Un grupo de investigadores de la Caltech, Estados Unidos, descubrió que la soledad crónica hace que se acumule un químico en el cerebro, que aumenta el estrés, la agresión y el miedo. Para la investigación, que fue publicada en la revista Cell, trabajaron con ratones que fueron aislados durante dos semanas y que mostraron cambios en su comportamiento.
Por ejemplo, luego del aislamiento mostraron un aumento en su agresividad frente a ratones desconocidos, miedos persistentes e hipersensitividad frente a estímulos amenazantes.
Ante un amenaza, los ratones que fueron aislados socialmente se quedaron inmóviles, petrificados en el lugar por bastante tiempo luego de que la amenaza fuera quitada, mientras que un ratón normal volvió a su comportamiento habitual inmediatamente.
Sin embargo, estos efectos solo se vieron luego de dos semanas de aislamiento y no con uno de 24 horas, por lo que la cantidad de tiempo parece ser un factor importante.
Según un estudio anterior hecho en moscas de la fruta, se había descubierto que la taquiquinina (un neuroquímico con una estructura similar a los opiáceos) tiene un papel importante en el aumento de la agresión en moscas que habían sido aisladas socialmente.
La taquicinina es un neuropéptido, que se une a otras los receptores de otras neuronas y alteran sus propiedades fisiológicas, es decir, influyen en el funcionamiento de las neuronas.
Por eso, en esta última investigación, los científicos quisieron saber si esto también ocurre en mamíferos.
En el caso de los ratones, el gen de taquiquinina (Tac2) codifica un neuropéptido llamado neuroquinina B (NkB), que están involucradas en el comportamiento emocional y social del animal. Los investigadores descubrieron que el aislamiento crónico conduce a un aumento en la expresión del Tac2 y, por tanto, en la producción de NkB.
Sin embargo, un fármaco que bloquea los receptores específicos de NkB hizo que los ratones estresados se comportaran normalmente, eliminando los efectos negativos. En cambio, el aumento artificial de los niveles de Tac2 los hizo comportarse como animales angustiados y aislados.
Si bien el estudio se hizo sobre animales, tiene implicancias para los humanos. “Los humanos tienen un sistema de señalización Tac2 análogo, lo que implica posibles traducciones clínicas de este trabajo”, dijo Moriel Zelikowsky, experta en neuropsicología y una de las autoras del estudio.