Laburos difíciles: el amansador de caballos

Diego DAngelo dedica su vida a los caballos, utilizando métodos de adiestramiento basados en la comunicación con el animal. Un laburo que descubrió de grande y que hoy lo apasiona.

Diego en medio del corral, acompañado de dos de sus “amigos”, con quienes entabló una confianza especial.
Diego en medio del corral, acompañado de dos de sus “amigos”, con quienes entabló una confianza especial.

Por Fabricio Esperanza

Si alguien tiene un problema, necesita ayuda y puede localizarlos, tal vez pueda contratar a… Los Magníficos”. En la década del ’80, con esa frase en off comenzaba cada capítulo de la recordada serie Brigada A.

Desde el comienzo, ya se daba a entender que los tipos podían solucionar cualquier cosa, por más imposible que fuera. Y en el mundo de los caballos, si alguien tiene un problema, necesita ayuda y lo localiza, llama a Diego D'Angelo.

El trabajo con los chúcaros puede resultar peligroso si no se toman recaudos: el animal se abalanza, corcovea, patea o no se deja herrar, y quien lo maneja puede resultar herido o golpeado. Para este tipo de laburo, Diego utiliza un método de amansamiento no tradicional, basado en el entendimiento con el caballo, con la calma y la paciencia. Y llega a tal punto su fama de amansador, que lo llaman desde distintos puntos del país.

A los 56 años, este hombre radicado en Tanti dedica todo su tiempo a la actividad, que comenzó hace dos décadas cuando le regalaron su primer compañero de andanzas.

–¿En qué se diferencia tu método del tradicional?

–La forma tradicional de domar o amansar un caballo es enlazarlo en un brete, imponiéndose para dominarlo y comenzar a trabajar con él a través del uso de lazos u otros elementos. Por el contrario, lo que yo hago es comunicarme desde el lenguaje de ellos.

–¿Cómo sería eso?

–Trato de entablar un diálogo. El lenguaje de los caballos tiene una serie de características fundamentales: la simpleza, el manejo a través de reglas y límites que son los que la madre le comienza a enseñar al potrillo.

Una vez establecidas esas reglas, la madre se relaja y el potrillo hace lo mismo. Y cada uno respeta su espacio y su lugar que se ha ganado en la manada. Es un comportamiento gregario, siempre hay dominantes dentro de la manada. Entonces lo que yo trato de hacer a través de esta comunicación, es tener una dominancia, pero no desde el autoritarismo: me tengo que convertir en dominante como hace la madre con el potrillo, desde la posición de dominante-amigo.

–¿Cómo es esto en la práctica?

–Si el animal está en un corral, lo primero que hago es ingresar lo más calmo y relajado posible, dando señales de que no quiero hacerle nada, mostrando seguridad, porque lo que el caballo tiene, en primera instancia, es miedo. Miedo al depredador, porque son animales de presa. Una vez adentro, me comporto como se comportaría un caballo dominante: lo ignoro, camino tranquilo y luego empieza esa etapa de comunicación que te decía, pidiendo espacio para captar su atención.

Luego viene la etapa de ganar su confianza.

–¿Cómo aprendiste todo eso?

–Yo fui aprendiendo a través del trato mismo con los animales, pero ya de grande. Me regalaron mi primer caballo cuando tenía 36 años y de ahí me dediqué por completo a esto. Por supuesto, en el transcurso fui investiFabricio Esperanza redaccion@diaadia.com.ar DIEGO D’ANGELO ADIESTRADOR ENTREVISTAS Laburos Difíciles gando, hice cursos de Doma Racional y de Doma India, trabajé 10 años en el hipódromo corrigiendo problemas de comportamiento, también en haras, y en este último tiempo me estuve actualizando con un francés que es un verdadero maestro.

–Contame algún caso especial que hayas tratado.

–Sin ir más lejos, ayer me llamaron por una yegua de salto que tenían que subir a un tráiler. No había forma de meterla, a tal punto que se golpeó en los intentos. Desde su lenguaje, en 15 minutos entendió mi actitud de calma, y subió inmediatamente. El animal nota la tensión y se pone nervioso, entonces es ahí cuando se vuelve peligroso y puede lastimar a las personas.

Vez pasada tampoco podían herrar un caballo, tenían que tirarlo al piso, y en una hora de trabajo, tranquilamente lo pudieron hacer.

–¿Tenés un paso a paso?

–Lo primero que hago es pedir protección para el lugar, para el caballo y para mí, pido la guía; lo segundo es inundarme de amor, tratar de entender las necesidades del animal; y después lo que hago, simplemente, es “hablar caballo”. Esas tres cosas me parecen que representan un poco volver a las fuentes. Volver, si se quiere, a la espiritualidad