La impresionante lluvia es un espectáculo imperdible desde el ventanal de punta a punta del living de invierno del piso 29 de la casa porteña de Gastón Portal, que tiene allí su computadora, sus textos, borradores y biblioteca. Dice que ahora, que está solo y su familia en Miami, puede utilizar el ambiente a sus anchas.
Mientras prepara un té de jengibre, cuenta con su voz nasal, algo ronca, que se está readaptando a la vida ar gentina después de más de tres años en Estados Unidos, adonde se afincó con su mujer norteamericana Belén Laurence y sus tres hijos, Olimpia, Gala y León. “Me costó irme, yo viví toda la vida en la Argentina, soy argento a full pero laboralmente no tenía lugar, no tenía cabida, sentía que nada de los trabajos que propusiera llegaría a buen puerto”.
¿Por qué?
Simplemente porque acá hay tres o cuatro tipos que son los que manejan todo: Adrián Suar tiene a Pol-Ka en El Trece y no da lugar a nada más, los Ortega y Estevanez manejan la ficción de Telefé, América no es canal de ficciones y Canal 9 tiene acostumbrado a su público al culebrón, pero sin embargo me abrió las puertas a dos de mis producciones, aunque advertí que las ponían más por compromiso que por interés.
¿Sí, por compromiso?
Es que un canal tiene que ser disciplinado y riguroso a la hora de instalar la ficción, con el fin de acostumbrar a su público. Tenés que mantener el día y el horario, de lo contrario, si vas modificando cada semana de acuerdo al rating, es hacer mierda el programa.
¿Pudiste juntarte con Suar o los Ortega para darles tu punto de vista?
Todo bien con ellos, pero no hay manera de compartir nada, de competir, tienen miedo que lo suyo, que atrasa décadas, quede en el camino y así la tele argentina es muy obsoleta y está casi muerta.
¿Hay algo de despecho en tus palabras, Gastón?
¿Despecho? Cero, es un diagnóstico que doy después de dar vueltas muchos años de mi vida y entender que así son las reglas del juego. Yo vendí mi material a Televisa y a Inglaterra, por eso me fui a Miami, un punto neurálgico para conectarme con Europa y América Latina.
¿Siempre hubo amos y señores en la tele?
No es nuevo, hace más de veinte años que es así, no es que me empecé a dedicar a esto hace cinco años y me encontré con un panorama impensado. Mi primera serie fue en 1991, Voy a pagar la luz, en el viejo ATC, así que imaginate si conozco el paño…
¿Por qué pensás que no hay lugar para más hacedores o gente que proponga nuevas ideas?
Porque el mercado es chico y porque hay cuatro canales privados. Eso también es cierto, pero podría haber una renovación en los contenidos y en quienes los producen, pero los medios en la Argentina están anquilosados, y lo digo con cierta tristeza y con conocimiento de causa.
¿Te sentaste a tomar un café con los que manejan la televisión argentina?
Sí, varias veces, nos conocemos mucho, pero no hay interés ni intención de querer hacer algo. Hay temor de perder la quintita, de que algo nuevo pueda desplazar a lo que está enquistado hace años.
Reconocido productor de ciclos populares PNP (“Perdona nuestros pecados”), “Noti-dormi”, “Atorrantes”, RSM (“El resumen de los medios”) y, más recientemente, “Intratables” o las ficciones “Las trece esposas de Wilson Fernández” y “La última hora”, el hijo de Raúl Portal no descarga con bronca ni soberbia, tampoco hace catarsis, sino que responde con su verdad a la pregunta de por qué no trabaja en la televisión argentina y por qué se hizo humo en los últimos años. “Volví al país porque estaba por estrenar ‘La noche mágica’, pero por el coronavirus el desembarco se pospuso para el segundo semestre. Pero siento que vendré más seguido a dar a conocer mis novedades”, vaticina el también autor y director de 51 años.
¿Qué podés decir de "La noche mágica", que protagonizan Natalia Oreiro y Diego Peretti?
Cuenta la historia de cómo un ladrón entra a una casa a robar en Navidad y maltrata a los adultos en un cuarto, mientras que le cumple todos los deseos a la hija del matrimonio que permanece en otra habitación. Es una historia abarcativa, que combina thriller, psicosis, tensión y humor.
¿Cuán importante es que tu bautismo en pantalla grande los protagonistas sean Oreiro y Peretti?
Una locura, algo impensado cuando tenía el guión terminado. De hecho, la película la pensé dentro del circuito independiente, austera, chiquita y de repente la produjo Disney, con una pareja súper popular y se puede convertir en una mole taquillera.
¿Y por qué pensaste en Oreiro?
No, yo no pensé en ella, pero sí Axel Kutchevasky, un viejo amigo del colegio que, cuando leyó el guión, me dijo: “Hacé lo posible para que le llegue a Natalia”. Y le llegó. Y Natalia se enganchó mucho y se lo pasó a Peretti, quien también se copó. O sea que yo no tuve nada que ver con la selección de los protagonistas, pero bienvenidos sean…
¿Qué dirías que tiene de novedosa tu película?
Que es una comedia negra, género que en la Argentina no es frecuente, pero sí en Estados Unidos y en Europa. Para trazar un paralelo, pero sin entrar en comparaciones, lo que propongo es algo así como lo que transmite “Parasites”, la coreana que ganó el Oscar.
¿No hay un director que cultive ese género?
No se me ocurre, salvo Szifrón, que ofrece situaciones dramáticas y divertidas a la vez, como sucedió en “Relatos salvajes”, pero paremos de contar. Pero mi película toca esas cuerdas que volqué tras ver a mis inspiradores, por ejemplo, Tarantino, Cronenberg, los hermanos Coen…
Con tanto recorrido, resulta que "La noche mágica" es tu ópera prima. ¿Cómo vivís esta posibilidad habiendo pasado los cincuenta?
La verdad es que no tengo la adrenalina ni el nerviosismo propios del debutante, no lo vivo como un operaprimista, siento que voy por la película número diez, porque la vengo yugando hace tanto, haciendo programas y series… De verdad estoy muy tranquilo, disfrutando mi bautismo en el cine argentino y sabiendo que la vida en las salas puede ser muy breve.
Más allá de tu experiencia, ¿por qué no llegó antes tu ópera prima?
Porque cuando estaba dispuesto, cuando ya estaba embarcado, aparecían otras propuestas como “Atorrantes” o “PNP”, que fue tan exitoso por ser el impulsor de los programas de archivos en la Argentina, lo mismo que “RSM”, que me engancharon e hicieron dilatar el proyecto cinematográfico para el cual me fui preparando. Es raro, lo sé, porque además yo estudié cine en la FUC (Universidad del Cine) con grossos como Damián Szifrón, Mariano Llinás, Ana Katz, Lucrecia Martel, artistas con mayúsculas que tienen mucho rodaje encima, lo mío fue empezar al revés…
¿Lo mejor y lo peor de vivir en Miami?
Vivir en Miami es un embole, sobre todo para un argentino como yo acostumbrado a andar de aquí para allá, salir, caminar, tomar un café, cosas básicas que allá no podés hacer si no tenés auto. Lo mejor fue que armé una actividad diaria con mis hijos que me permitía jugar todo el tiempo con ellos, ver películas y divertirme. Ahora, que hace semanas que no los veo, lo extraño un montón.
En una charla con Peretti para Rumbos nos dijo que "La noche mágica" tiene "una impronta muy Portal", algo llamativo tratándose de tu debut…
Pero siempre trabajo igual, para programas y series. Supongo que lo que quiso decir Peretti es que yo no defino qué personaje hará el actor hasta después de un par de reuniones. Con el texto listo, yo voy conociendo al actor/actriz, a la persona, me gusta saber cómo es, para luego ofrecerle un personaje. A Oreiro al principio le incomodó esa situación, como así tam bién que le cambiara algunas ideas durante el rodaje, pero se desempeñó muy bien.
¿Qué te pasa a vos cuando te topás con algún actor vacilante, temeroso o quejoso?
Lo que más me gusta de mi trabajo es la relación previa con el actor o la actriz, la disfruto y la valoro, trato de construirla, porque sé que de allí nacerá el futuro de la película, por lo que es mi responsabilidad elegir al actor y qué rol ofrecerle. A cada actor hay que tratarlo de manera distinta, porque cada uno tiene su particularidad, entonces hay que ser un poco psicoanalista, por eso mis encuentros son bastante antes de empezar a filmar, con el objetivo de conocernos.
¿Qué busca el actor o la actriz en esos encuentros?
En realidad, como yo no hago casting, lo que propongo y lo que exijo del otro lado es nada más y nada menos que honestidad. Pero antes tenemos varios encuentros para conocernos, encuentros que avanzan salvo que el actor no sea inteligente. La falta de inteligencia es una barrera que para mí no tiene cómo sortearse, me deprime trabajar con actores que carecen de ella.
¿Te ha pasado de encontrarte con ese tipo de actor?
Sí, claro, me pasó hace poco en la serie “Babylon” con un actor muy conocido, de televisión, que me pareció un boludo insoportable; no nos entendíamos, me pedía hacer cosas extrañas para su lucimiento personal, un tipo rarísimo, después de un par de encuentros no lo llamé más.
Gastón, habías mencionado tu infancia y la relación con tu viejo. ¿Qué te inculcó Raúl Portal?
Especialmente la curiosidad, el interés por lo cultural y una infancia con abundancia de juegos. Gracias a él yo me fui enamorando del cine, supongo que por ver películas juntos desde muy chico. Me acuerdo que papá me llevaba a distintos bares y jugábamos a ponerles personajes a la gente que estaba allí, tomando algo, y armábamos historias inolvidables. Eso sumado a que yo era hijo único y bastante solitario calculo que fue moldeando una manera de ser, una personalidad.
¿Cómo está tu papá hoy?
Está jodido el viejo, está internado desde hace un tiempo y se encuentra como en otro mundo, en una burbuja buena, digamos, porque no es consciente de su deterioro físico y mental. Entonces podemos tener charlas totalmente esquizofrénicas y delirantes, que no me hacen mal y a él le sientan más que bien.
¿De qué hablan?
De cosas de trabajo, en su limbo saca temas como si estuviera en actividad, me dice que lo pase a buscar para ir al canal y, de pronto, me pregunta cómo vamos a producir tal material, lo que me alegra, porque siempre fue un “obse” con el laburo. La verdad es que me pondría muy triste si él tuviera lucidez de su situación, de alguna manera prefiero que esté así.
¿Lo visitás seguido?
Sí, claro. Yo volví, especialmente, porque quería verlo, necesitaba tener ratitos con él