El dulce de leche es de esos imprescindibles para el paladar, tanto que suena extraño cuando alguien dice que no le gusta. Es de esos clásicos argentinos que no pueden faltar en una heladera y que sin importar cuanto empalague es motivo de buscar el fondo del pote.
Es por ello que este 11 de octubre se celebra el Día del Dulce de Leche, festividad instituida en el año 1998 por el Centro Argentino de Promoción del Dulce de Leche con el objetivo de conmemorar a este verdadero tesoro nacional.
El origen de este producto lácteo tiene varias versiones, aunque la más aceptada remonta a la época colonial en distintos puntos de Latinoamérica. Más allá de quién lo haya descubierto, es innegable que se trata de un clásico de los argentinos.
La Vauquita y su historia de resiliencia
Si de dulce de leche hablamos a muchos se les hace agua en la boca, pero también a muchos otros se le viene a la mente la Vauquita, una exquisita golosina que se ha transformado en uno de los favoritos por los Argentinos.
Lo interesante de esta tableta de dulce de leche no es solo su rico sabor, sino que, su historia es propia, incluso, de una película. Su origen se remonta a la década del ‘30 en Trenque Lauquen, sin embargo, su nombre llegaría mucho tiempo después y en el oeste de la Provincia de Buenos Aires, de la mano de la fábrica de lácteos La Martona.
La Martona tenía como uno de sus clientes a Santos Atilio Vidal Ruiz, dueño de la chocolatería Cauca desde 1928 y fabricante de dulce de leche. Un día, aquel observó que en el fondo de los tanques que transportaban la leche para el producto quedaba un sobrante muy azucarado.
Ese restante lo llevó a tener una magnífica idea: una tableta de nombre “El Vasquito”, que cobró mucha popularidad por aquel entonces. Al parecer, según reveló Vidal Ruiz a Clarín, La Martona observó el producto y decidió crear su propia versión llamada “La Vaquita”.
Sin embargo y por diferentes motivos, con el paso del tiempo ambos fabricantes dejaron de lado a la dulce tableta, hasta que, en los ‘70 Vidal Ruiz decidió retomarlo y venderlo bajo el nombre de “Vauquita”. El éxito fue absoluto, tanto que llegó a producir más de 50.000 unidades por día, pero en los ‘90 decidió vender los derechos.
La nueva dueña del producto sería la cadena de heladerías Massera, la cual quebró en el 2001 y dejó flotando en el aire a la Vauquita. Eso sería hasta el 2003, cuando Rubén López la compró y comenzó a comercializarla en su distribuidora La Dolce y su éxito fue imparable y llega al día de hoy.