Pasaron más de dos décadas desde que un caso de parricidio alteró las tranquilas tardes de los vecinos de Saavedra. 20 años atrás, las hermanas Silvina y Gabriela Vázquez asesinaron a su padre, Juan Carlos, ya que creían que la casa que alquilaban en el barrio porteño estaba poseída por entidades malignas.
Silvina, que era la menor, le propició unas 150 puñaladas en todo el cuerpo a su progenitor, para sacarle el “muñeco diabólico” que ellas creían que él llevaba dentro.
Los criminalistas forenses lo calificaron como un parricidio, pero fue mucho más que eso fue un caso de “locura de a dos” en el que ambas, altamente sugestionadas por un delirio místico, armaron un sangriento ritual de purificación en el que la víctima fue su propio padre, de 50 años.
El hombre se entregó sin prestar resistencia y con resignación y desde aquel momento Silvina y Gabriela entraron en la historia criminal de la argentina como las “hermanas satánicas”.
¿Qué pasó con las hermanas después del parricidio?
Las hermanas ya no están sujetas a ninguna investigación ni tampoco están encerradas en la cárcel, ya que fueron declaradas inimputables, y así volvieron a mezclarse entre toda la gente, llevando una vida normal.
Una vez separada de su hermana menor, Gabriela recobró progresivamente la lucidez y se estabilizó psiquiátricamente. Tuvo una hija con una pareja que, al enterarse de lo que había protagonizado la mujer 20 años atrás, decidió separarse de ella.
Silvina, la mayor, recibió el alta de la ex U27 (el pabellón penal que funcionaba en el neuropsiquiátrico Moyano) en ese mismo año, 2003, y siguió con sus estudios en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Públicamente, no se supo más de ella, o de su estado de salud mental.
Las hermanas nunca más volvieron a tener contacto entre sí.
Los relatos de los allegados al crimen
“Había mucha sangre por todos lados. La casa tenía dos pisos; estaban trabajando los peritos, estaban los espejos rotos y puestos con la parte reflectante hacia abajo. Estaba todo tirado, había Biblias... todo estaba revuelto. Es un hecho que marcó mi carrera y seguramente nunca vaya a olvidarlo por lo impresionante que fue entrar en esa casa”, relató una fuente calificada de la investigación.
“Me acuerdo de que el policía que tenía que custodiar la entrada venía con rosarios colgados porque temía que el diablo todavía estuviera ahí, dentro del PH. El día que pasó todo, cuando salí de mi casa, se veía desde una ventana que el hombre estaba tendido en el piso, bañado en sangre, y a una de sus hijas con el cuchillo en la mano”, relató un hombre que aún sigue viviendo en el barrio.
Otra residente de la zona recordó que durante mucho tiempo la gente iba especialmente al lugar: “Era la casa del terror. Nosotros no hablamos del tema con los dueños porque, la verdad, fue una situación muy fea para ellos. Una desgracia. Para todos”.
“Estaba en mi casa y de pronto vi que la calle se había llenado de policías. En el barrio nunca había pasado nada y de repente se hablaba de ritos satánicos. Me da mucha impresión, le tengo terror a todo eso. A la casa la cambiaron mucho por dentro, pero los dueños no hablan de lo que pasó”, contó una vecina.
¿QUÉ DICE EL EXPEDIENTE?
Este expediente es quizás el más conmocionarte que muchos han tenido que leer.
“Los tres se encontraban ensangrentados y desnudos, estando las detenidas, Silvina y Gabriela, muy alteradas, gritando frases como ‘¡Satán está acá, salió de él, y ahora está en ella!’, o ‘¡Que salga el diablo, que salga el mal!’”, detalló un policía luego del hecho.
La escena del crimen era devastadora: al pie de una escalera, en una sala oscura, las dos hermanas, pálidas y bañadas en sangre, miraban los restos de su padre que fueron arrancados por ellas mismas, partes humanas esparcidas por el piso, junto a un sinfín de objetos esotéricos y de libros que aludían tanto a la magia blanca como a la magia negra.
En la vivienda se encontraron velas blancas, Biblias, pócimas, elixires y frascos con sustancias transparentes. Las jóvenes tenían una explicación para eso.
El baño estaba lleno de materia fecal y vómitos. Todos los espejos estaban rotos. En uno de los ambientes había tres colchones, donde dormían los tres juntos. En la otra habitación, sobre una cama, había una cantidad inexplicable de ropa. También había elementos para el ritual que llevarían adelante.
“Había que rezar siete padrenuestros, siete avemarías, un pedido a Dios y siete glorias. Pero yo veía una bola dentro de papá, era como si tuviera un muñeco. Le daba San Espiridión y no se le pasaba. Había que sacar a papá de ahí... rezábamos, nos tomábamos de las manos y no pasaba nada”, declaró Silvina, la mayor.
Según las propias palabras de Silvina, el demonio quería poseerla, someterla sexualmente; finalmente, dijo, logró entrar en su cuerpo. Pero eso no la detuvo en su misión mística: “Papá se entregó como un cordero y le empecé a cortar la piel. Lo corté para descascarar al muñeco y ver a papá otra vez”, señaló.
Las hermanas Vázquez fueron trasladadas al Hospital Pirovano, ubicado en Monroe 3555, en Coghlan, luego de haber sido reducidas y tranquilizadas. Fueron sometidas a peritajes psicológicos y psiquiátricos y permanecieron internadas y detenidas, contenidas por el equipo de salud mental.
María Emilia Bertucci, psicóloga del Pirovano, detalló en su declaración judicial: “Recibí a Silvina y no paraba de cantar ‘¡Oh, Señor, te amo, Señor, ya se fue Satanás!’. También me contó que su padre estaba poseído y que al sacar a Satanás del cuerpo de su papá, entró en el de su hermana”.
“Satán gobierna el mundo, el mal nos busca para destruirnos. Necesito un exorcista y Silvina también lo necesita”, decía Gabriela por aquellas primeras horas, aún presa de la locura de la cual había sido protagonista.
Después de varios días, los médicos dieron su informe: “Ambas presentan índices médicos legales de peligrosidad para sí y/o para terceros. Se recomienda la internación psiquiátrica en un instituto de máxima seguridad”.
Con el correr del tiempo, se estableció que Gabriela, la mayor, no había participado directamente del asesinato de su padre. Según los médicos, su actuación “fue producto de la influencia recíproca entre ambas hermanas, teniendo en cuenta que al estar juntas se retroalimentaban, produciendo el delirio de ambas un estallido psicótico en Silvina”.