Desde el primer llanto en la sala de partos Julieta Ortega es una figura pública. En el libro de su vida está escrito que es hija de dos artistas popularísimos como Palito Ortega y Evangelina Salazar, y que creció en un hogar copado por la infancia, con cinco hermanos compinches –Emanuel, Luis, Martín, Rosario y Sebastián– que hoy son artistas todoterreno como ella. También es sabido que hace añares se separó del papá de su hijo Benito (12), el músico Iván Noble, con quien se lleva muy bien.
¿Pero en qué anda Julieta ahora, a sus 46 años? Por lo pronto, en la interesante charla a la que invita a Rumbos en su departamento del antiguo Palacio Los Patos, se la escucha serena, deseante de cosas nuevas y paladeando un gran momento actoral.
Es que por estos días, viene cosechando elogios por su protagónico en la segunda temporada de Un gallo para Esculapio (TNT y Cablevisión Flow), donde parece que su personaje, Nancy, da un giro rotundo. Pero, además, hay otras cosas que a Julieta le importan mucho, como ocuparse a diario de las redes sociales de "Actrices Argentinas", el colectivo que está agitando la movida feminista en el ámbito actoral; y correr cada tarde al pequeño local de Jota&Co, la flamante marca de pijamas y ropa "para estar adentro" que creó con su amiga Fernanda Cohen. Como decía aquel programa donde Julieta trabajó hace años, para ella el tiempo no para.
Se acaba de emitir la segunda temporada de Un gallo para Esculapio. No vamos a spoilear, ¡pero a tu personaje le pasa de todo! Y la recepción del público fue muy buena.
En este inicio de la segunda temporada, Nancy se siente sola y desprotegida, rodeada de quilombos y trampas tejidas a sus espaldas y de quien era su marido, Chelo (Luis Brandoni). Pero, en algún momento, va a despertar y tomar las riendas. El personaje de Peter Lanzani también debe afrontar muchas cosas fuertes a partir de la muerte de Chelo.
Cuando te acercan un guión para leer, ¿te imaginás enseguida en la piel del personaje o hay que ponerse en acción para ver qué pasa?
Con Un gallo... me pasó algo particular. A Nancy me la imaginaba como una nueva rica a la que le gustan las carteras caras y vivir en un country, fantaseé con su pelo y sus uñas. Pero cuando me reuní con la producción, me mataron: “No, no va por ahí, ella es suave como una maestra jardinera”. ¡Me costó muchísimo el personaje! No lo entendía. ¿Por qué una chica así se casa con un tipo tan raro, que la dobla en edad? ¿Sabe a qué se dedica realmente el marido? Todo eso me daba vueltas, hasta que en esta segunda temporada ella pasó al frente, perdió la inocencia.
Tenés un largo camino recorrido: actuaste en Disputas, El tiempo no para, Graduados, Viudas e hijos del Rock and Roll, Mujeres asesinas... ¿Cuál de aquellos personajes te provocó algo especial?
Recuerdo con cariño a mi personaje en Disputas, la miniserie de Adrián Caetano; por primera vez, sentí que me estaba acercando a la actriz que quería ser. También me encantó ser la villana de Viudas e hijos del rock and roll, jugué mucho con ese personaje.
¿De qué depende que una actriz, un actor, se guste al verse? ¿Pesa mucho en esa automirada la valoración que haya hecho el público?
Lo asocio con un aprendizaje personal. Así como no nacemos sabiendo cómo ser mujeres, y eso es algo que cada una va descubriendo, con la actuación pasa otro tanto. Lo habitual es que nos vayamos haciendo buenas actrices viviendo; cuando podemos echar mano a ciertas experiencias, cuando nos rompieron el corazón, cuando tuvimos miedo. Pero hay excepciones, actores que nacen geniales, como Leonardo Dicaprio en una película independiente muy buena, The Basketball Diaries; la recomiendo. El tenía unos quince años cuando hizo ese papel, pero logra una actuación excepcional, de profundidad atípica.
Además de la actuación, estás consolidando tu marca Jota&Co, con la que proponés un concepto de ropa de cama que puede usarse todo el día e incluso para salir a la calle. ¿Cómo se te ocurrió la genialidad de sacar a los pijamas de su anonimato?
Supongo que surgió de mis años viviendo en Los Ángeles, una ciudad que es superrelajada, con temperatura agradable, donde todos andan en jogging y pantalones “lounge”, zapatillas, ojotas o descalzos. A lo sumo, si refresca, te calzás las botas “Ugg”, que son como pantuflas. Creo que hace unos años me di cuenta de eso; que cada vez que viajaba, me traía de afuera ropa de este tipo, que acá no se conseguía. Digamos que mi propuesta surgió de lo que hice toda la vida: andar en pijama todo el día (risas).
¿Cómo conjugaste este proyecto con la actuación? ¿Podés con todo?
Sí, de hecho, venía con ganas de hacer algo paralelo a la actuación para plasmar mi parte creativa, pero más a largo plazo. Porque ser actriz es vivir pendiente de que te llamen para un trabajo, y eso a veces no ocurre. Entonces le propuse este proyecto a mi amiga e ilustradora Fernanda Cohen, que hace unas estampas hermosas. Un día abrimos mi ropero, tomamos mis prendas preferidas y empezamos a adaptarlas: mi pijama clásico favorito, unas babuchas muy lindas, remeras sueltitas, pantuflas, una bata preciosa que compré en Los Ángeles en 1993. Desde ese punto de partida fuimos creando lo nuestro, que son prendas con precios accesibles, confección simple, telas importadas muy buenas y las estampas de Fer. El primer año vendimos online y desde 2017 tenemos un localcito mínimo, muy lindo, en Palermo, en Pasaje Russel 5008.
Y como para no aburrirte, en los tiempos libres te pusiste a escribir cuentos para niños...
Nunca me había planteado seriamente escribir, pero me llamaron de Editorial Orsai con la propuesta y me encantó. El libro se llama Un año con Amanda, está ilustrado por Fer Cohen y saldrá a la venta en abril. Cuando me senté a ver qué salía, surgían una y otra vez imágenes de mi infancia, así que allí me sumergí. El cuento habla de esa sensación hermosa de la infancia de sabernos con posibilidades infinitas y de poder elegir.
¿Amanda es tu alter ego?
Amanda es la nena que fui, una chica que no sabe si va a ser escritora o actriz, tampoco si va a tener hijos; a la que le gusta jugar sola e ir al teatro con su madrina, y que no se queda a dormir en casa de nadie porque le da miedo. Se lo di a leer primero a Benito, que me hizo una devolución muy buena y me sugirió varias cosas importantes, como que agregara más partes con humor. Después a mi mamá y a mi papá.
¿Y cómo recordás a aquella nena que fuiste, entre tantos hermanos y en un hogar de padres famosos?
Tuve una infancia muy feliz. Una casa con tantos hermanos es una fiesta; ellos son los primeros amigos y aliados. Y aunque papá viajaba muchísimo, mamá lograba que él estuviera presente a la distancia. Durante mucho tiempo fuimos mis cuatro hermanos varones y yo, porque Rosario nació cuando yo tenía 15.
Tu hijo Benito, fruto del amor con Iván Noble, ya tiene doce años. ¿Cómo llevás la experiencia de ser madre de un preadolescente?
Tiene su costado difícil, pero agradezco ser mamá de un niño de estos tiempos, que se hace escuchar, que plantea y pone sobre la mesa su punto de vista. Mi generación creció en otra realidad, las cosas eran como te las decían, y punto.
¿Podríamos decir de que se están gestando nuevos modelos de crianza que dan más espacio a la voz de los hijos?
Sí, aunque sigamos siendo los adultos los que decidimos, creo que estamos aprendiendo a considerar la voz de los chicos. Pero deberíamos extenderlo a la vida en general; ser más respetuosos ante la opinión de los demás, nos guste o no. Durante un año hice terapia de grupo con Tato Pavlovsky, y una de las cosas más interesantes que aprendí fue que la misma historia puede ser contada de distintas maneras. Los puntos de vista existen. Y esto es lo que pasa con los hijos de ahora, que nos hacen dar vuelta la cámara: lo que como madres, de repente, nos resultaba una tontería infantil, una gracia o algo que podíamos divulgar por todas partes, para los chicos puede ser algo que los avergüence. Y ahora ellos están teniendo margen para decirlo, antes no. Entonces, le doy la razón a Benito y a quien me lo plantee: ¿Por qué voy a continuar con una conducta que avergüenza o angustia a otra persona, sea niño o adulto?
Este año tuviste un rol muy activo en "Actrices Argentinas", un colectivo de artistas que viene teniendo gran visibilidad, primero en el marco del debate por el aborto legal, y ahora denunciando abusos sexuales en el ámbito actoral.
“Actrices” es un espacio fuerte y lindo. Somos 500 actrices que nos reunimos, discutimos, viajamos, damos charlas, difundimos lecturas y películas... Yo estoy a cargo de las redes sociales. Tratamos de acompañarnos y visibilizar la idea de la mujer como sujeto de derecho y dueña de su cuerpo, su vida, sus sueños, su futuro. En definitiva, trabajamos mucho para que se nos respeten esos derechos que los hombres han tenido toda la vida.