Paola Barrientos: "Jamás imaginé que iba a terminar como la cara de un banco por casi diez años"

La actriz relata como es que terminó siendo la cara de un banco viniendo del teatro under. Además habla del tema de la fama y cómo se lleva con las redes sociales.

Paola Barrientos: "Jamás imaginé que iba a terminar como la cara de un banco por casi diez años"
Paola Barrientos

Dice que el teatro es su ecosistema natural, que la televisión era un espacio lejano y ajeno del que se fue apropiando sin querer y que el cine es un ambiente esporádico, al que le gustaría frecuentar más seguido. Seria, tímida y respetuosa, Paola Barrientos se encuentra en el bar del Polo Científico con Rumbos para hablar de Clara, una escritora e ilustradora infantil, protagonista del pequeño y bello filme La afinadora de árboles:

​ "una mujer que necesita volver al pueblo, al lugar donde nació para replantearse qué quiere hacer de su vida. Me encantó la propuesta de Natalia Smirnoff, la directora, y me embarqué en este viaje intimista, pequeño e intenso, que me permitió volver al cine después de varios años".

Es cierto Paola, ¿por qué tan poco cine en tu camino?

Porque lo que me proponían no me interesaba. Soy bastante exigente con los guiones que me llegan, y el de Natalia (Smirnoff) reunía todo lo que busco: tiene sutileza, sensibilidad y pasión.

¿Sos difícil a la hora de aceptar una propuesta laboral?

No, simplemente me respeto. No agarro cualquier cosa sólo por laburar y ganar guita. Necesito sentir, tener ganas, por eso me guío por mi intuición, mi olfato para embarcarme en algo. Por supuesto, y no es un tema menor, tengo un contexto económico como para no sentirme apremiada.

Esa exigencia ¿la mantenés en cine, televisión y teatro?

En teatro es donde más hincha bolas soy, porque es mi hábitat natural. Sé lo que es mantener funciones en el tiempo, por lo que entiendo que la comunión del elenco con el director es clave. Me pasa ahora en la obra Tarascones, que va por la quinta temporada. Es de esas piezas de otro planeta que haría hasta los 80 años.

Películas pequeñas, teatro de autor, más tiempo para tus cosas… ¿Es el mejor combo para vos?

La estoy pasando bien, me gusta disponer de mis espacios, caminar por la calle, tomarme un colectivo... actividades que cuando estás en el prime-time de televisión son más difíciles porque el ánimo es volátil.

¿Te sucedió cuando interpretaste a Vicky, aquel recordado personaje de Graduados (2012)?

Ni me lo recuerdes. Yo era la más nuevita, sin experiencia. Fue muy difícil de asimilar ese éxito. Tuvo una contundencia tal que me sacudió la vida, me la transformó de una manera que no me imaginaba ni tampoco deseaba. Me convertí en una moda... Una moda pasajera.

¿Una moda, sí?

Sí, claro. La racha se terminó, y eso estuvo muy bien. Me motiva saber que no siempre se tiene semejante exposición.

A veces el tema de la fama puede resultar una frivolidad…

Es un tema complicado, sobre todo para quien no tiene roce con ella ni con esa cosa fea llamada “éxito”, que no tiene nada que ver conmigo.

¿Por qué?

Porque yo tuve momentos laborales tanto o más exitosos, y nadie se enteró. La fama me terminó dando un humor más frágil, más variable, ya que mi estado de ánimo dependía de cómo me levantaba.

Puntualmente, ¿qué te afectaba?

Creo que me afectaba el hecho de que el reconocimiento estuviera estrechamente ligado a ser un producto para terceros (¿prensa? ¿productores?), que deciden por vos y te dicen qué hacer.

¿Te molestaba?

Claro, ¿a quién no le jode tener que satisfacer las demandas de otros sin pensar en las propias?

¿Y cómo estás hoy en relación con todo este tema de la fama?

Tengo la teoría de que cuando una se tranquiliza con el tema, al entorno le sucede lo mismo. También es cierto que hace mucho que no hago una tira, la última fue Viudas e hijos de rock & roll (2014).

¿En qué te ayudó que la popularidad y el éxito te agarraran a los 38?

Supongo que lo bueno de que aparecieran a esa edad es que no cambiaron mi vida personal ni mi manera de pensar, ya era grande.

Decías que tuviste momento más exitosos que tus tiempos de gran popularidad… ¿A qué te referías?

Una de las mejores obras que hice en mi vida fue Teo con Julia (2004), durante dos años, y la vio muy poca gente. Esa pieza fue el punto de inflexión de mi carrera y me constituyó para hacer otras cosas, como protagonizar tiras televisivas.

Defendés a rajatablas el circuito alternativo…

Es que yo hace siete u ocho años no existía para el gran público. Vengo de un mundo más intimista, silencioso y modesto, pero también mucho más enriquecedor. Lo que viví con la fama y el rating son los coletazos de otras elecciones que tomé en mi vida anterior.

Para muchos, prensa incluida, vos habías empezado tu trayectoria en "Graduados"…

Sí, de no creer. Hay notas que todavía, al referirse a mí, dejan entrever que lo que me está sucediendo es como un milagro. Todavía recuerdo el título de una: “La cenicienta que pasa de pobre a millonaria”. Por suerte, gracias a mi familia y a mí, pude hacer siempre lo que quise. Me han llamado varias veces, antes de Graduados, para integrar otros programas grandes pero no quise…

¿Por qué?

Simplemente porque prioricé otros trabajos en teatro, quería estar en otro lado; la televisión no era el medio natural para desarrollarme.

Mirar hacia adentro

En teatro, Barrientos continúa hasta fines de octubre con Tarascones, mientras van ganando terreno los ensayos de la comedia Para normales, a estrenarse en enero. La actriz vislumbra que 2020 será intenso, porque protagonizará la nueva tira de Telefé Volver a empezar, junto a Carla Peterson y Juan Minujín.

“No puedo decir nada, porque todavía no me llegaron los guiones, sólo sé que mi personaje formará parte de la familia de Minujín”. Ambas noticias salieron a la luz vía Twitter y Facebook, territorios no explorados por la actriz.

¿Por qué no te llevás con las redes sociales?

Mmm, no es lo mío. No me interesa lo que se vive en ese universo tecnológico, hasta me da un poco de miedo. Pensá que tenía un celular Nokia 1100 hasta hace poco, recién manejo Whatsapp hace tres años.

¿Miedo a qué?

A lo intangible, pero sobre todo a lo que genera y a una cantidad de botones que no tengo idea de cómo manejar. Tiene un poder de hipnosis tremendo. Por supuesto, que entiendo que es una herramienta, pero me sorprenden esas realidades paralelas que se arman.

En las redes se habló mucho de tu salida de la publicidad del Banco de Galicia...

Me enteré de que se armó flor de revuelo, pero no sé por qué saltó ahora, cuando yo ya lo había dicho hace dos años. ¿Será que convenía, debido a la coyuntura en la que vivimos, que fuera replica+do en tiempos preelectorales?

¿Por qué fue que dejaste ese espacio que te dio tanto?

Porque sentí, por un lado, que era un ciclo cumplido; y por otro, no estaba de acuerdo con los créditos UVA que el banco promocionaba. Era un tema mío, sentía que me iba a enfermar si seguía haciéndolo.

Tu amigo y colega Gonzalo Suárez, compañero de la saga, ¿no te intentó retener?

Gonza es un amigo, un hermano, y a él se lo expliqué y me entendió más que nadie. Tampoco pretendí arrastrarlo ni convencerlo de nada, porque se trataba de una decisión absolutamente personal.

¿Se dijeron que te habían echado por cuestiones políticas?

Empezaron a decir pavadas, pero nada, cero... Yo me ocupé de hablar con todo el equipo de creativos y les comenté la decisión y me la respetaron, lo que me dio un gran alivio.

¿Alguna vez imaginaste que serías la cara de un banco y que gracias a eso conseguirías trabajo?

Como parte del circuito alternativo teatral, nunca se me hubiera ocurrido que sería la cara de un banco y, menos, que eso determinaría que me llamaran para otros trabajos. Fue un trampolín para aterrizar en la tevé; y la gran repercusión de la saga de avisos (que arrancó en 2009) me ayudó a entender los ecos que produciría estar en el medio.

¿Te sorprendió lo que sucedió con esa publicidad?

Por tratarse de un simple aviso, fue algo inédito y tuvo gran repercusión. Claro, nada comparado con lo que viví, tiempo después, en Graduados, que fue un tanque.

¿Cuál pensás que fue el gancho para que se convirtiera en una comedia dosificada?

La química con mi marido de ficción (Gonzalo Suárez) y la dirección de un gran profesional como Juan Taratuto (cineasta conocido por Un novio para mi mujer y Me casé con un boludo), que apuesta por el trabajo de los actores, hicieron que se transformara en una saga publicitaria por entregas, como pequeñas películas. Algo atípico, no estuvo previsto.

Hace unas semanas, en estas páginas, el Chino Darín defendió "la tibieza y los grises"; decía que no todo es blanco o negro. ¿Vos sos más de armas tomar?

Para mí no hay lugar para la tibieza, definirse se impone, pero siempre a título personal, después cada uno puede hacer lo que se le cante. (Hace una pausa.) A veces soy demasiado frontal innecesariamente...

¿Padeciste tu frontalidad?

Soy visceral, la mayoría de las veces siento que tengo que jugármelas.

A propósito, ¿te representa el Colectivo de Actrices?

Me siento muy cercana política e ideológicamente con muchas de las chicas que están allí, mucho más presentes que yo, que no estoy desde el principio, cuando las actrices se unieron para pedir por la ley del aborto. Lo pensé pero entendí que no iba a sumar demasiado, por eso preferí acompañar desde afuera, pero con el sentimiento.

¿Creés que tu presencia podía generar polémica?

No sé, bastantes líos tuve, prefiero, por las dudas, evitar contaminar con mi posicionamiento un espacio tan necesario como es la “Grupa”.

Haciendo un repaso por tus inicios teatrales, aparece José María Muscari, alguien diferente a vos, pero con quien compartiste varias puestas independientes.

Sí, claro, tuve mucho que ver con José María. Empezamos a estudiar teatro juntos y egresamos de la Escuela Municipal de Arte Dramático. Y nos encontramos para hacer algunas obras como Mujeres de carne podrida, Pornografía emocional, Marchita como el día y Grasa. Con Muscari pegamos onda y buena química; ya de chico era movedizo, un hacedor.

¿Fue importante en tus inicios?

A mí me vino bárbaro cruzármelo porque soy más quieta, de las que piden permiso y esperan que la iniciativa la tome el otro. Y José María es una topadora. Nos complementamos mucho en ese inicio compartido. Con los años, cada uno emprendió su propio camino, de acuerdo a prioridades personales, pero cualquier día de estos nos reencontramos con un proyecto que nos cuadre a ambos.

"Una actriz que pide permiso", así te describís… ¿Te perjudicó en algún momento ser más "quieta"?

No sé, siempre fue así, es lo que hay. Nunca fui de las que intenta mostrarse o hacerse un lugar a los codazos. Siempre tuve ese lado tímido. La verdad es que no sirvo para pedir algo, o decir “necesito”, sobre todo en cuestiones laborales.

¿Te reprochaste alguna vez eso?

Es un tema de diván, porque solía reprocharme por qué no hacía un poco más por mí y por mi trayectoria. Sentía que me faltaba ese vigor para ir a buscar laburo como sí lo hace, por ejemplo, Muscari. Yo sabía que me estaba achanchando, que tenía una actitud quedada, hasta que me fui amigando con lo que era capaz de hacer, y con lo que no también. Empecé a explotar algunas virtudes que eclipsaron los defectos y, lentamente, el panorama se fue aclarando.