí, yo creo que esa evolución se da naturalmente. Ahora, si le quitás el trabajo a la persona que está formateada para trabajar sí tiene efectos psicológicos negativos.
¿Cómo repercuten estos cambios en países como el nuestro?
En países ricos lo que sucede es que como hay suficiente riqueza es más fácil redistribuir, entonces están más protegidos. Creo que los países donde puede ser más problemática la transición es en países como la Argentina, donde estamos acostumbrados a niveles de ingresos medianos o altos pero tenemos un nivel de educación, informalidad y precarización no menor. Esto nos deja bastante expuestos a cualquier cambio porque no tenemos una red de seguridad, de protección, que sí te da un país con muchos ahorros y riqueza.
¿Y en las ciudades pequeñas o pueblos qué crees que pasará?
Es muy interesante el tema de la geografía porque, entre otros cosas, la tecnología lo que hace es deslocalizar el trabajo. Podés trabajar desde cualquier lado, entonces cada vez va a haber menos traslados por trabajo. Hoy hay programadores argentinos que trabajan para el mundo y hay programadores de La Quiaca que trabajan para Buenos Aires. Entonces desde el punto de vista del pueblo, se va a poder -en la medida en que haya otros atractivos que puedan llenar el tiempo de ocio- deslocalizar el trabajo. Eso de alguna manera compensaría lo que pasaba hasta ahora: que es que los pueblos chicos se vacíen, se estanquen en población, envejezcan. Así como el cable y la web te permiten estar en cualquier lado, y sentirte conectado, también te van a permitir, mediante esta deslocalización, estar inserto en el mundo laboral. Entonces no vas a tener que irte a otro lado a trabajar. Como todo gran cambio, va a producir cosas terribles y también cosas buenas.