El kéfir es un alimento fermentado, pero no es yogurt. Se trata de una preparación de gránulos de un fermento vivo que son los que, justamente, le dan el nombre a la preparación.
Su nombre significa "bendición" en turco y es considerado muy beneficioso en el intestino, el órgano que se relaciona con la vitalidad y las emociones.
Los gránulos son nichos ecológicos sumamente complejos de bacterias y levaduras que viven juntos en una "armonía biológica" y colaboran a la salud. Además tienen lípidos, proteínas y azúcares. A simple vista son similares a las flores del coliflor blanco, pero con una textura más blanda. Estos nódulos se agregan a la leche o el agua para constituir el alimento procesado.
Es un alimento de origen milenario. Los osetios y karachais, habitantes de la zona norte de la región del Cáucaso, entre Europa y Asia, fueron los que llevaron el kéfir al resto del mundo. La leyenda dice que hace miles de años, Alá le obsequió el secreto de la salud a un anciano que buscaba tener una vida eterna. Este anciano después lo compartió. El fermento era tan valorado que nunca se regalaba ni vendía. Se creía que si rompían esta regla, perdería sus propiedades. Pero había una sola forma de conseguirlo: el dueño podía dejarse robar su kéfir. A cambio, el ladrón lo beneficiaba con un negocio de tipo comercial.
Si bien en la antigüedad se le dieron propiedades mágicas contra distintas enfermedades, actualmente se considera que contribuye a la salud en general por sus propiedades de depuración. La ciencia afirma que su mejor cualidad es neutralizar las bacterias descomponedoras que se acumulan en el intestino a causa de una mala alimentación.
Esas bacterias tienen un efecto negativo en el sistema inmune y aceleran el envejecimiento. Por esta razón, el kéfir es ideal para reconstruir su microbiota intestinal y los que han realizado un tratamiento con antibióticos.
Hoy en día se consiguen en cultivadores privados, que se pueden encontrar en las redes, algunas marcas especializadas que se encuentran en negocios naturistas o supermercados especializados. Los cuidados que requieren son mínimos, ya que se reproducen rápidamente sumergidos en leche. Y para detener un poco su crecimiento hay que guardarlos en el freezer.
El kéfir casero se puede conservar en la heladera en envases de plástico hasta 15 días. Se puede mezclar con azúcar, con miel, con batido con frutas y frutos secos y con chocolate.
