Con sus emblemáticas casitas de colores montadas sobre pilotes (palafitos) en la ribera del mar, la isla de Chiloé embellece el sur chileno, a unos 90 kilómetros de Puerto Montt, con propuestas para descansar, comer riquísimo y darse un baño de paisajes, leyendas e historia.
En rigor, se trata de un archipiélago de 40 islas pequeñas con una ínsula mayor donde se concentran un puñado de poblaciones muy pintorescas .Abundan allí los prados verdes, los parajes de pescadores, los bodegones donde se saborean deliciosos platos de mar típicos y más de un centenar de antiguas iglesias de madera construidas por los jesuitas a partir del 1730, de las cuales 16 han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000.
Después de la parte chilena de Tierra del Fuego, Chiloé es la isla más grande del país trasandino, con 180 kilómetros de largo por unos 50 de ancho. Habitan en ella unas 150.000 personas que, vayan a donde vayan, miren a donde miren, siempre verán el mar.
La fiesta de la chicha
Playa, platos típicos y artesanías
Castro es una de las localidades más interesantes en la Isla Grande de Chiloé. Ubicada sobre la ribera este de la ínsula, ofrece una postal típica de la región con su actividad pesquera y sus coloridas casas de techo a dos aguas montadas sobre pilotes.
Muy cerca de allí, pueden visitarse las playas de Quento, Tongoy y Yutuy. También hay un Parque Municipal donde se organizan cada verano festividades y ferias que expresan la riqueza de su cultura regional. El 7 y 8 de febrero, por ejemplo, tendrá lugar allí la celebración de Maja Chilota, donde se muele la manzana a vara y motor para extraer la exquisita chicha dulce; y, claro, se le da a probar la bebida fermentada a los asistentes. Hay fiesta campesina y puestos de gustosa gastronomía local. El 22 y 23 de febrero se realizará el mayor encuentro de estas islas: el Festival Costumbrista Chilote, con una gran feria de artesanías y platos típicos como el curanto, la chochoca y el asado de cordero, acompañados de licor de oro y el mistela.
Capillas de madera
Un patrimonio de la Humanidad
Si estamos en Chiloé no podemos dejar de visitar las hermosas capillas esparcidas por la isla y construidas bajo los parámetros de la Escuela Chilota de Arquitectura en Madera. Son más de un centenar de iglesias de fama mundial (de las 400 que existen en la isla, pues su población es muy católica), de las cuales 16 han sido declaradas en el año 2000 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En ellas, la más antigua es la Iglesia Santa María de Loreto de Achao, construida por los jesuitas alrededor del 1730. En su construcción se emplearon alerce, mañío y ciprés. En la obra gruesa de la estructura se usaron tarugos de madera, y está asentada en piedras. Para la unión de las tablas se contó en un comienzo con tarugos de madera, por lo que fue levantada sin clavos, utilizando ensambles de madera y más tarde clavos de forja, extraídos del naufragio de la fragata inglesa Wager en las costas isleñas.
Histórica Ancud
La fortaleza de Cabo de Hornos
Fundada como fortaleza en el Cabo de Hornos en 1767, esta ciudad constituye otro gran atractivo de Chiloé. Se repite la bella postal de colores y bodegones pesqueros, mientras que en sus patagónicos alrededores se pueden realizar paseos en bici, senderismo y deportes al aire libre que permiten descubrir sus bosques siempre verdes, lagos y ríos correntosos de cordillera. ¿El mejor momento para visitar la región? Desde diciembre y hasta fines de febrero. El clima es templado y llueve durante todo el año, lo que le da al lugar una atmósfera un tanto melancólica.
Tierra de mitos
En la región de Chiloé también proliferan desde tiempos añejos las leyendas pobladas de duendes contrahechos que persiguen a las jovencitas (El Trauco), espectro de mujeres (La Condena) y doncellas monstruosas de apetito sexual incontrolable (La Fiora) que persigue a los pobladores. Un arsenal de mitos fascinantes que bien vale la pena conocer en un paseo por estas islas.