Las señales más peligrosas en la relación de la China Suárez y Mauro Icardi, según una especialista en violencia masculina

Una profesional analizó la reciente entrevista de la pareja y destacó una serie de actitudes, comentarios y dinámicas que no pasaron desapercibidas.

Las señales más peligrosas en la relación de la China Suárez y Mauro Icardi, según una especialista en violencia masculina
Las señales más peligrosas en la relación de la China Suárez y Mauro Icardi, según una especialista en violencia masculina.

Aunque la China Suárez y Mauro Icardi suelen mostrarse unidos, cómplices y muy afectuosos en público, su vínculo no sería tan idílico como muchos imaginan. Según explicó la especialista en violencia masculina y dependencia emocional, Florencia Rodríguez, detrás de esa imagen hay varias “red flags” que no deberían pasar desapercibidas.

La reciente entrevista que Mario Pergolini les hizo dejó al descubierto una dinámica de poder marcada, donde se percibe con claridad quién fija los límites y toma las decisiones. Se trata de una relación que nació en medio de un escándalo de infidelidad y que, según la especialista, aún arrastra una tensión que nunca terminó de resolverse.

Mauro Icardi y la China Suárez en Otro día perdido
Mauro Icardi y la China Suárez en Otro día perdido

Rodríguez subraya que es fundamental mirar más allá de los nombres propios y dejar de romantizar ciertas conductas que suelen presentarse como gestos de amor, pero que en realidad evidencian control, celos, resentimiento y ambivalencia emocional.

Estas son las red flags que captó una especialista en violencia masculina

Celos y control: “desde el 1er día le dejé cl: SOY CELOSO”. Esta frase deja al descubierto una exigencia explícita de control sobre la libertad de la otra persona. Desde los primeros momentos del vínculo, instala condiciones emocionales que pueden derivar en restricciones, inseguridad y desconfianza. Según la especialista, este tipo de conducta no solo impacta en su actividad como actriz, sino también en su capacidad para generar ingresos, lo cual podría encuadrarse como una forma de violencia emocional y económica.

Desvalorización y comunicación sucia: “Seguramente la soportaría. EN EL FONDO, ella es muy buena”. El amor se elige, no se soporta. A lo largo de toda la entrevista, él evita destacar virtudes o motivos de admiración hacia su pareja. Apela a una comunicación ambigua, en la que “dice sin decir”, y la expone públicamente, generando dudas sobre su carácter y reputación. Esto adquiere mayor relevancia considerando que uno de los principales ataques que recibe es la etiqueta de “Tatiana”. Además, él mismo confirma que su historia comenzó en París en 2021, lo que alimenta ese estigma. Ella, en cambio, lo idealiza al afirmar que “deja la vara muy alta”, un discurso que contrasta por completo con la desvalorización que él sostiene en público.

Evitación del conflicto: “No somos de pasar 5 días sin hablar, TANTO NO. Pero a veces, cuando pasa una discusión, mejor NO HABLAMOS”. Ambos muestran herramientas poco saludables para manejar los conflictos. Los problemas se guardan, no se tramitan ni se negocian. Esto puede aliviar tensiones en el momento, pero a largo plazo provoca distancia emocional y deteriora el vínculo. Ese silencio también puede transformarse en castigo o indiferencia, lo que se conoce como “Ley del hielo”. Si esta práctica se repite y se combina con otras formas de manipulación, puede convertirse en parte de un ciclo de abuso emocional. La acumulación de conflictos no resueltos genera una tensión permanente, con momentos de estallido abruptos. Si no se trabaja, esa distancia emocional puede volverse irreparable.

Rencor y memoria emocional: “Tengo todo acá (señala la cabeza). Me guardo todo y me acuerdo de todo”. Él evidencia una fuerte memoria emocional, donde quedan alojados resentimientos y heridas sin procesar. Se trata de un enojo que no encuentra salida y que se acumula con el tiempo. Esto genera un clima tenso e imprevisible dentro de la relación, ya que nunca queda claro si algo está realmente perdonado. Los conflictos viejos pueden resurgir en cualquier momento y cada vez escalar con mayor rapidez.

Sentimientos ambivalentes: “Para mí Icardi era mala palabra, era difícil, era un quilombo”. Ella reconoce que el inicio del vínculo fue conflictivo y que todavía persisten heridas e incomodidades. Esa mezcla entre deseo y problemas sin resolver, entre idealización y temor, impide construir bases sólidas. El escenario se vuelve inestable: nada garantiza qué puede pasar ni cómo se va a reaccionar.

Impulsividad y deseos de venganza: “Estoy con ganas de vengarme” / “Soy muy hiriente, digo cosas y después me arrepiento. Mauro sabe que me tiene que sacar el teléfono”. Sus palabras muestran dificultades para regular las emociones y una dependencia del otro para contenerlas. Predomina la reacción impulsiva sobre el diálogo. También aparece la duda respecto de cómo es que “me saca el teléfono”. La idea de “venganza” refleja que ambas partes quedaron afectadas por la exposición pública y buscan una forma de reparación. Lo que enuncian como venganza funciona más como un intento de justicia simbólica ante la situación que atravesaron. La escena en la que Wanda los expone en redes, en un ámbito donde las infidelidades suelen manejarse en silencio, es un punto central en ese proceso.

Mauro Icardi y la China Suárez cerca de la boda. (Foto: Instagram)
Mauro Icardi y la China Suárez cerca de la boda. (Foto: Instagram)

Ambivalencia en los proyectos y ausencia de duelo: “Primero me tengo que divorciar, en marzo de 2026 sale, ¡y festejamos!”. Cuando Pergolini les consulta por el casamiento, él responde con una risa. Hablan de divorcio y boda en la misma oración, lo que muestra una falta de definición respecto al futuro compartido. El “¡y festejamos!” pareciera dirigido a su expareja, con intención de provocarla. Ella también alude a su propio ex, padre de sus hijos. La pregunta que queda flotando es: ¿cómo construir un proyecto nuevo si todavía no se elaboró el duelo del anterior? Esta indefinición fomenta inseguridad, puede generar más control, celos, aislamiento y dependencia mutua.

Desigualdad y dependencia: “Cuando él me conoció yo estaba en el pozo”. Se repite una dinámica ya vista en relaciones previas: él ocupa el rol de salvador y ella se ubica desde la vulnerabilidad. Un vínculo que arranca desde la desigualdad, donde él aparece como proveedor y ella adapta sus decisiones a sus condiciones. El dinero y los bienes se convierten en símbolos de afecto, pero también en herramientas de poder. A lo largo de la entrevista, ella busca su aprobación antes de responder y marca una distancia corporal evidente. En este escenario de dependencia, ambos terminan aislándose y percibiendo su entorno como una amenaza, lo que los une bajo una misma lógica: la búsqueda de “justicia” y la necesidad de reparación.

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