El drama de Roberto Saviano merece ser recordado cada tanto. Hay que ir rescatándolo de la hojarasca de información que cada día tapa la pila del día anterior. Todavía hoy, a casi 15 años de que su nombre fuera puesto primero en la lista de encargos de asesinato de la mafia, este periodista italiano sigue viviendo bajo custodia policial, escondido del mundo, siempre en paradero desconocido, en un devenir sólo comparable con el de Salman Rushdie.
Fue en 2006, tras el tremendo éxito de su libro Gomorra -en el que narraba en forma novelada las miserias de la Camorra napolitana- cuando la vida de Saviano cambió de una vez y para siempre. Hasta entonces era no más que un joven periodista abriéndose camino en la maradoniana Nápoles, que se decidió a pintar su aldea y poner el foco sobre historias reales de la despiadada y aún poderosa Camorra.
Dos millones de copias vendió su ópera prima y su alcance se multiplicó enseguida a través de un película del genial Matteo Garrone (se las recomiendo calurosamente) y de una serie de TV. Intolerable para los "capos", que le pusieron precio a su cabeza.
Desde entonces, Saviano cambia permanentemente de domicilio -casi siempre hoteles-, no ve a su familia y no puede mantener relaciones sentimentales con nadie, para no convertir a su pareja en un blanco.
Hace unos días me topé en Netflix con "El escritor escoltado", un documental que transcurre como una larga entrevista al fascinante Saviano, en su estado de encierro. Y que es, a la vez, el recordatorio del precio que muchas veces pagan aquellos que hablan de lo que otros eligen callar.