Hace años, recibí de regalo un libro titulado The Country Diary of an Edwardian Lady, edición facsímil de la obra de Edith Holden editada en 1906. En la tapa del libro y en todas sus páginas, preciosas acuarelas de la autora muestran el paso de las estaciones en el campo inglés. Holden, además, enriquece cada mes del año con poesías de los más importantes clásicos ingleses –Byron, Spenser, Burns, Shelley– y detalla los cambios que sobrevienen a través de las estaciones.
Su nombre deriva –escribe, hablando del January, el enero inglés– del dios romano Janus, a quien representaban con dos rostros que miraban en direcciones opuestas, una hacia el pasado y la otra hacia el futuro: el nuevo año.
Y cita a Spenser:
Vino después el viejo enero,
Arropado con las malas yerbas
Y sin embargo, helado
y tembloroso…
Los dibujos de cada página, gruesa y de color amarillento, son hermosos: hojas muertas y contraídas, pájaros bebiendo en los charcos, sus caminatas entre los árboles, su encuentro con animalitos: serpientes y mariposas, ardillas y gusanos, ratones y mojarras. Se maravilla ante un roble seco que rebrota en la copa y al acercarse, nota que otro árbol ha crecido dentro del viejo tronco y que apenas si pueden distinguirse sus ramas: toda una metáfora.
Día a día, ella anota sus paseos y agrega un verso; y en los rincones de las páginas, pequeñas viñetas de flores me recuerdan aquellas mías ¡tan parecidas a las de ella!, con que adornaba mis composiciones y la página del cuaderno en que comenzaba el día: las pintaba de noche, después de hacer los deberes, a témpera: violetas –mis preferidas–, pensamientos y buganvillas. Al pie de cada página, mi niñez me sonreía en acuarela.
¿Quién fue Edith Holden, que hizo tan grato su trabajo que, después de más de un siglo, puedo sentir su feliz concentración, su evidente amor por la naturaleza?
En vida, Holden no fue importante. Nació en Kings Norton (Worcester), en 1871. Su familia vivió en la aldea de Olton (Warwickshire) y sobre esta región, con sus valles y bosques, escribió toda su vida, complementándolo con sus pinceles. Antes, había sido ilustradora de cuentos infantiles y libros de botánica.
Más tarde se fue a Londres y se casó con Ernest Smith, un buen escultor, y se mudaron a Chelsea. No tuvieron hijos, y en 1920, a los 49 años, Edith murió ahogada en el Támesis mientras recogía material para ilustrar su nuevo libro.
Dejó una obra increíble sobre la flora y la fauna británica, con sus libros de viajes que reflejaban un profundo amor por los espacios libres, uniendo “la mirada del estudioso a la sensibilidad del artista.” Sus libros permanecieron ignorados hasta que comenzaron a reeditarse con tanto éxito, que han sido traducidos a varios idiomas y han agotado muchas reimpresiones.
De ellos, me seduce el pasado con sus labores donde la prosa, la poesía, el dibujo y la pintura nos traen un mensaje que habla de pasiones en calma. Holden cita a Lord Byron al comenzar; yo lo citaré al concluir, sintiendo la misma necesidad de volver a la naturaleza:
Soñar entre las piedras,
por colinas y ríos,
Adentrarse en silencio por
regiones boscosas
Donde está cuanto escapa
al dominio del hombre
Y a solas, embebido,
contemplar las cascadas…
Eso no es soledad, es más bien sumergirse y
Comulgar con la Gracia de la Naturaleza.
Sugerencias:
1) Ayudemos a los niños o adolescentes de la familia a iniciar un herbario;
2) Interesémonos por la flora y la fauna de nuestra provincia;
3) Cuidémoslas.