La primera edición en español de "El tigre de la casa"

Un célebre libro de 1920, recorre la fascinante historia cultural de estos pequeños felinos y sus más curiosos secretos.

El rey gato
El rey gato

La pasión por los gatos atravesó la historia de la humanidad y quebró toda clase de fronteras. Son, para muchos, los verdaderos dueños de la casa, soberanos de los sillones y los tejados del barrio. Seres fascinantes, portadores de enigmas. ¿Por qué despiertan tanta simpatía? ¿De dónde proviene el fenómeno de rendirles culto? En el precioso libro El tigre de la casa, publicado originalmente en 1920, Carl Van Vechten recorre la historia cultural de los pequeños felinos.

Con los gatos no hay término medio: o se los ama o se los odia. Provocan sentimientos tan intensos, que rozan la desmesura. Sus amantes incondicionales aseguran que son criaturas sagradas y elegantes, capaces de comprender las sutilezas de la vida mejor que ningún otro animal; mientras que los detractores, en general aquellos que dicen "prefiero a los perros", los acusan de ser falsos, desagradecidos e interesados.

Perfil egipcio, fama mundial

Lo cierto es que estos animales, que jamás han pasado desapercibidos, fueron venerados por los antiguos egipcios y adorados por magos, brujas y poetas de todos los tiempos. "Dios creó al gato para concedernos el placer de acariciar a un tigre", dice la frase que le da apertura al libro de Van Vechten. El misticismo que rodea a los felinos es tan poderoso, que en culturas como la japonesa se les han atribuido características mágicas y hasta divinas.

Quien haya convivido alguna vez con uno de ellos, sabe que se comportan como pequeños dioses de la casa, y dominarlos no es una opción: el minino siempre se saldrá con la suya para hacer lo que le plazca, desde rasguñar el sillón nuevo hasta robar el pescado de la mesada. No siente culpa ni conoce el sentido de la propiedad privada, rechaza la esclavitud y no se rinde a los pies de ningún amo, por más que le insistan o lo castiguen.

La indiferencia es su mejor arma frente a las presiones externas. El gato no es dueño de nadie y jamás se entrega por completo a la vida doméstica, sólo cuando él quiere. Sus razones, por otra parte, son siempre un auténtico enigma, por lo que Van Vechten asegura que "se necesita fe para comprender al gato, y fe para entender que nunca se comprenderá enteramente al gato".

Carl Van Vechten (1880-1964) fue un escritor y fotógrafo neoyorkino, también albacea literario de la reconocida escritora estadounidense Gertrude Stein. En su destacada labor como fotógrafo, a partir de los años 30, tuvo oportunidad de retratar a figuras como Salvador Dalí, F. Scott Fitzgerald, Marc Chagall, Sidney Lumet, Marlon Brando, Truman Capote, Billie Holiday y la misma Stein, entre muchas otras.

Entre sus variados intereses, era un absoluto fanático de los felinos. Esta última pasión lo llevó a investigar en detalle su universo, y así logró analizar las características generales y las particularidades de sus criaturas preferidas en el mundo.

En su libro, cuenta la historia y las afinidades de los mininos en relación a la música, las letras y el arte, también recopila graciosas anécdotas de su querido Feathers y comparte citas de escritores y poetas. Este célebre manual de cultura gatuna fue publicado en 1920 y lleva varias ediciones en inglés, aunque esta es la primera vez que se publica en español.

El rey gato (Carl Van Vechten)
El rey gato (Carl Van Vechten)

La edición de editorial Sigilio fue traducida por Andrea Palet e ilustrada por Krysthoper Woods, quien sorprende con gatitos en distintas posiciones a lo largo de todos los capítulos. Sin dudas, un libro-objeto de lujo para los amantes de los gatos.

Lo mejor de El tigre en la casa es que su autor no pretende objetividad: su entusiasmo es descarado y contagia un genuino fervor gatuno. Van Vechter realiza descripciones cargadas de ironía, que hacen estallar al lector en una carcajada, como por ejemplo, cuando dice que "los gatos posiblemente piensen en los humanos como una especie de árbol portátil, agradable para frotarse contra él, con ramas inferiores que ofrecen un asiento confortable y otras ramas altas de las que a veces caen trozos de cordero y otros frutos deliciosos".

Genealogía del michifuz

En uno de los capítulos, "Literatos que han amado a los gatos", se hace un recorrido en torno a la íntima relación entre los escritores y los felinos. Baudelaire, Montaigne, Victor Hugo y Oscar Wilde están entre los más emblemáticos. Baudelaire, por ejemplo, le dedicó a los felinos varios poemas, cuyas estrofas demuestran su culto a estos seres fascinantes:

Ven, bello gato, a mi amoroso pecho/ Retén las uñas de tu pata, y deja que me hunda en tus ojos hermosos/ Mezcla de ágata y metal/ Mientras mis dedos peinan suavemente/ Tu cabeza y tu lomo elástico/ Mientras mi mano de placer se embriaga/ Al palpar tu cuerpo eléctrico.

Van Vechten asegura que los gatos son musas inspiradoras: "Su mera presencia sugiere gracia, poder, belleza, movimiento, misticismo. La perfecta simetría de su cuerpo lo impulsa a uno a alcanzar una forma igualmente perfecta".

Ni amo, ni perro ni dios

Si tuviéramos que definir al gato con una palabra, podría ser "anarquía". El felino no tiene dios ni amo más allá de sí mismo. Es un defensor a ultranza de la libertad y no está dispuesto a negociar cuando de sus deseos se trata. "Incluso en la más intensa de las relaciones, él mantiene la debida independencia. Se queda donde le gusta estar, va adonde quiere ir. Entrega su afecto a quien le place y cuando quiere. El gato sigue siendo amigo de los humanos porque le agrada serlo y no porque deba. Ingenioso, valiente, inteligente, en ningún sentido es dependiente, y puede volver al estado salvaje con menos reajuste de sus valores que cualquier otro animal doméstico", nos dice el autor.

¿Quién no ha escuchado la historia del gato que abandona los lujos y comodidades del hogar, para adentrarse en los peligros de la vida callejera? “En todos los tiempos, incluso durante la oscura época de la brujería y la persecución, el gato ha mantenido su supremacía, ha continuado reproduciéndose y multiplicándose, desafiando cuando es conveniente las leyes de Dios y las leyes de los hombres. De pronto amigo, de pronto enemigo, ahora salvaje, ahora amansado, la mascota de la casa o el tigre en la selva, pero siempre libre, siempre independiente, siempre un anarquista que insiste en hacer valer sus derechos, cualquiera sea el costo”, concluye Van Vechten.

"Tenemos mucho que aprender de los felinos, nosotros que preferimos adoptar los hábitos esclavizantes del perro, del buey o del caballo. En realidad, creo que si los hombres y mujeres se volvieran más felinos, esa sería la salvación de la raza humana".