Oleg Gazenko, uno de los científicos del programa espacial soviético, declaraba 30 años después de finalizada la misión, que "Cuanto más tiempo pasa, más lamento lo sucedido. No deberíamos haberlo hecho... lo que aprendimos de esa misión no fue suficiente como para justificar la muerte de la perra".
Laika, la perra que fue la primera astronauta de la Tierra, pagó con su vida la decisión de URSS de poner en órbita el primer satélite artificial de la historia, el Sputnik 1, el 4 de octubre de 1957 y un mes después la primera nave tripulada, el Sputnik 2.
Para festejar el 40º aniversario de la Revolución Bolchevique presionaron a los científicos espaciales a ofrecer algo más espectacular: llevar a una persona al espacio. Pero aún era peligroso, ya que los sistemas de soporte vital de las naves eran inestables y se sabía muy poco sobre los efectos reales que podría tener la puesta en órbita y posterior regreso para el cuerpo humano.
Los candidatos eran perros callejeros, pero por el apuro no hubo tiempo para preparar una nave en condiciones de ser recuperada, así que el tripulante debería ser sacrificado.
La elección recayó en una perra mestiza de carácter dócil, tranquila y encantadora. El equipo sabía que iban a enviarla a su muerte y más de uno, tras la desintegración de la Unión Soviética, se lamentaron, pero no tenían elección ante las órdenes de Kruschov.
Laika tenía solo dos años y el objetivo de la misión era recoger datos sobre las constantes vitales de Laika para observar la reacción de un organismo vivo en una misión espacial.
Durante las tres primeras órbitas el funcionamiento del satélite fue normal, pero en la cuarta la temperatura empezó a aumentar rápidamente a causa de un fallo en el sistema de control térmico. Laika murió poco después a causa de un paro cardíaco provocado por la hipertermia. La comunidad científica no mostró demasiada preocupación por la muerte de Laika, y lo consideraron un sacrificio necesario para el progreso de la carrera espacial.