"A veces tengo la horrible sensación de que pasa el tiempo y no hago nada, y nada acontece, y nada me conmueve hasta la raíz", escribió alguna vez Mario Benedetti. Dicen de la apatía que es como una maldición: que cuando te atrapa, ya no te suelta y entonces enjambra la vida, apaga las ganas y los sentimientos. Es un estado de ánimo que provoca gran desmotivación y nos lleva a sentir que las ilusiones se esfuman y que ya no tenemos energía para el movimiento más pequeño.
La mayoría de nosotros nos hemos sentido así alguna vez. ¿Pero qué nos ocurre exactamente? ¿Se trata de un estado de ánimo? ¿Una actitud desapegada ante la vida? Cabe decir que la apatía es una dimensión que comprende, en realidad, varios aspectos, porque su impacto llega a cada fragmento de nuestro ser. La apatía es desmotivación, es cansancio, desilusión y tristeza. Un caleidoscopio de procesos psíquicos, emocionales y físicos que nos dejan en pausa, suspendidos en algún lugar brumoso. Nadie debería quedar atrapado en esta situación más de lo necesario. Por eso, es fundamental conocer las causas y el modo de enfrentar este profundo malestar.
"Todos podemos tener momentos en que estemos desmotivados, sin ganas. De hecho, basta con recorrer las calles para ver que mucha gente en los transportes públicos o caminando, que parece autómata en su manera de ir por la vida. Son personas a las que, si uno les mira los rostros, puede definir como apáticas e inexpresivas. Es que, junto con el otro extremo que sería la irritabilidad, estas dos maneras de vivir son bastante comunes en la sociedad actual, donde el punto medio no abunda: o nos callamos y aguantamos lo que sea al punto de anestesiarnos, o estamos todo el tiempo al límite de estallar, con la violencia a flor de piel. Nuestro contexto es estresante", explica el psicólogo y especialista en vínculos Mauricio Strugo.
La apatía es uno de los tantos malestares de la posmodernidad, y afecta cada año a más personas. Algunas de sus principales causas son el estrés regular, la falta de descanso suficiente y la mala alimentación, como así también las preocupaciones, las vivencias traumáticas, la baja autoestima y la falta de recursos vinculares para hacer frente a los problemas dialogando.
Según los expertos, quienes experimentan este síndrome tienden a "anestesiarse" a sí mismos, en un intento inconsciente por refugiarse y sobrevivir. No obstante, la apatía también puede ser señal de otras cuestiones psicológicas o físicas como la depresión, el Alzheimer o la anemia.
Explica Strugo: "Para salir de este círculo, lo primero que debemos hacer es reconocer la apatía como un problema y rastrear, por ejemplo, si su origen se debe a frustraciones cotidianas o alguna circunstancia emocional que nos ha provocado esta desconexión emocional. También es importante analizar si podemos mejorar el cuadro con unas vacaciones o modificando alguna rutina diaria, saliendo a caminar, haciendo yoga u otras actividades que nos permitan reconectarnos con la vitalidad. Pero si la sensación de apatía persiste en el tiempo y si sentimos que todo empieza a perder sentido, ya será conveniente consultar a un psicólogo".
En algunos casos, bastará con un tratamiento terapéutico y, en otros, requerirá un acompañamiento psicofarmacológico. Lo importante es no encerrarse, poder hablar de lo que nos pasa, eligiendo para ello a interlocutores empáticos, que no nos juzguen ni descalifiquen nuestro malestar con frases como "tenés todo para estar mejor" o "hay gente que está peor", que generan frustración en lugar de alentar.
Activemos el cambio
Para salir a flote frente a la apatía, es esencial administrar bien nuestro tiempo, por lo que se vuelve fundamental organizar el trabajo y otras obligaciones diarias, de manera de tener también dispuestos los espacios y momentos para el ocio y la relajación.
"Un estilo de vida saludable resulta de gran ayuda a la hora de mejorar la sintomatología. El control de la alimentación puede ayudarnos a corregir diferentes déficits nutricionales que abonan la sensación de apatía", recomienda el doctor Claudio Waisburg, director médico del Instituto SOMA. Y aconseja: "Del mismo modo, el ejercicio físico resulta de gran ayuda, porque durante la práctica de cualquier deporte o de una simple caminata generamos endorfinas, que son hormonas muy útiles para mantener a raya la ansiedad y la frustración que se producen en muchos de estos casos", aclara Waisburg.
La puesta en marcha de estas iniciativas y el apoyo del entorno, acompañando sin juzgar y reconociendo estos movimientos vitales, son centrales para salir adelante.
"El uso de sustancias psicoactivas, especialmente de tipo depresor, puede tener efectos perjudiciales y provocar incluso la apatía, o colaborar para que perdure en el tiempo. Por eso, es importante que quien atraviesa este proceso, consulte a un especialista antes de automedicarse, porque puede estar haciendo algo que empeore sus sensaciones. El especialista sabrá, en caso de ser necesario, cuál es la mejor medicación", aconseja Waisburg, quien sugiere, además, fijarse metas realistas y alcanzables. "En general aumentar la autoestima y la realización de tareas agradables también resulta de gran utilidad", dice. A cambiar los hábitos, generar buenos momentos, espacios de calidad, rodearse de personas con buena energía y dejarse querer para volver a brillar y a sacar lo mejor de cada uno.
Autotest
El psicólogo Mauricio Strugo plantea esta sencilla prueba, que nos permite evaluar si estamos atravesando un proceso de apatía o, en cambio (si más de la mitad de las respuestas son positivas), de depresión:
¿Te cuesta conciliar el sueño?
¿Tenés pesadillas?
¿Te sentís cansado y agotado emocionalmente?
¿Hubo alguna fluctuación en el peso durante el último mes (sin dietas)?
¿Alguien de tus familiares sufre desórdenes depresivos?
¿Ha disminuido tu deseo sexual?
¿Tenés alucinaciones auditivas o visuales?
¿Te sentís a menudo desesperado?
¿Tu nivel de estrés diario está por encima del promedio?
¿Ocultás tus sentimientos a personas cercanas?