Nadie, salvo Ethra, su madre, sabía quién era el padre de Teseo, pues este tuvo miedo de que una maga muy vengativa –resentida con él– intentara matarlo. Así que antes de regresar a su reino, Atenas, el rey Egeo le recomendó que no dijera quién era el padre del niño. La llevó hasta la playa, corrió una piedra enorme y debajo de ella enterró sus sandalias y su espada, envueltas en su capa. Después de cubrirlas de arena, volvió a poner la piedra en su lugar y dijo a la joven:
-Cuando él esté preparado para la aventura, podrá mover esta piedra, se calzará mis sandalias, suya será mi espada y se cubrirá con mi capa. Dile entonces que es mi hijo y que cuando nos encontremos, yo le daré mi nombre y él reinará en mi reino.
La joven obedeció las órdenes de Egeo, y como era hija de otro rey y prima de héroes, el niño se crió en el palacio, querido y protegido por todos. Entre ellos, su primo hermano Heracles (también llamado Hércules), un hombre de una gran fuerza que había intervenido en aventuras peligrosas.
Siendo Teseo niño todavía, un día Heracles llegó cansado de un viaje y sacándose de los hombros la piel del león de Nemea –una fiera gigantesca con la que había luchado cuerpo a cuerpo–, la arrojó sobre un sillón.
En ese momento, los niños del palacio entraron a la habitación y al ver la cabeza del animal y sus terribles dientes, creyeron que estaba vivo y huyeron, salvo Teseo, que corrió a la pila de leña, tomó el hacha y se dispuso a enfrentar lo que creía que era un león del tamaño de un toro. Heracles, admirado, lo tomó en sus brazos y todos lo felicitaron por su valor.
A los dieciséis años Teseo era un joven fuerte, hermoso, de cabellera rizada y ojos de mirar directo, pero sus mejores cualidades eran la inteligencia y la cautela: nunca comenzaba una pelea si no estaba convencido de que era justa y que resultaría vencedor. En cuanto anunció que se iba a correr aventuras para demostrar su valor, su madre lo llevó a la playa y le mostró la enorme roca.
-Sólo te dejaré partir si puedes mover esa piedra y me demuestras cuán fuerte eres -le exigió.
Teseo sonrió y le dijo: -Y si consigo moverla, madre, ¿qué me darás en premio?
-La espada de un rey que te espera desde que naciste -respondió ella con tristeza, pues no quería que él se alejara de su lado.
El joven, asombrado, preguntó: - ¿De un rey, dices?
Entonces Ethra le contó la verdad de su nacimiento, lo que iba a encontrar bajo la roca, y que si podía moverla, era tiempo de ir en busca de su padre. Teseo movió el peñasco, desenvolvió la capa, se calzó las sandalias de viaje, sujetó la espada y mirando a su madre, exclamó entre risas:
-¡Atenas! ¿Dónde está Atenas, madre? -Y se cubrió los hombros con la capa real.
Al verlo así vestido, Ethra se emocionó, y allí, al borde del mar, donde reinaba Poseidón, le comunicó un secreto mayor: él tenía dos padres. Uno carnal, que era el rey Egeo, y otro divino, que era el Dios del Mar: el día antes de que naciera, Poseidón se le había aparecido en sueños y le había prometido que él, su esposa Anfitrite y todas las criaturas marinas cuidarían siempre de aquel niño al que consideraba su hijo humano.
Ethra y el joven regresaron al palacio, donde habían preparado un festín con los héroes de la ciudad para despedir al valeroso muchacho que iba en busca de su padre y de un reino.
Sugerencias
1) Conseguir libros de mitos griegos para niños con buenas ilustraciones.
2) Para adolescentes: las novelas de Percy Jackson y los Dioses del Olimpo: se asemeja a la historia de Teseo.