Definitivamente las primeras impresiones son cruciales, dado que las relaciones suelen definirse de entrada. El modo vincular que se haya establecido en los primeros encuentros, será difícil de modificar después. Lo queramos o no, nos habrán encasillado y luego tendremos que realizar un esfuerzo desmedido para que el otro cambie su conducta y su opinión sobre nosotros. No importa que se trate de una relación laboral, de una nueva amistad o de un vínculo de pareja, será mejor cuidarse de los malentendidos y establecer nuestros límites a tiempo.
Esta reflexión, este consejo, desde luego será de gran utilidad si nos cruzamos con personas abusivas y manipuladoras. Sin embargo, también será un escudo para repeler a cierta especie humana que suele camuflarse tras un disfraz de víctima e incomprensión. ¿A quiénes me refiero? Ni más ni menos que a los crucigramas de carne y hueso. Ellos circulan por la vida como enigmas, dolidos porque nadie los comprende, criticando a los demás y considerándolos insensibles y desamorados. Estos seres, ávidos por ser descifrados por un otro que nunca encuentran, se muestran ante esos posibles otros como un acertijo en busca de quién pueda resolverlo. Pero... ¿por qué alguien habría de tomarse semejante trabajo? ¿No deberíamos hacernos cargo de nuestros propios enigmas?
Por supuesto que sí, pero pareciera que ellos se niegan a admitirlo. En definitiva, siempre es más cómodo tener a quien culpar.
En un primer momento, estos crucigramas humanos acostumbran lanzar sobre nosotros una advertencia. Por ejemplo: "Te aclaro que soy un hombre celoso", "soy complicada", "soy muy poco sociable", etcétera. Y, claro está, posteriormente, cuando los celos de esa persona nos asfixian, o cuando descubrimos que lo "complicado" de ese otro significaba que era un ser irracional, o cuando su poca sociabilidad lo muestra como un mal humorado ermitaño, más vale que no osemos cuestionarlo. Porque si lo hacemos, el crucigrama humano no tardará en responder: "Yo te avisé, yo te lo dije". Y tras ello, nos mirará indignado y sin entender cómo es posible que no queramos hacernos cargo de su problema y aceptarlo tal cual es.
Dependiendo del tipo de vínculo establecido, estos crucigramas manifestarán sus demandas al otro con sutileza o con vehemencia. Pero, como sea, nunca reconocerán que les resulta más sencillo manipular a los demás que hacerse cargo de sus problemas. ¿Será que les resulta difícil cambiar? Sin duda. Pero eso no los hace menos responsables.
Nadie puede resolver los problemas ajenos. Y un problema vincular sin resolver, puede crecer como una bola de nieve hasta arrastrar consigo y cuesta abajo a cualquier relación.
Cada uno es responsable de su propio enigma. Y él único crucigrama que nos compete resolver es el nuestro.